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Alberto Vázquez: «Este montaje debería recetarlo la Seguridad Social»

Alberto Vázquez / Actor. Encabeza el reparto del cabaret «La jaula de grillos» en el Teatro Amaya

Alberto Vázquez, actor
Alberto Vázquez, actorlarazon

Encabeza el reparto del cabaret «La jaula de grillos» en el Teatro Amaya

«La jaula de grillos» es una versión libre de la comedia francesa «La Cage Aux Folles» creada por Jean Poiret en 1973 y de las que se hicieron dos películas y un musical en Broadway. José Saiz la adaptó para el teatro Flumen de Valencia y ahora está en el teatro Amaya hasta el día 26. La vida de Alvin y César, una pareja homosexual dueños de un cabaret, se ve revolucionada ante la boda del hijo de César con la hija de un senador ultraconservador. El político, que promociona valores tradicionales, decide visitar a la familia del novio sin saber qué encontrará. El veterano Alberto Vázquez, curtido en musicales como «Mamma mía!» o «¿Hacemos un trío?» encabeza un reparto de 18 actores. Casi 100 trajes, 60 pelucas, lentejuelas y plumas en un entorno drag.

–¿Cabaret, revista, teatro... qué es «La jaula de grillos»?

–Ante todo, un cabaret con una historia dramática. Rompemos la cuarta pared que es típico del género, pero sus hilos argumentales suelen ser pobres y aquí hay un texto potente. La parte hablada tiene mucho peso y la musical también. El público se enamora de esta pareja de cincuentones tan particular.

–¿Qué diferencias hay con las películas y musical?

–En los filmes no aparece el cabaret. Todo sucede en la casa o en la calle. En el musical de Broadway, las canciones van hilvanadas con la historia. Aquí, Saiz lo presenta por bloques y los números musicales son los del cabaret. Se ve lo que pasa en la casa cuando no son artistas transfigurados y lo que ocurre en el cabaret cuando trabajan.

–Es un alegato a la libertad sexual.

–A la tolerancia, a la normalidad, la igualdad y, sobre todo, al triunfo del amor. Mi personaje, Zazá, hace de madre y es capaz de todo por el hijo, le muestra un amor incondicional aunque le esté fallando. Al final éste lo reconoce como madre porque se ha comportado como tal.

–Dice una canción: «No pido perdón, ni comprensión, pido... respeto»

–Es reivindicar el derecho a «ser como soy», como dice la canción. La condición no justifica nunca el desprecio ni la falta de respeto. Hay gente de traje y chófer robando y otros a los que se les da una paliza por pintarse una raya en un ojo. Reivindicar la dignidad de ser como se quiera.

–En esto se ha avanzado mucho.

–En el 73 hubiese sido muy distinto, presentar unos padres gay sería un escándalo imposible. Hemos avanzado muchísimo, pero más en las instituciones y las leyes que en la calle, que te siguen pegando por ir de la mano o besarte con tu pareja.

–¿En otros países no sucede tanto?

–Muchos tienen la pena de muerte. En otros mejor ni decirlo, ni pensar que los hombres puedan vivir juntos, tener hijos... en Europa occidental vivimos en un oasis teniendo en cuenta el resto del mundo.

–¿Cómo son sus personajes Alvin y Zazá?

–Zazá es amor puro. Sin vida y corazón, no sabría cómo defenderlo o justificarlo, contando lo estrambótica y excéntrica que es. He intentado cargarlo de verdad y sentimiento. Está locamente enamorada de César y de su hijo y es capaz de cualquier cosa por ellos. De ahí su drama cuando le fallan.

–Tiene un punto de diva.

–Es el contrapunto que permite un juego entre lo frívolo y lo profundo, entre lo excéntrico y lo íntimo. Se diría que es capaz de matar por un Bulgari, pero no, ese es un personaje que ha creado para divertirse en su cabaret. Es un amor de criatura que se mueve por y para los sentimientos.

–¿Hay algo de ellos en usted?

–¿De Zazá? Todo lo contrario, me ha permitido ser más desinhibido que nunca en mi vida, por eso me gusta y me provoca tanto. Jamás sería capaz de vestirme y actuar así, ni de tener la autoestima que tiene. Travestirse da mucha libertad.

–¿Y es una obra apta para todos los públicos?

–Sí, es blanca y esto es mérito del director, que ha evitado caer en lo chabacano y grotesco. Vienen abuelas, hijos y nietos. Se lo pasan igual de bien.

–Con esas plataformas que lleva, tendrán seguro de accidentes.

–Son tan altas que siento vértigo si me acerco al foso. Hay cambios donde paso de los dos metros entre tacones, peluca y el 1’86 que mido. Me caí dos veces, pero cuando lo dominas te sientes como pez en el agua.

–¿Y qué destaca de la música?

–Es muy notable. Zazá canta las grandes divas, Gloria Gaynor, Donna Summer, Bonnie Tyler...Hay dos temas del musical de Brodway, Fran Sinatra, Village People... Todos los temas disco de los 80 de iconografía gay. La música es protagonista absoluta.

–¿Cree que es terapéutica?

–Absolutamente, debería recetarlo la Seguridad Social. Los médicos deberían recomendar venir, sobre todo psicólogos, psiquiatras, terapeutas y los buenos amigos. De hecho, la gente repite y traen a otros. Tal y como está la vida, pasar dos horas así, evadido y riendo, no se paga con nada, no hay nada que cure más.

El lector

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