Conciertos

«Sgt. Pepper’s»: el disco que cambió el paso a la historia del pop

50 años después de su lanzamiento se reedita este álbum capital de la discografía de los Beatles que conectó como nunca antes con la sociedad de su tiempo y abrió nuevos caminos a la música.

John Lennon y Ringo Starr, en una sesión fotográfica del disco «Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band», en el año 1967
John Lennon y Ringo Starr, en una sesión fotográfica del disco «Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band», en el año 1967larazon

50 años después de su lanzamiento se reedita este álbum capital de la discografía de los Beatles que conectó como nunca antes con la sociedad de su tiempo y abrió nuevos caminos a la música.

Nada volvió a ser igual a partir del 1 de junio de 1967. Fue entonces cuando los Beatles publicaron «Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band», un disco que trascendió más allá de los límites de la música para elevar el concepto del pop, en todas sus formas, a la categoría de arte. Coincidiendo con el 50 aniversario de su aparición, Universal prepara un lanzamiento especial con una serie de nuevos formatos del álbum. Habrá nuevas remezclas y hasta 34 tomas inéditas de las sesiones de grabación.

«Es una locura pensar que 50 años después estamos echando la mirada atrás a este proyecto con tanto cariño y un poco asombrados de cómo cuatro tipos, un productor genial y su equipo de ingenieros pudieron hacer una pieza de arte duradera tan impresionante», reflexiona Paul McCartney en su introducción para la nueva edición. La clave la aporta Ringo Starr: «Pareció capturar el sentimiento de aquel año y también permitió a mucha gente tener un punto de partida para su trabajo y para tener nuevas miras». Efectivamente, eso fue «Sgt. Pepper», un álbum que conectó con un tipo de sociedad que acababa de nacer, una generación joven que tenía el pop no sólo como referencia musical, sino vital.

Muchas cosas ocurrieron para que los Beatles publicaran esta maravilla. Ellos ya habían hecho obras maestras del calibre de «Rubber Soul» y «Revolver», álbumes inmensos y maduros, ya alejados de los primeros tiempos tanto en música como en actitud. También habían abandonado las extenuantes giras para centrarse exclusivamente en la publicación de discos. Y aparece una fecha que marca el inicio de «Sgt. Pepper»: el 16 de mayo de 1966. Es entonces cuando se publica el «Pet Sounds» de los Beach Boys. Salió antes que «Revolver», aunque para entonces éste ya estaba finalizado, y la sinfonía de Brian Wilson dejó a los Beatles impresionados. Ahí encontró el competitivo McCartney el reto que estaba buscando, el desafío de superar un álbum que acababa de poner en jaque a los Beatles.

Pasaban los meses y con el cuarteto desaparecido de la escena pública, la prensa comenzó a llenarse de rumores: «¿Se les ha acabado la inspiración?», cuestionaban. Extrañaba el silencio de una banda que venía publicando dos discos al año. EMI necesitaba nuevo material y con las sesiones de «Sgt. Pepper» ya en marcha cogieron las dos primeras canciones terminadas y las editaron como single. Nada menos que «Strawberry Fields Forever» y «Penny Lane». Aquello era una cosa muy seria, sonidos nunca antes oídos bajo melodías aparentemente inocentes. Brian Wilson escuchó «Strawberry» mientras conducía, elevó su vista al horizonte y musitó con resignación: «Lo han vuelto a hacer». Fue el paso definitivo hacia su locura.

Los Beatles estaban en marcha. Otra vez. Tras la locura de las giras y la alienación sufrida por el efecto de la fama, a McCartney se le ocurrió una idea maestra: ocultar a los Beatles bajo un alias –La banda de los corazones solitarios del Sargento Pepper– y crear todo un mundo casi onírico alrededor de él. Ello incluiría unos trajes especiales para la banda diseñados por la casa Bergman, unas canciones conceptuales en su sonido y un formato especial en el que presentarlo todo. Era lo nunca visto.

