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Ángel Ruiz: «La copla se ha quedado obsoleta, pero no ha caducado»

Protagoniza «Miguel de Molina al desnudo», una obra que podrá verse hasta el 20 de febrero en el Teatro Rialto.

Ángel Ruiz
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Protagoniza «Miguel de Molina al desnudo», una obra que podrá verse hasta el 20 de febrero en el Teatro Rialto.

No sólo es un homenaje a uno de los artistas más laureados, perseguidos y atropellados de la historia de España. Tampoco se trata de una simple función teatral. «Miguel de Molina al desnudo» es toda una lección de vida, un espejo en el que vernos reflejados, un enaltecimiento de la libertad. Ángel Ruiz canta e interpreta algunas de las canciones más emblemáticas del malagueño, como «Ojos verdes» o «La bien pagá», para demostrar que la copla no ha caducado, aunque haya quedado obsoleta por la forma de interpretarla. La obra podrá verse hasta el 20 de febrero en el Teatro Rialto.

–¿Qué se siente al resucitar a alguien?

–Una mezcla de sentimientos, pero es un honor. Se trata de un personaje que cuanto más lo conoces, más te alucina. Siento que por fin se hace justicia dando a conocer lo que sufrió, lo que él quería que se supiera, más allá de la anécdota y el morbo de la paliza. Es un tipo que se adelantó a su tiempo. Cuidaba al detalle sus espectáculos. Fue el primero en los años 30 que en cada número cambiaba la escenografía.

–¿Cómo fue su vida?

–En poco tiempo alcanzó unas cotas de éxito impresionantes. Pero también estuvo llena de dramas y tragedias. Tuvo una vida atropellada por el régimen, que nunca le perdonó que fuera homosexual.

–¿Por qué su figura se vio tan envuelta en calumnias?

–Porque la mejor manera de eliminar al contrincante es calumniarle y enfangarle. En política pasa constantemente.

–¿Cuál fue el precio que pagó por su rebeldía?

–La paliza y el exilio.

–¿Lo echaron de España?

–No lo desterraron, pero le impidieron ejercer su trabajo, que era para lo que había nacido. Se dio cuenta de su infelicidad. No podía estar en este país.

–¿A Franco le gustaba la copla?

–No lo sé, pero supongo que a Franco no le gustaba nada. Secuestró la copla porque necesitaba una identidad cultural para su España. La usó como postal identitaria.

–¿Ha caducado?

–No. La copla sufrió un secuestro.

–¿Quiénes fueron los secuestradores?

–El régimen. Ahora no está secuestrada, pero ha quedado una imagen de ella muy chata. La verdadera copla estaba llena de libertad y frescura. Fue la que cultivó, por ejemplo, Federico García Lorca, quien constituyó el referente que guió a Miguel de Molina. El asesinato del poeta fue premeditado. Algo se nos fue con él.

–Ya nadie canta copla...

–Porque se ha quedado obsoleta. Sobre todo, la manera de interpretarla. Es una cuestión de forma, no de contenido. Pero nos hemos acostumbrado a la imagen de la folclórica con la peineta y la bata de cola, que sobreactúa con un drama que no nos creemos.

–¿Tendría hueco en el panorama musical actual?

–Si se interpretara desde otro punto de vista, desde la pureza y el respeto a la poesía y a la música, sí.

–¿Puede ser cada copla una obra de teatro completa?

–Por supuesto. Las coplas son microteatros hechos música. Es un género cuya interpretación requiere ser un actor, no sólo un cantante. Son pequeños musicales en los que se cuentan historias con tinte tragicómico o melodramático.

–¿Es este espectáculo una lección de vida?

–Totalmente. Nos enseña que hay que amar y estar comprometidos con lo que se hace, que debemos querernos y respetarnos... Y que no tenemos que olvidar el pasado, porque si no corremos el riesgo de volver a repetirlo.

–¿Un estandarte de la libertad?

–Desde luego. Hemos dejado de valorar la libertad y la responsabilidad que conlleva ser libre. No valoramos lo que tenemos.

–¿Quién sería el Miguel de Molina de la actualidad?

–(Piensa) El problema es que hoy no tenemos referentes. Vivimos una época de crisis de liderazgo en la política, en la cultura...

–¿Qué pensaría él de esta España?

–Le sorprendería nuestra capacidad de aguante.

–¿Y la España actual de él?

–Seguramente habría quienes le insultaran, le llamaran maricón y le dijeran que se fuera del país... Hay un desprecio que forma parte de la idiosincrasia española.

–¿Por qué motivo se desnudaría usted?

–Por calor. Soy bastante nudista. No tengo ningún reparo en desnudarme. Ya sea en una playa o en un escenario.

–¿Se considera un actor que canta o un cantante que actúa?

–No puedo dividirlo. Incluso cuando canto necesito interpretar. Pero digamos que soy un actor que canta.

–¿Entra el público en su bolsillo?

–Entra en el de Miguel de Molina. Los espectadores tienen la sensación de que sobre el escenario está el auténtico.

–Pero que antes se quiten el sombrero...

–(Risas) ¡Y que apaguen los móviles!