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Antonia San Juan: «Psicoanalizarse por higiene mental debería ser habitual»

Actriz. También pintora y poeta, artes que practica porque necesita «expresar todo lo que está ocurriendo en mi mundo psíquico»

Antonia San Juan
Antonia San Juanlarazon

Este mes está en Madrid con su obra «Lo malo de ser prefecto». Es la protagonista, la productora, la coescritora, junto a Luis Miguel Seguí, y la directora. Que ella se lo guise y se lo coma se debe a que «no me ofrecen papeles para poder desarrollar el talento que creo que tengo».

–¿En qué se ha apoyado durante su carrera?

–Félix Sabroso, la universalidad del personaje de Agrado en «Todo sobre mi madre», y el revulsivo que ha supuesto Estela Reynolds en «La que se avecina» son los tres pilares que han sostenido hasta el día de hoy mi carrera y lo que ha ido llevándome de un trabajo a otro. Lo normal sería que con el éxito que tuve en la serie recibiera propuestas para televisión y cine, pero no he sentido que haya tenido oportunidades. En estos momentos me cuesta bastante. Me gustaría que me llamasen para un proyecto que no sea mío porque quiero que me quieran. Me encantaría hacer un casting, porque nunca he estado en uno, para que un director vea que, además de hacer comedia, que estoy encadenada a ella, también puedo enfrentar un papel dramático.

–En 2015 se cumplen 35 años desde que llegó a Madrid.

–Vine con la maleta vacía desde Canarias en 1980, con 25.000 pesetas en el bolsillo, pasando mucha hambre, robé para comer en el día, me cogí dos neumonías porque mis defensas estaban muy bajas, me quedé pesando 48 kilos, y nunca informé a nadie. Todo el esfuerzo que realicé cuando era veinteañera lo estoy recogiendo ahora. Mi madre era pobre, no me podía dar dinero para pagar el alquiler, pero intentaba mandarme una caja de comida al mes. Estoy orgullosa porque todo el sacrificio que ella hizo valió la pena.

–¿Por esa dureza de la vida cultivó un humor tan irónico?

–Lo hice a través de la lectura. Yo no soy inteligente, lo son los autores que leí. Desde Freud a Lacan, o Borges. Sigo leyendo todo lo que puedo, aunque cuando trabajo en la tele lo practico menos porque tengo la responsabilidad de estudiar y las horas se las dedico a la memorización.

–¿Le gusta el psicoanálisis?

–Bastante. Psicoanalizarse sin estar mal, «depre», debería ser algo habitual para favorecer la higiene mental, tanto como preocuparnos por tener buena salud corporal. Cuando tengo que hablar de temas íntimos voy a un profesional, no se lo cuento a mi amiga y hago terapia barata con ella.

–¿Su teatro tiene psicología?

–Sí, he intento que no tenga ideología ni dogma, porque todo ya está demasiado estructurado y el individuo funciona esquemáticamente. Las personas se asustan ante las novedades porque poseen una idea preconcebida de lo que van a hacer. Estamos expuestos a caerle bien o mal a la gente, a que tengan una versión de ti sin que te conozcan de nada. Y nos insultan, nos denigran, nos humillan, nos rebajan, dicen cosas de nosotros que no saben sencillamente porque te conocen de verte en la tele.

–¿Ha notado que respecto a usted el público se cree expectativas?

–Sí, me dicen «te quiero», y yo me asombro porque no me conocen. Para eso tienen que vivir conmigo, desayunar e ir al cine juntos y marcharnos a París un fin de semana. Entonces ahí puedes decidir si te gusto o me quieres o me deseas. Y cuando me odian de una manera exacerbada y absurda, esa persona es una enferma, porque tampoco puede hacerlo sin saber de mí.

–Con Estela Reynolds se ha ganado el cariño de bastante gente.

–Y la antipatía. Siempre que expones un trabajo el 50% de la gente va a estar a favor y el resto, en contra. Uno debe quererse a sí mismo, y si esto lo logras transmites una tranquilidad y un rollo que al otro le atrae y le gusta.

–¿Usted lo consigue?

–Me cuesta. Estamos poniéndonos pegas constantemente. Yo también. Mi trabajo, lo desmenuzo, lo analizo y lo juzgo. Y como persona también lo hago y tengo un psicoanálisis donde soy autocrítica, puedo hablar de todas mis miserias, que padecemos todos los seres humanos, sin contárselas a una amiga que luego se las dice a otra y después ésta se lo comente a otro y el tema se convierta en una bola de basura.

–¿Es cada vez más autocrítica?

–He aprendido a hacer una lectura de los acontecimientos a mi favor. Si alguien me agrede por una red social pienso: «Está viviendo en un pueblo, jodido, no tiene posibilidades. Es normal que me ataque porque observa que estoy en una posición privilegiada y le provoco envidia. Se niega a entender que he trabajado para conseguirlo y cree que me ha caído del cielo». La gente realiza una lectura muy zafia en su beneficio, hay que perdonarles y ser respetuosos con la intolerancia que practican y de la que algunos hemos logrado desligarnos, pasando a ser individuos sanos. Ésa es la persona es la que ha sido capaz de separarse de la familia sin abandonarla. La gente piensa que querer a la madre es meterte en su casa con tus hijos y tu marido y darle a los nietos para que la señora, que ya está en una edad a la que le toca descansar, haga todo el trabajo.

El lector

Para Antonia San Juan, la información ha perdido objetividad como parte de un efecto que ha sufrido la sociedad: «Todos hemos caído en la subjetividad, en no admitir la opinión de nadie si es distinta a la tuya». Sin embargo, ella, aunque se considera «una persona de izquierdas», se mantiene abierta a todas las opiniones, incluidas las de la prensa: «Me sorprenden cosas que leo en periódicos entendidos como de un pensamiento alejado al mío, como LA RAZÓN, y al contrario también porque no encuentro nada con lo que me identifique. Es que las ideologías murieron en el siglo XX».