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Santiago Posteguillo: «Una de mis fantasías es ver a un presidente del Gobierno hablar inglés»

«La legión perdida» cierra la trilogía sobre Trajano, el primer emperador hispano. Firmará todo el fin de semana en la Feria del Libro de Madrid

Santiago Posteguillo: «Una de mis fantasías es ver a un presidente del Gobierno hablar inglés»
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«La legión perdida» cierra la trilogía sobre Trajano, el primer emperador hispano. Firmará todo el fin de semana en la Feria del Libro de Madrid

Tras escribir miles de páginas, durante más de seis años, sobre Marco Ulpio Trajano, Santiago Posteguillo merecería el título de César romano. «La legión perdida» (Planeta), con la que cierra la trilogía del primer emperador hispano, ha supuesto el mayor reto narrativo y de documentación al que ha hecho frente como escritor. El saber, a veces, sí ocupa lugar. Y es que en la casa del autor, que este fin de semana firmará en la Feria del Libro de Madrid, ya no caben más volúmenes.

–De Trajano se ha escrito mucho desde un punto de vista académico, pero no desde el literario...

–Su figura no estaba al alcance del gran público, pero la popularidad de estas novelas hace que sea conocido por mucha gente que no le hubiera descubierto.

–¿Cómo era el primer emperador hispano?

–Lo que más me atraía era su ejemplaridad en el Gobierno. El senador romano, a partir de su existencia, a cualquier nuevo César le decía que ojalá fuera tan bueno como Trajano. Luchó de forma activa contra la corrupción; si se producía una guerra, iba a la primera línea de combate; si había que ser austero, era el que más ejemplo daba; hacía públicos los gastos de la familia imperial, invertía en bibliotecas, en justicia y en política social. Y sin subir impuestos.

–Vamos, que ganaría las elecciones del 26-J.

–Necesitamos un Trajano o una Trajana, y seguramente ganaría, porque habría demostrado que cumplía lo que decía. Nuestros políticos se han caracterizado por una infinita serie de incumplimientos electorales, lo que genera un hastío penoso y triste.

–Les vendría bien leer su novela, ahora que arranca la campaña.

–Así podrían corregir errores que cometen con pasmosa frivolidad. A los políticos no les importa la historia, la ignoran a sabiendas. Me revuelve las entrañas la mediocridad que gobierna muchos países. Sería fundamental que los mandatarios leyeran más, que tuvieran más cultura, que supieran idiomas... Una de las fantasías que tengo en la vida es ver a un presidente del Gobierno hablar inglés.

–Son más de 3.600 páginas sobre la figura de Trajano. Más allá del ejercicio intelectual, ¿escribir tanto supone un esfuerzo físico?

–Crear una trilogía es agotador. He tenido que mantener la tensión narrativa durante más de seis años. El esfuerzo físico está en la necesidad de quitarle horas de sueño a mi vida. Sigo dando clases, soy padre de familia...

–¿Durante cuántas horas ha estado tecleando?

–Escribo diez páginas en tres horas, aunque es variable, porque hay días que tengo universidad y a lo mejor no escribo, pero en el tren voy documentándome, algo que puedo hacer a medio gas.

–Sus libros están mucho más documentados de lo que el lector percibe. ¿No le da pena desprenderse de tanta información?

–No, porque si la incorporara hundiría el relato. La novela debe tener la cantidad de datos suficientes para ambientar, pero nada que ralentice el ritmo. Tiene que fluir sin que se transforme en un ensayo histórico. Es sacrificado leerse toda una tesis para escribir dos párrafos, pero que el libro esté construido sobre ese poso documental da mucha seguridad.

–Y «el saber no ocupa lugar».

–Eso es debatible. En mi casa los libros no caben y hay que vaciar la mente de una trilogía para poder empezar con otra novela. Ya estoy pensando en la siguiente y trabajando en el guión para hacer una serie de televisión de la trilogía de Escipión. El vacío que puedas sentir tras estar seis años con un personaje lo llenas automáticamente. Es como combatir el dolor cuando entregas un hijo adoptando otro.

–¿Por qué Grecia y Roma atraen tanto?

–Porque son el origen de nuestra civilización y los orígenes siempre interesan. Cualquier persona con un poco de conocimiento se pregunta de dónde venimos y hacia dónde vamos.

–La historia nos responde a la primera pregunta, pero ¿hacia dónde nos encaminamos?

–Íbamos razonablemente bien orientados en los 60 y 70. Ahora mismo no. Tampoco quiero ser catastrofista, pero nos vamos a encontrar con problemas que podríamos minimizar si actuáramos ya.

–¿Qué hay de griego en usted?

–La forma de pensar desde el punto de vista aristotélico.

–¿Y de romano?

–Hablo un idioma que es una evolución del latín, nuestra legislación viene del derecho romano, hago la siesta cuando puedo y en mi calendario los días festivos están marcados en rojo.

–La Edad Media interesa más que los siglos XVIII y XIX...

–Porque tiene un halo de misterio.

–La oratoria romana pretendía convencer. ¿La actual?

–Ahora se intentan vender productos, imágenes, sensaciones... Ya decía Churchill que los números adecuadamente torturados te dirán lo que quieras.

–¿Se está imponiendo la demagogia?

–La mentira se está imponiendo a la oratoria. Es deleznable que los políticos mientan y se queden tan anchos.

–A Trajano le importaba Roma. ¿Preocupa el Estado hoy en día?

–No. La mayor parte de nuestra clase política sólo está interesada en perpetuarse.

–¿Dará el salto Trajano a la pantalla?

–No tengo ningún inconveniente. Sería más razonable una serie, porque intentar reducir una narración tan larga a una película resulta un suicidio narrativo.