Una pieza de museo

La carpeta del álbum ya era toda una pieza de museo, un «collage» ideado por el artista pop Peter Blake que contaba con una fotografía de los cuatro sargentos Beatles y los rostros insertados de forma deliciosamente infantil de gente como Marlon Brando, Edgar Allan Poe, Bob Dylan, Marilyn Monroe, Aleister Crowley, Oscar Wilde, Karl Marx, D.H. Lawrence o Shirley Temple. También aparecía una muñeca con un jersey de lana con la leyenda «Welcome to Rolling Stones» (Bienvenidos, Rolling Stones), en alusión a la banda inglesa. Además, en la contraportada se insertaron los textos de las canciones, algo jamás visto hasta la fecha.

Y luego estaba la música. Una por una, y con la excepción de la antológica «A Day in the Life» que cerraba el álbum, las canciones del disco no estaban entre lo mejor de la banda. Pero todo junto era más importante que la suma de las partes. Lo que diferenciaba al álbum era el sonido, cómo funcionaban unas canciones conectadas con las otras, cómo se había esforzado el grupo en crear algo que iba más allá de cada tema.

El comienzo del álbum ya era un prodigio, con una salva de aplausos hacia la banda del Sargento Pepper, el tremendo riff de guitarra de George Harrison y el irresistible fraseo de un McCartney disfrazado de Little Richard. En un alarde de ingeniería, el final de la canción enganchaba con el comienzo de la infantil «With a Little Help From My Friends», cantada por Ringo, seguida de la lisérgica «Lucy in the Sky With Diamonds», por cortesía de Lennon. El oyente no se podía perder nada de lo que estaba sucediendo, esa amalgama de sonidos que parecía imposible para una mezcla de cuatro pistas. Todo sonaba extraño y emocionante a la vez. Como la alucinada «Within You Without You», con sitar incluido, o la sinfónica «She’s Leaving Home”. Canciones tan menores como «When I’m Sisty-four», «Lovely Rita» o «Good Morning Good Morning» se levaban hacia los cielos dentro del concepto global del álbum. Y así hasta llegar al magistral cierre de «A Day in the life», la gran traca final que Lennon completó con la ayuda de McCartney. Sin silencios entre las canciones, el oyente asistía atónito a toneladas de información sin aparente esfuerzo, al triunfo absoluto del arte, a una de esas obras que definen una época.

El disco fue un triunfo absoluto. Tanto comercial como artísticos. La espera había merecido la pena y el público estaba ansioso por paladear un álbum del cuarteto inglés. Nadie esperaba algo así, pero todos lo «tragaron». El «Sgt. Pepper» ocupó la cima del UK Album Chart durante 27 semanas consecutivas y alcanzó el primer puesto de Billboard en Estados Unidos para mantenerse allí durante 15 semanas. Obtuvo cuatro premios Grammy en 1978 y alcanzó una difusión de más de 32 millones de discos vendidos. También fue agregado al Registro Nacional de la Grabación de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos al ser considerado un trabajo «cultural, histórica o estéticamente significativo». En definitiva: la apoteosis de una obra de arte de su tiempo.

El 25 de junio de 1967 fueron las estrellas del primer espectáculo televisivo global del planeta con un espectáculo de dos horas de duración transmitido en directo en los cinco continentes y emitido por 24 países de todo el mundo. Si dos años antes habían marcado un récord al tocar delante de 55.000 personas en el Shea Stadium de Nueva York, ahora tenían frente a ellos a una masa de 350 millones de espectadores. Todos ellos pudieron escuchar a la banda y sus enloquecidos amigos entonando el «All You Need is Love».

Nada volvió a ser igual. Los Beatles demostraron con el «Sgt. Pepper» que un disco podía –y casi debía– ser mucho más que una simple colección de canciones empaquetadas. Todo importaba: el concepto, el diseño, la idea, el sonido y, por supuesto, las canciones. También supuso el final de los buenos tiempos. A partir de aquí, las distancias entre sus miembros se agrandaron. Luego llegarían las broncas del «White Album», los desacuerdos de «Let It Be» y la dignidad pactada de «Abbey Road». Nada volvió a ser igual a partir de ese 1 de junio de 1967 en el que los Beatles confirmaron que ellos eran la cima del mundo. Si, como dijo el poeta Allen Gingsberg, el rock and roll era la mayor aportación cultural al siglo XX, los Beatles habían conseguido trascender aquel movimiento y elevarlo a la categoría de arte perdurable.