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PJ Harvey, el paseo entre ruinas de la última heroína del rock

El documental «A dog called money», dirigido por Seamus Murphy, muestra el proceso de grabación de una artista singular ante un hecho menos singular: la demolición de los sueños y las esperanzas.

PJ Harvey, en una escena del documental, recorrió Kosovo, Afganistán y Washington DC para capturar historias que inspiraron sus discos
PJ Harvey, en una escena del documental, recorrió Kosovo, Afganistán y Washington DC para capturar historias que inspiraron sus discoslarazon

El documental «A dog called money», dirigido por Seamus Murphy, muestra el proceso de grabación de una artista singular ante un hecho menos singular: la demolición de los sueños y las esperanzas.

Es el desgarro, la destrucción de los sueños y esperanzas, la bestia y la demolición, la música y el proceso creativo de una artista vital, una de las últimas heroínas del rock and roll. Esto es PJ Harvey y aquello es «A dog called money», un documental que ha recibido la aclamación popular y que se estrena en salas con un doble ánimo reivindicativo: el poder de la música para contar historias y la todavía viva necesidad de ejercer el derecho a la denuncia social. Ella acompañó al fotoperiodista Seamus Murphy durante su recorrido por Kosovo, Afganistán y Washington DC para capturar las historias que inspiraron su disco «The Hope Six Demolition Project». La grabación se realizó en 2016 en un húmedo sótano de Londres en sesiones de 45 minutos abiertas al público, y el título aludía a los llamados «projects» estadounidenses, la demolición de viviendas públicas deterioradas en áreas con altísimas tasas de criminalidad para construir nuevas casas destinadas a otro tipo de gente. La verdadera misión: echar de allí, desarraigar, a los viejos habitantes, a las familias que no se podían permitir pagar los altos precios de los nuevos hogares. «Limpieza social», lo llaman sin atisbo alguno de vergüenza.

La película muestra impactantes imágenes dentro de un relato casi impresionista y lleno de testimonios desgarradores. Es esa excavadora, esa pala brutal, ese angustioso sonido de los pilares derribados cayendo sobre los escombros y generando las formas modernas de destrucción. Es el final de un sueño, si es que alguna vez existió, y el inequívoco comienzo de la crónica desesperanzada. Una historia que ocurre cada día en tantas partes del mundo, desde Kosovo a Madrid, desde Washington DC a Nueva Delhi. «La mujer es vieja y viste de negro / Tiene las manos detrás de la espalda / Imagina lo que han visto sus ojos», canta PJ Harvey.

«No puedo mirar al pasado»

Kosovo sería la primera parada del viaje e inspiraría, por ejemplo, la canción «The Wheel»: «Ahora los ves, ahora no / Los niños desaparecen tras el vehículo / Ahora los ves, ahora no / Caras, extremidades y un cráneo que rebota». PJ Harvey habla aquí de limpieza étnica. Después, la cantante y el periodista volarían a Afganistán, la inspiración de «Dollar, Dollar», la letanía de los niños descalzos echándose a las ruedas del vehículo extranjero. «No puedo mirar al pasado / Una cara que dice “dólar, dólar”/ Una cara marcada y hueca / Mirando desde el cristal», relata en la canción. El último viaje será a Washington DC y la capital estadounidense se alza como la fuente de inspiración de «The Community of Hope»: «Este es el Proyecto de Demolición Hope Six / Extendiéndose hacia Benning Road / Un conocido sendero de muerte / Al menos eso es lo que me dijeron / Y aquí está el cómodo restaurante de Ward Seven / Vale, ahora esto es solo una ciudad de drogas / Solo zombies / Pero simplemente es la vida».

El disco ya era terrorífico y la película propone una invitación a remover conciencias. Es el poder combinado de la música y la imagen. «Polly y yo nos conocemos y confiamos en nosotros mismos lo suficiente como para viajar a Afganistán y a otros lugares desafiantes. Después me invitó a filmar cada momento de la grabación de las canciones. Por separado y juntos, esta es nuestra respuesta a lo que encontramos», expresó Seamus Thomas, siete veces ganador del World Press Photo, a «Dazed and Confused Magazine».

PJ Harvey cuenta con suficientes motivos para honrar el género documental porque expone dos argumentos sólidos para llegar a interesar: tiene una historia que contar y es una de las figuras más interesantes que ha dado el rock and roll en las tres últimas décadas. Nacida el 9 de octubre de 1969 en la pequeña localidad de Yeovil, a 200 kilómetros de Londres, Polly Jean Harvey creció en una familia muy interesada por la cultura y el arte. También por la música. Sus oídos se educaron con Bob Dylan, Patti Smith, Captain Beefheart, Tom Waits, Leonard Cohen y el viejo blues estadounidense. Muy pronto descubre su vocación musical y tras diversas experiencias más o menos «amateurs» fundaría el PJ Harvey Trio.

Llegó para quedarse

«Dry» fue el primer trabajo que hizo ruido e incluso la revista «Rolling Stone» la llegó a designar como la compositora del año. Pero el gran salto llegaría en 1992 al firmar con la multinacional Island Records. No sin antes imponer ciertas normas para mantener su independencia artística. «Rid of me» fue el comienzo de la leyenda y «To bring you my love», con su marcado acento de blues contemporáneo, sería la consagración definitiva: había llegado para quedarse. Y también vendría su afamado romance con Nick Cave. «Casi se me cae la jeringuilla al suelo cuando me dijo que me dejaba», explicó el australiano.

«Stories from the city, stories from the sea», de 2000, instaló a PJ Harvey entre lo más grande del rock and roll. Sus fans más acérrimos y cortos de miras la acusaron de «venderse» por entregar un trabajo con un sonido que se podría calificar como «medianamente convencional», pero lo cierto es que el álbum quedaría como una de las grandes maravillas del momento y, en perspectiva, del nuevo siglo. Extraordinaria música, guitarras y melodías vibrantes, unos deliciosos textos (de amor a la ciudad de Nueva York), una actitud... En fin, todo lo que debe ser el rock and roll.

Toda su carrera sería ejemplo de coherencia y fe. Por ejemplo, no le importó asumir los riesgos de publicar un disco, «White Chalk», compuesto únicamente por piezas de piano y voz acerca de textos sobre la muerte. Y en «Let England Shakes» enseñó sin ambages un perfil político que le acompañaría ya durante toda su carrera. El 3 de agosto de 2013 lanzó el sencillo «Shaker Aamer» en apoyo al detenido del campo de la Bahía de Guantánamo bajo el mismo nombre, el último ciudadano británico en permanecer en ese lugar. El tema describía sin artificios todo lo que Aamer soportó durante su huelga de hambre de cuatro meses: «Sin agua durante tres días / No puedo dormir ni permanecer despierto / Cuatro meses de huelga de hambre / ¿Estoy muerto o vivo? / Nos fuerzan a comer con tubos de metal / La realidad es que desearía desear estar muerto».

Ella es PJ Harvey, una artista singular en tiempos extraños, en tiempos en los que se fabrican estrellas de la música que en realidad tienen como máxima aspiración convertirse en influencers. Que hablen de ellas, y bien, es lo que importa; su obra ya es cosa secundaria. Hubo un momento en el que la música dejó de ser cultura y pasó a ser espectáculo. No parece haber vuelta atrás. Pero Polly Jean tiene una nueva historia que exponer y se llama «A dog called money». Es el mundo real, es la música real, es PJ Harvey.