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Rivière, la eterna rebelde

La periodista, voz crítica de la Transición, fallece a los 70 años

La Razón
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Los periodistas no mueren; la Prensa probablemente sí. «Boutade» que no sé si apoyaría Umberto Eco, que acaba de publicar su última obra, «Numero cero», sobre la crisis actual del periodismo. Y es que los periodistas de raza, al revés que los periódicos, que a veces acaban dinamitados o convertidos en sedes bancarias, forman parte de la Prensa hasta cuando mueren: se transforman en noticia. Y así hoy sabemos del fallecimiento de Margarita Rivière, una de las grandes periodistas de la llamada Transición, un lugar inestable pero que fue terreno bien abonado para forjar periodistas de raza y, en muchos casos, también con la virtud de Jano: periodistas y escritores de libros en una sola pieza. Así, el caso de Margarita Rivière, premio Espasa Calpe 1992 con la obra «Lo cursi y el poder de la moda», amén de una treintena de libros sobre todo lo que vio y observó en su tiempo, que fue mucho, porque uno recuerda aquel pequeño frunce de los labios que acababa en sonrisa prudente de ella y, sobre todo, su mirada, que sabía al tiempo ver y observar, dos elementos no tan sinónimos como creen muchas personas.

Margarita Rivière, como suele ser tradición en muchos de los periodistas de la vieja guardia, tuvo muchos nidos, desde el «Diario de Barcelona», «El Periódico de Cataluña», a los recientes como «El País» o «La Vanguardia», y fue analizando la cultura, la moda, el periodismo, practicando el fundamental arte de las entrevistas, y sobre todo combatiendo en uno de esos dos frentes ocultos y que son como lados del espejo, que son el periodismo de Madrid y el periodismo de Cataluña, dos realidades que segregan sus propios políticos, sus propias modas y sus propias formas de vivir. Así su último libro, «Clave K», resultó una metáfora irónica sobre el poder en Cataluña.

De lo que antes se llamaba de buena familia, Margarita Rivière fue una de las primeras mujeres en las redacciones, una de las primeras mujeres combatientes en el periodismo de la Transición y, por si eso no fuera suficiente, también una analista lúcida de los fenómenos políticos y del poder en Cataluña, desde el clientelismo a un nacionalismo parroquial al que ella recetaba dosis de federalismo. A lo que sumó la cultura, la sociología, la creación de revistas y de colecciones de ensayo. De ella, unos recordarán sus indagaciones de socióloga en «La moda. ¿Comunicación o incomunicación?», o quizá su postura para reconocer francotiradores de la política, como «Un rebelde en el poder, Pasqual Maragall», o acaso su impresionante colección de entrevistas desde el Rey Juan Carlos I hasta Yoko Ono.

Ese fenómeno «totalmente nuevo en la historia de la humanidad: es importante aparecer en público», que asegura el semiólogo Umberto Eco en su obra sobre el periodismo, es casi la síntesis del trabajo periodístico y ensayístico de Margarita Rivière en la Prensa española de la Transición. Quiso saber, conocer y dar a conocer a los lectores quiénes estaban bajo los focos, cómo y para qué, en ese trabajo de luminotecnia que es, al fin y al cabo, el periodismo.