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Sidney, una ciudad que mira de frente al mar

Miguel Aguiló publica un nuevo libro de la colección dedicada a las ciudades del mundo del Grupo ACS

Ópera de Sidney, obra de Jørn Utzon
Ópera de Sidney, obra de Jørn Utzonlarazon

Miguel Aguiló publica un nuevo libro de la colección dedicada a las ciudades del mundo del Grupo ACS

En 1770, el capitán James Hook tomó posesión de la costa este de Australia, a la que pudo llegar gracias a unos mapas incautados a los españoles. A ella arribaron pocos años más tarde los primeros colonos, convictos condenados por el Imperio Británico, enviados como castigo a una tierra yerma e inhóspita, en el extremo del mundo, que sólo conocía por habitantes a los aborígenes. A pesar de ser un enclave excepcional, donde poder construir un puerto de referencia, y en apariencia fructífero para la agricultura, la realidad fue bien distinta y los primeros años resultaron bastante difíciles, hasta el punto de que la supervivencia dependía de los envíos de víveres desde la metrópolis inglesa.

Cosmopolitismo

Con el paso del tiempo las penas de los convictos concluyeron y muchos de ellos decidieron establecerse en aquella tierra de por vida. El ansia de libertad les llevó a realizar un gran esfuerzo por convertir su hogar en una verdadera ciudad. Empezaron a construir calles, plazas y colegios y a mantener una agricultura y una industria adecuada y saneada para sobrevivir. Dos siglos más tarde, Sidney se ha convertido en una ciudad cosmopolita, muy bien situada a nivel internacional, con una población de cerca de cinco millones de personas. Según el ingeniero de Caminos, catedrático de Arte y Estética de Ingeniería Civil de la Universidad Politécnica de Madrid y director de Política Estratégica de ACS, Miguel Aguiló, el mayor logro de esta metrópoli es que «se ha conseguido quitar esa marca de nacimiento de una manera muy brillante». Del recorrido que ha efectuado la ciudad del sudeste de Australia hasta convertirse en lo que es actualmente es de lo que trata el libro de Aguiló «La construcción del paisaje de Sidney», el último ejemplar de la serie que ACS dedica a la arquitectura de diferentes ciudades del planeta. El punto de partida para entender una ciudad como Sidney es el mar. Urbe surfera por excelencia, con playas mundialmente reconocidas, se erigió en torno a la bahía. Es preciso recalcar que la ciudad no consta únicamente de una bahía, sino que dentro de ella se construyeron otras secundarias con calas más estrechas, pero es en la principal, también llamada Port Jackson, donde se concentran dos de los puntos más importantes de la ciudad: la Ópera y el puente de la bahía.

La primera, diseñada por el arquitecto danés Jørn Utzon en el último cuarto del siglo XX, se ha convertido en el símbolo definitivo de la ciudad. El edificio, que data de 1973 y que fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 2007 por la Unesco, simboliza un conjunto de velas sobre la cubierta de un barco. Una imagen metafórica que, a ojos de Aguiló, «representa perfectamente la vinculación total de los australianos con el mar, en medio de la bahía y como un símbolo de cultura».

El Puente de la bahía –Harbour Bridge– es el complemento perfecto para la Ópera. Con una longitud de más de un kilómetro, atraviesa la bahía para conectar el centro financiero con el norte, una zona más residencial. Esta construcción es un ejemplo muy claro del cambio de mentalidad de los habitantes de Sidney durante los comienzos del siglo XIX hacia los modelos de construcción norteamericanos. «Se dan cuenta de que el modelo europeo que venía de Londres era un modelo muy ajustado a una isla pequeña», afirma Aguiló. Y a partir de entonces deciden asumir la política norteamericana de conquista del territorio, con la construcción de largas carreteras, redes de ferrocarril y grandes rascacielos y a imitar el modelo de viviendas de una sola planta tan característico del norte de América.

Sin embargo, todavía quedan vestigios de lo que fue la ciudad en sus comienzos. The Rocks, lugar donde se establecieron los primeros colonos, es otro de los grandes atractivos actuales de la urbe. Este reducto, muy cercano al puerto, formado por antiguos pubs del siglo XIX reconvertidos en hoteles y calles adoquinadas, atrae cada día a miles de visitantes que desean conocer la cuna de la ciudad. Todo ello forma una urbe llena de posibilidades, aunque aislada de todo. «Está muy lejos, pero es muy bonita», concluye Aguiló.

Dieciséis hectáreas verdes

Además de contar con espectaculares playas, Sidney puede presumir también de contar con grandes zonas verdes. En el corazón del centro de negocios de la ciudad se encuentra el Hyde Park, con más de 16 hectáreas, lugar de tránsito habitual de los habitantes de la metrópolis. De mayor extensión aún es el Botanic Gardens, que posee treinta hectáreas de terreno que en sus orígenes estaban adscritas a la casa del gobernador y que en la actualidad albergan el jardín botánico, un conservatorio, un museo de arte así como algunos edificios institucionales de la ciudad.