Teatro

Teatro

«Distancia siete minutos»: Dictando sentencia

La Razón
La RazónLa Razón

Autores, directores e intérpretes: Diego Lorca y Pako Merino. Teatro del Barrio. Madrid. Hasta el domingo.

­

La compañía catalana Titzina Teatro regresa a Madrid con un montaje que, a pesar de haber gustado prácticamente a todo el mundo que lo ha visto, desgraciadamente no ha hecho, ni en su primer estreno ni en esta reposición en el Teatro del Barrio, todo el ruido que hubiera merecido. Probablemente el título de «Distancia siete minutos» –duele verlo sin la coma que debería tener– sea lo peor de una obra sencillamente hermosa, profunda, directa y bastante novedosa en su lenguaje escénico sobre la áspera relación de un padre y un hijo afectados por la tragedia del suicidio de la mujer del primero y madre del segundo. Félix, protagonista de esta singular historia, es un joven juez que necesita trasladarse al domicilio de su padre cuando su vivienda resulta damnificada por una plaga de termitas. El incómodo contacto con su progenitor y su actividad diaria en la judicatura, afectada por el surrealista modo en que los acusados tratan de defenderse de los delitos que se les imputan, van minando paulatinamente su ánimo y haciendo que se rebele contra la sumisa manera que siempre ha tenido de ir aceptando el destino. Diego Lorca interpreta a este atribulado juez mientras que Pako Merino va incorporando, además del personaje del padre, todos los demás roles que aparecen en la función y que van incidiendo en la estructura intelectual y emocional del protagonista. Y todos esos cambios de escenarios y personajes se realizan con una agilidad pasmosa, eliminando prácticamente toda transición para ir vertiginosamente al fondo del asunto, dejándose llevar por un texto perfectamente armado por ellos mismos que solo necesita ser dicho con la convicción que los dos muestran. Lorca y Merino realizan un fantástico viaje, llevando al espectador consigo, hacia esos intersticios del alma humana en los que se asienta siempre su vulnerabilidad.