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«Autobiografía de un yogui»: El Brujo, poco yoga y más de lo mismo

La Razón
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Autor: Rafael Álvarez «El Brujo», sobre la obra homónima de Paramahamsa Yogananda. Director e intérprete: El Brujo. Teatro Cofidis Alcázar. Madrid. Hasta el 12 de noviembre.

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El Brujo se aleja de los personajes y autores clásicos para rendir tributo en su nuevo espectáculo al yogui y swami hindú Paramahansa Yogananda, impulsor del raja-yoga en Occidente. Ateniéndose a su ya explotadísima pero eficaz manera de expresarse sobre un escenario el actor deja brotar en «Autobiografía de un yogui» esa inquietud espiritual suya que ya había asomado, casi siempre en menor medida, en muchas de sus creaciones anteriores. Curiosamente, las consiguientes dudas que parecía generar siempre en él ese interés por lo espiritual y lo religioso no quedan tan explícitamente plasmadas en este espectáculo como en otros suyos, en los que siempre sabía caminar con exquisita soltura en un punto medio entre el tributo y la parodia. No es que en este no haya humor, pero podría decirse que ese humor está menos vinculado que otras veces a la reflexión irónica que El Brujo suele hacer de los propios acontecimientos que él mismo homenajea en su narración. Ciertamente, en la obra la risa viene dada casi siempre cuando introduce argumentos y elementos dramáticos que no tienen que ver directamente con la historia sobre la cual se ha construido el espectáculo. Pero incluso en esos temas ajenos a la historia básica, que en esta ocasión son, entre otros, Einstein y la ciencia; el glamur y los «realitys»; el cine y el teatro; Shakespeare... encontramos al actor más reflexivo y menos alocado. De hecho, se permite cierto atisbo de melancolía en la relación que establece entre la luz de una fotografía y la luz como única verdad física de la existencia. Hay además un doble obstáculo en el material original: por un lado, está plagado de nombres propios hindúes que cuesta memorizar y relacionar debidamente; por otro, el tema en sí no interesa tanto al espectador occidental que no sea un verdadero aficionado al yoga. Si a esto le añadimos que no parece que haya en El Brujo el más mínimo interés por explorar otros terrenos dramatúrgicos menos transitados, podemos resumir diciendo que es más de lo mismo que viene haciendo desde hace mucho: está resuelto con su inconmensurable talento, pero carece de brillo y, por supuesto, de originalidad.