Estreno teatral

Arthur Miller peligro de «salemización»

El CDN recupera de la mano de Andrés Lima «El crisol», del autor estadounidense, para hacer una alegoría entre los hechos históricos que narra la trama, la caza de brujas vivida por el escritor y los rebrotes fascistas de hoy.

Quince actores componen el elenco de «Las brujas de Salem», que llegan a Madrid en una versión más «claustrofóbica», dicho por su director, que la que se vio al aire libre en el Grec de Barcelona
Quince actores componen el elenco de «Las brujas de Salem», que llegan a Madrid en una versión más «claustrofóbica», dicho por su director, que la que se vio al aire libre en el Grec de Barcelonalarazon

El CDN recupera de la mano de Andrés Lima «El crisol», del autor estadounidense, para hacer una alegoría entre los hechos históricos que narra la trama, la caza de brujas vivida por el escritor y los rebrotes fascistas de hoy.

Arthur Miller supo lo que era una caza de brujas. De la boca del director de cine Elia Kazan salió su nombre como señalado. Un «peligro público». Entre otros, se le acusó de tener afinidades con el mundo comunista, ser un conspirador contra la moral y la política de Estados Unidos... Inaceptable en la Era McCarthy. Sin negar su asistencia a reuniones ni haber firmado manifiestos, nunca reconoció su «delito»: ser comunista o tener vínculos con el partido. Del mismo modo que las presiones de la Comisión de Actividades Antiamericanas fueron insuficientes para que Miller hiciera de chivato. ¿Veredicto? «Culpable por desacato al Congreso». Ocurrió en mayo de 1957 pero, meses después, el Tribunal de Apelación le libraría de entrar en prisión con la anulación de la condena.

Pero ese miedo para controlar a las masas, el terror para imponer, ya había sido instaurado por el senador Joseph McCarthy a inicios de la década y, aunque a Miller le tocase sufrir sus efectos durante sus últimos coletazos, fue algo que desde su inicio le tuvo pendiente; tanto como para recoger esa atmósfera en «El crisol» (1953) –«Las brujas de Salem»–, la obra de teatro que apoyó en un hecho real de finales del siglo XVII como alegoría de la campaña dirigida por el senador. Ahora es Andrés Lima el que busca recurrir a entonces para trazar «un paralelismo entre la obra y la situación actual», comenta el director, que recupera en Madrid el montaje –versionado por Eduardo Mendoza– que ya estrenó al aire libre en el pasado Grec.

Recurre a los «múltiples planos» que le ofrece la pieza de Miller para hacer su lectura contemporánea: «Uno de ellos podría ser el renacimiento de un nuevo fascismo en Europa y EE UU fruto de las políticas que se aplican y que son consecuencia del fracaso del capitalismo. El conflicto que plantea el original, los juicios en Nueva Inglaterra, responden a las consecuencias del poder absoluto del Estado, de un Estado-Iglesia, en este caso. La iglesia, en nuestro tiempo, las enseñanzas de una moral católica, el ambiente cerrado que vivimos no hace tanto tiempo puede verse en esta historia», apunta.

Del paraíso a la cárcel

Además, el director también pone su ojo crítico en «la manipulación de Estado a través del miedo», donde una sociedad de orden sólo conserva éste mediante la represión. Cómo la manipulación hace de un paraíso una cárcel. «La historia muestra cuándo el poder emplea el terror para crear el pánico y la histeria; incluso, con gente matándose entre ellos –habla Lima–. Hay un rebrote que utiliza este método aunque debajo de ello no haya más que la codicia humana y el deseo de hacerse con la mayor cantidad de posesiones». Mirando directamente a EE UU, Lima valoró la elección de Trump como el posible inicio de una etapa de «tradición puritana»: «Llevan a Salem en sus genes y es posible que corra el peligro de volver a ‘‘salemizarse’’. Trump es un personaje exacerbado que genera una tensión enorme y, además, es un personaje muy peligroso, hijo del neoliberalismo», expuso durante la presentación en el Valle-Inclán.

Así, Lima busca huir de la anécdota de lo que ocurrió en Salem –derivado de Jerusalén– y en ese condado de Essex y ampliarlo a una visión en la que se englobe lo que sucede a día de hoy. Siempre inspirado estéticamente bajo la imagen de sectas como los amish y otros grupos puritanos, «que mantienen desde hace décadas la vestimenta»; jugando con el anacronismo, «ya que las ideas puritanas no han evolucionado desde 1650», completa.

Por otro lado, el director madrileño vuelve a recurrir a la figura del narrador, que ya utilizó en otros montajes como «Falstaff» y «Hamelin». Peso que recae en Lluís Homar, que, sin ser ajeno a la obra, va guiando al espectador por la función e interpretando al gobernador de Danforth. Respecto a la contemporaneidad del argumento, el actor añade que «el ser humano tiene una doble vertiente con la que es capaz de hacer barbaridades como las de Salem, el nazismo o las brutalidades que hemos visto en España. Avanzamos mucho tecnológicamente, pero, lo queramos o no, somos eso. El alma humana va muy despacio y Miller fue capaz de mostrarlo».

Lo hizo a través de un contexto religioso, sin dejar de ser político, que tiene en Salem a su protagonista principal: una comunidad rural regida bajo las estrictas normas que dicta la Iglesia. Con esta hipoteca, su realidad queda trastocada ante el rumor de que una de las chicas del pueblo era víctima de un maleficio, sin ser más que unos bailes y la búsqueda de los límites de la adolescencia. «Brujería», para el resto del pueblo, con la consiguiente histeria colectiva. Lo que no va más allá de la imaginación de una de las chicas se convierte en la caza de brujas que de verdad ocurrió en 1692. «Es una obra llena de matices, y de historia. Una de las mujeres fue ahorcada por no saberse los mandamientos. ¿Quién los sabe hoy?... En la representación desaparece el ego del actor porque se incide en el terror, el que producía en mucha gente que durante dictaduras y guerras era buscada en sus casas sin saber adónde iba», cierra Nora Navas, Elisabeth Proctor en Salem.