Literatura

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¿Qué nos queda por saber del poeta?

Todavía, ochenta años después, quedan preguntas por responder sobre la biografía y la trayectoria de Lorca, incluso sobre su muerte

Fotografía tomada al pasaporte personal de Federico García Lorca
Fotografía tomada al pasaporte personal de Federico García Lorcalarazon

Decía Lorca con razón que «solo el misterio nos hace vivir. Solo el misterio». Y es ese misterio el que todavía rodea su figura. Algunas de esas ausencias tienen poca solución porque no son pocos los documentos que han desaparecido con el paso del tiempo. Algunos de esos casos son escandalosos. Uno de los más llamativos es el protagonizado por Philip Cummings, el amigo estadounidense del poeta. Cuando el poeta lo visitó en Vermont, en agosto de 1929, dejó en sus manos un manuscrito que durante años estuvo perdido hasta que Cummings lo recuperó. En aquel texto, Lorca hablaba de sus problemas sentimentales, en una época en la que había vivido algunos disgustos de la mano de dos de sus obsesiones amorosas: Salvador Dalí y Emilio Aladrén. Cummings, como informó al estudioso Daniel Eisenberg, con el manuscrito encontró una nota en la que Lorca pedía que si alguna vez le pasaba algo, destruyera aquellos papeles. Tras dudarlo durante días, el amigo americano decidió echar todo aquello al fuego, perdiéndose para siempre una documentación única.

- Fuego devastador

El fuego parece ser que fue el último hogar de algunos de los manuscritos que Rafael Martínez Nadal guardaba de quien fue uno de sus mejores amigos. Por las memorias de Isabel García Lorca sabemos que varios textos lorquianos guardados en el hogar familiar en la calle de Alcalá de Madrid los recogió Martínez Nadal durante la guerra, cuando los Lorca ya estaban en Granada y el poeta estaba muerto. Nadal incluso llegó a publicar troceados algunas de las cartas lorquianas que tenía. No se sabe nada de su archivo y no hay noticias de que ninguna institución oficial haya negociado su adquisición de estos textos, hoy ocultos en una casa en Londres.

Tampoco se han podido leer todavía los «diarios» que el crítico de arte Juan Ramírez de Lucas, tal vez el último amante de Federico García Lorca, escribió relatando su breve historia de amor. Ramírez de Lucas era un jovencísimo actor cuando conoció a un Lorca que quedó prendado por el muchacho. Dar a conocer esa voz es necesario. En esta misma línea, sobre otro de los amantes del Lorca de los años 30, es decir, sobre Rafael Rodríguez Rapún, el dramaturgo Alberto Conejero está realizando una labor detectivesca intentando reunir todas las piezas de ese rompecabezas. Conejero ya escribió una maravillosa obra teatral, «La piedra oscura», basada en Rapún y Lorca.

Queda aún bastante por saber sobre el asesinato del poeta. Por ejemplo, todavía se desconocen detalles sobre el papel de los hermanos de Luis Rosales. En los últimos años son varias las voces que han apuntado que Antonio Rosales fue el delator sobre el paradero de Lorca cuando era buscado por las autoridades fascistas. Así lo manifestó hace años su sobrino Gerardo Rosales, quien apuntó que habría sido forzado a hacer la revelación tras ser amenazado por Juan Luis Trescastro. Sin embargo, es sabido que Antonio Rosales, a quien se recuerda aún en Granada por su carácter violento, habló con Ruiz Alonso el día 15 de agosto en Víznar. Esa misma tarde, el ex diputado de la CEDA redactó la denuncia contra Lorca que aprobó el gobernador civil José Valdés. Al día siguiente, el poeta era detenido por Ruiz Alonso. ¿Casualidad?

- Piquete perdido

Hay más dudas. No está clara la identidad de los miembros del piquete que asesinó a Lorca entre Víznar y Alfacar. José María Nestares, responsable del destacamento de Víznar, le dio algunos nombres al periodista Eduardo Molina Fajardo. Pero a principios de los 70, unos policías, a instancias de un agonizante Franco llevaron a cabo otra indagación en la que aparecen otras identidades.

Pero probablemente el mayor enigma sea el de la localización del cadáver de Federico García Lorca y las tres personas que murieron con él: Dióscoro Galindo González, Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas. En 2009, la consejería de Justicia de la Junta de Andalucía promovió una investigación que no localizó nada. El informe previo y final de esa búsqueda nunca ha sido publicado, pese a que sus responsables aseguraron que se podrían consultar. ¿Por qué?

Lo que la Junta de Andalucía no tuvo en cuenta esos días fue algo demasiado importante como para que quede olvidado. En 1986, mientras se convertía en un parque el terreno de Alfacar en el que tuvo lugar el crimen, un grupo de operarios localizó una serie de restos humanos a muy pocos metros del mítico olivo que fue testigo mudo del asesinato. Asustados, aquellos hombres no llamaron a ninguna autoridad policial para anunciar lo ocurrido. En vez de eso, decidieron meter todos los huesos en un saco grande de abono siendo enterrados de nuevo en otro lugar del parque que, afortunadamente, dejaron identificado con un distintivo. Esta información fue explicada al diario «Ideal» en 2008 por el que fuera vicepresidente de la Diputación de Granada, , Antonio Ernesto Molina Linares y por José Antonio Rodríguez Salas, alcalde del pueblo granadino de Jun y en 1986 guardia del Parque Federico García Lorca.

En agosto de 2012, Rodríguez indicaba al autor de estas líneas el lugar exacto en el que se habían sepultado los huesos, información que LA RAZÓN publicó el 6 de septiembre de ese año. Cuando el reportaje vio la luz, el investigador Miguel Caballero llevó el tema ante la Fiscalía de Granada para que se indagara, pero no ocurrió nada. En estos días, precisamente Caballero ha emprendido una nueva búsqueda del cadáver de Lorca en otra zona entre Víznar y Alfacar.

Y otra duda que queda aún sin respuesta. El legado de Lorca podría dejar pronto su actual hogar en la Residencia de Estudiantes de Madrid para pasar a conservarse en el Centro Lorca de Granada. Aún se desconoce la fecha.