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Spielberg: El cineasta destapa el primer «Wikileaks» de la historia

El director estrena «Los archivos del Pentágono», un homenaje a la edad de oro del periodismo americano y que reivindica el papel de los diarios y los medios de comunicación como garantes de la libertad de expresión a través de uno de los grandes escándalos políticos en EEUU

Ben Bradlee (Tom Hanks) y su equipo acuden al quiosco para leer la exclusiva
Ben Bradlee (Tom Hanks) y su equipo acuden al quiosco para leer la exclusivalarazon

El director estrena «Los archivos del Pentágono», un homenaje a la edad de oro del periodismo americano y que reivindica el papel de los diarios y los medios de comunicación como garantes de la libertad de expresión a través de uno de los grandes escándalos políticos en EEUU.

Steven Spielberg es una personalidad escindida, un director que más que a una generación, el denominado Nuevo Holywood, pertenece a una encrucijada personal. Sus preo-cupaciones cinematográficas proceden de la intersección que forman la imaginación y ciertos intereses humanos y humanísticos que tienen que ver con las distintas trepidaciones de la historia, que le han dejado una diversidad de temas en la cartera de lo emocional en los que ha ido ahondando a lo largo de su filmografía.

Mientras Martin Scorsese o Francis Ford Coppola afianzaban sus carreras con unas epopeyas transidas de violencia primitiva, como «El padrino» o «Taxi Driver», Spielberg apostaba por el naipe seguro del entretenimiento con ese exitoso órdago que resultó «Tiburón» (1975), que recuperaba la figura ancestral del monstruo como catalizador de viejos miedos atávicos. «Encuentros en la tercera fase» (1977), «En busca del arca perdida» (1981) y «E. T., el extraterrestre» (1982) le dieron el apodo de «Rey Midas» y cimentaron su prestigio.

Viejo periodismo

«The Post» procede de tensiones distintas y está emparentada con esa larga línea de producciones que son «La lista de Schindler» (1993), «Amistad» (1997), «Salvar al soldado Ryan» (1998), «Múnich» (2005) o «Lincoln» (2012). La cinta, titulada en España «Los archivos del Pentágono», es casi una improvisación. Surgió cuando Spielberg estaba involucrado en «Ready Player One», su próximo estreno, previsto para la primavera en nuestro país. Aunque rehuyó en un primer momento abordar este proyecto, un director como él, con la pátina de clásico que ya impregnan cada uno de sus planos (el arranque en Vietnam de este filme es una buena prueba de ello), debió resultar imposible resistirse a la tentación de emparejarse con esa genealogía de películas de ambiente periodístico que van desde «Luna nueva» (1949) y «Primera plana» (1974) y que llega a títulos más próximos en el tiempo como «El año que vivimos peligrosamente» (1982), «Los gritos del silencio» (1984), «Las flores de Harrison» (2000) o la exitosa «Spotlight» (2015), por mencionar algunas de ellas. Su precedente, el espejo en el que se mira, es, no obstante, «Todos los hombres del presidente» (1976), de Alan J. Pakula, precisamente un compañero de su generación, con la que entronca en un guiño final.

A nadie le debe extrañar que Spielberg aceptara el reto de encararse con los inconvenientes de la inmediatez –algo de esa urgencia ha quedado en la idiosincrasia de este filme– para sacar adelante un guión que cuenta con suficientes elementos para un interpretación en clave actual, empezando por ese presidente Nixon/Trump, que identifica con una distante sombra en el seno de la Casa Blanca. El actual presidente americano mantiene su particular guerra con los periodistas desde que irrumpió en el ruedo político. Los ha ninguneado, insultado y despreciado en televisión y las redes sociales. Ha procurado socavar su reputación a menudo, ha intentado evitar la publicación de libros sobre él y no ha vacilado en acusar y denigrar a los reporteros y los medios de comunicación que no se han mostrado dóciles ni sumisos con sus actitudes, comportamientos y políticas. Este contexto parece que lo ha aprovechado Spielberg para brindar su personal oda al periodismo en unos tiempos que están marcados por la «postverdad» y las «Fake News»; cuando la labor de los periódicos es erosionada permanentemente (esta semana,el propio Trump ha hecho pública la lista de los ganadores de los premios a las noticias falsas, unos particulares galardones que él mismo ha creado para ridiculizar y erosionar el prestigio de la cadena CNN, «The Washington Post», «The New York Times», «Newsweek» y «Time»).

Una guerra abierta

Spielberg ha irrumpido en medio de este escenario público con el argumento más inapelable y difícil de rebatir: una buena historia, en esta ocasión, además, real, la que protagonizaron el mítico Ben Bradlee, director del diario «The Washington Post», y Katherine Graham, propietaria de este periódico, interpretados respectivamente por Tom Hanks y Meryl Streep, que por primera vez coinciden en la gran pantalla. Los archivos del Pentágono, unos informes internos que demostraban que el gobierno de Estados Unidos estaba al corriente del fracaso de la guerra librada en Vietnam, y que sin embargo no modificó su actitud hacia el conflicto, a pesar de las vidas humanas que costaba cada semana, únicamente para evitar el supuesto desgaste político que suponía el anuncio de la derrota y la retirada de las tropas del sudeste asiático. «The New York Times» destapó el caso y a su lucha se unió inmediatamente «The Washington Post».

La película es una defensa de la primera enmienda de la Constitución de Estados Unidos, de las diferentes responsabilidades de la prensa con la sociedad, la necesidad de que los periodistas puedan desarrollar su ejercicio sin trabas, presiones ni obstáculos y, sobre todo, la obligación de garantizar la libertad de expresión.

Spielberg acude, para rubricar su particular homenaje, al espíritu de aquel viejo periodismo dispuesto a adentrarse en las cloacas del estado para revelar los trapos sucios que esconden los gobernantes; a esa edad de oro, marcada por el destape de escándalos como el Watergate o el que refleja este filme, y a cuya lupa, sin duda, no escaparía ni el mismo Frank Underwood. La resistencia de aquellos periodista, que desafiaron al poder y llegaron enfrentarse con la posibilidad de ingresar en prisión por contar la verdad al público aún pervive la memoria de varias generaciones. Spielberg lo evoca, igual que la composición de las páginas, el ruido de las rotativas al arrancar y el olor del papel y la tinta de los primeros ejemplares de un diario cuando salen de la imprenta. Se dirá que esas décadas de periodismo perduran en una dorada mitificación y que, en los tiempos de internet y las redes sociales, esa manera de ejercer este oficio es imposible, que eso ha desaparecido. Si es así, entonces, Trump ha ganado la batalla. Quizá, para evitar caer en ese pesimismo, Spielberg, el director que renunció a dirigir «Superman» por sacar adelante una historia de su juventud, quiere que volvamos a soñar de nuevo.