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Radical-chic a la fuerza

La Razón
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Si quisiéramos conocer las raíces del auge de los populismo y la escalada del anticapitalismo casposo habría que echar una mirada a los años 70 del siglo pasado: guía ideológica de cuantos desatinos psicodélicos vienen ocurriendo desde entonces. Dentro de la contracultura estudiantil ser terrorista era tan radical-chic como ser de los Panteras Negra, The Weather Underground, la banda Baader-Meinhof o el Ejército Simbiótico de Liberación.

Aunque todos asesinos, este último fue el más estrambótico. Formado en California en 1973 por una docena de estudiantes que practicaban la guerrilla urbana con subfusiles AK-47 y proclamaban la insurgencia revolucionaria socialista planetaria, siguiendo las consignas comunistas cubanas. Sus grandes hazañas fueron el asesinato del director de las escuelas de Oacklan y el rapto de la nieta del magnate William Randolph Hearst en 1974.

Utilizaron a Patty Hearst para que su padre distribuyera comida entre los pobres de San Francisco y tras un tiempo de cautiverio, reapareció transformada en Tania, nombre de la compañera del Che en Bolivia, en el atraco al banco de Hibernia de San Francisco, donde fue inmortalizada por la cámara oculta del banco como si fuera una serigrafía de Warhol.

Tania se fotografió para la posteridad delante de un fondo con una cobra de siete cabezas, símbolo del SLA, ataviada con un uniforme militar de combate y tocada con una boina de punto tipo Che que le daba un aire «guerrilla urbana» tres chic. Fue violada por los miembros del Ejército Simbiótico de Liberación y sometida y castigada a aislamiento y tortura psicológica hasta que se identificó con la ideología revolucionaria. Curiosamente, el líder de la organización terrorista era una lesbiana llamada Mizmoon Soltysik. Se habló de hasta qué punto le había afectado Síndrome de Estocolmo, pues cuando la Policía revisó la cinta, alucinó pepinillos al ver a la nieta del magnate con la metralleta apoyada en la cadera, cubriendo la retirada de la banda. Esta imagen la convirtió en icono pop revolucionario al saltar a los periódicos de todo el mundo como Tania la che-guevaresa. Una especie de símbolo contracultural ideal para decorar, junto al póster de los Black Panters, las paredes de un piso de estudiantes «enragés» y «à la page». Aquel mismo año, poco antes de que la atrapara el FBI, participó en el asalto a unos almacenes, seguido de un espectacular tiroteo con la policía de dos horas en el 1466 de East Fifty-fourth Street de Los Ángeles, retransmitido en directo por la televisión de costa a costa. En el enfrentamiento murió parte de la banda izquierdista, pero no Tania, que pudo escapar con su amante, Cujo, y refugiarse en un piso franco de San Francisco, donde fue capturada meses después. Sus padres contrataron al famoso abogado F. Lee Bailey, que hizo historia defendiendo al estrangulador de Boston.

Año y medio de guerrillera hizo que Patty fuera más famosa de lo que jamás pudo soñar. Hoy, Patty Hearst es una respetable conservadora que debe recordar, como una posesión diabólica, aquellos años de locura psicodélica. ¿Cuántas hijas de millonarios tienen la oportunidad de liarse a tiros con la policía de Los Ángeles y sobrevivir para contarlo? En el santoral friqui, la multimillonaria refulge como un neón publicitario del teatro del absurdo. Una heroína bélica, revolucionaria y armada para un entusiasta grupo de pacifistas que veían en ella la imagen de una diosa revolucionaria contra la casta. Su traducción posmoderna serían las guerrilleras de pitiminí de Posemos.