Escritores

Payne: «España es el único país en el que escritores y políticos niegan su existencia»

El hispanista norteamericano persigue una Leyenda Negra que es resultado «de la ignorancia o de la mala fe»
El hispanista norteamericano persigue una Leyenda Negra que es resultado «de la ignorancia o de la mala fe»larazon

Casi 60 años después de que Stanley Payne comenzara a estudiar la historia de España, el profesor norteamericano todavía vive entusiasmado con la misma. Un pasado contado a todo color, dice, «no hay otro país occidental con un abanico tan amplio. Lo tiene todo». Desde las grandes glorias y logros, como la Reconquista, el Imperio de ultramar, cultura, victorias militares y obras misioneras; hasta desastres «espectaculares», como los califica: la conquista árabe, el gran declive, la mortífera invasión francesa, el llamado «desastre» de 1898, las guerras civiles modernas... Un catálogo plural. Lo nuevo que presenta el historiador es «En defensa de España» (Premio Espasa 2017), un volumen en el que, mediante «un texto provocador y un punto de vista heterodoxo» –justificó el jurado del galardón–, el hispanista reabre el debate cuestionando los mitos que han atormentado al país desde hace siglos. Persigue una Leyenda Negra, «resultado de la ignorancia o de la mala fe», que solo se combate «con la verdad, la comparación seria y objetiva y con una labor docente acerca de la historia contemporánea», apunta.

Epidemias no matanzas

Mantiene el texto que ninguna otra nación ha sufrido las iras rivales como España: «Se observa en ello grandes dosis de envidia y resentimiento», escribe. Una clasificación en la que Payne enumera tres grandes sambenitos: la visión de los españoles como unos personajes sádicos y violentos, la idea de que son intolerantes y represivos y que se trata de un país básicamente «oriental» o «árabe». Aspectos que todavía hoy resuenan en la actualidad nacional e internacional. Solo hay que echar la vista atrás unos días, hasta el 12-O, para encontrar el hastagh #nadaquecelebrar en referencia a un supuesto genocidio de los colonizadores a su llegada a América. Una corriente a la que el profesor achaca «residuos de la Leyenda Negra, exacerbados por el pensamiento único actual y la cultura del victimismo».

Incluso hace unas semanas aparecían las estatuas de Colón en EE UU pintadas en referencia al mismo caso y que Stanley Payne sentencia: «No hay duda de que la población local disminuyó mucho, pero principalmente fue por causa de las grandes epidemias, algo casi inevitable en esa época». Y no por culpa de los invasores. Corriente que el profesor encuentra «difícil de evitar dado el modo en enseñar la historia actualmente». Tampoco se muestra ajeno al «caso catalán», que sigue atentamente y donde reconoce que la primera oleada de información que traspasaba las fronteras solo mostró la «brutalidad policial» y en que «en España no hay libertad ni diálogo. Por lo que los catalanistas ganaron la batalla de la imagen, que llevo a una lectura equivocada y superficial». Para más tarde, «según los medios internacionales adquirían más información», las noticias se tornaron hacia un lugar más preciso. «La demostración popular a favor de la unidad también se ha dejado notar, por lo que más imágenes de esta clase serían recomendables, aunque es difícil con la pobreza dialéctica del Gobierno», sentencia.

–¿Tienen motivos historiográficos para pedir la independencia?

–No, porque nunca ha sido nación o estado independiente, sino durante muchos siglos un principado autónomo. En cambio, el término de nación es, con frecuencia, subjetivo en todos los casos.

–Y con la distancia y experiencia que usted tiene, ¿se ve solución?

–Una formula mágica no hay, aunque el comentario extranjero insiste en el diálogo. Algo de lo que ya llevamos cuatro décadas. Ya dijo Ortega que el pleito catalanista no tiene solución, sino que es algo que España tiene que «conllevar». Y tenía razón.

Lleva el tema a otra de las losas de la historia de España: la falta de identidad, punto indiscutible para Payne. Una cuestión objeto de estudio durante el siglo XX que el catedrático emérito de la Universidad de Wisconsin-Madison defiende siempre que se hable de «cosas sencillas. Lo que ocurre es que el patriotismo español es incierto, como en otros países occidentales, y de nacionalismo, a pesar de las idioteces vasco-catalanistas, no hay nada», sentencia.

Así lo ha podido comprobar a lo largo de seis décadas en las que ha visto evolucionar la propia mentalidad que el español tenía y tiene de sí mismo: «Cuando metí el pie por primera vez en 1958, la censura impedía saber qué se pensaba, pero luego, con la ley de 1966 y la expresión “semi-libre”, se veía que esta percepción era negativa. Más tarde, con el éxito de la Transición, sí cambió el concepto entre la mayoría». Sin embargo, el problema ahí está, como recoge el profesor Payne en su libro, hay muchas cosas que hacerse mirar cuando «España es el único país occidental, y probablemente del mundo, en el que una parte considerable de sus escritores, políticos y activistas niegan la existencia misma del país».

Payne habla de que España es un país en la periferia, pero la del núcleo de Occidente, «no de la pura periferia», matiza para acallar las voces que no ven a nuestro país como núcleo de Europa. Visto en la perspectiva histórica como un lugar en el que ocurrían «insólitos acontecimientos», recogen las crónicas. «Ha participado en cada uno de los grandes procesos históricos de Occidente –continúa el hispanista–, y todos los grandes acontecimiento que han tenido lugar aquí durante los siglos XIX-XXI son versiones nacionales, y no muy atípicas, de lo que ha pasado en otros países». Aun así, el americano no se desliga de la versión de un destino «exótico»: «Lo diferente o distinto se refiere a dos dimensiones. Una alude a una cierta vehemencia o contundencia española, en que lo que pasa o ha pasado en otros sitios algunas veces tiene cierto énfasis exagerado en España. La otra es cierto desfase, debido a que la fecha es algo diferente o el proceso más largo, y esto muchas veces ha llamado la atención. La única cosa realmente diferente en la historia española del último siglo fue una guerra revolucionaria/ contrarrevolucionaria moderna, común en el este de Europa pero única en Occidente», completa.