Estreno teatral

«El plan»: Ternura y vileza del perdedor

Autor: Ignasi Vidal. Dirección: Ignasi Vidal. Intérpretes: Chema del Barco, Javier Navares y Manuel Baqueiro. El Pavón Teatro Kamikaze. Madrid. Hasta el 30 de octubre.

La Razón
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A pesar de que su argumento invita a pensar que estamos ante una comedia más, convencional y sin muchas pretensiones, «El plan» resulta ser un sólido artefacto teatral, difícil de encuadrar en género alguno –puesto que lo trágico y lo cómico hacen acto de presencia de forma totalmente independiente–, que aborda de forma nada superficial algunas cuestiones como la amistad, las relaciones de pareja, la precariedad laboral o la frustración vital. Tres amigos que se han quedado en paro tras el cierre de la fábrica en la que trabajaban se reúnen en casa de uno de ellos para llevar a cabo un plan, al que el título alude, que sólo al final de la obra llegará a desvelarse. En esos momentos previos a ponerlo en práctica, el espectador irá conociendo la relación que existe entre ellos y el estado personal y familiar en el que se encuentran por el hecho de estar en paro y no tener demasiadas expectativas de que esa situación pueda cambiar. Una de las virtudes de la obra reside en el tratamiento de una comicidad atemperada por Ignasi Vidal, en su faceta de director, para que discurra con una pátina de realismo inusitado en este tipo de obras: sin exagerar el gag, sin recurrir a la parodia y sin desbocar el ritmo. Él mismo se ayuda en su otra faceta, la de dramaturgo, con unos diálogos muy bien escritos en líneas generales, salpicados de oportunas interrupciones que dan a la función un aire naturalista y que buscan más la empatía del público con unos personajes graciosos en su infelicidad que la sonora carcajada por sus flaquezas. Pero no sería posible transmitir con eficacia esa sencilla cotidianidad de los tres protagonistas, tres tipos cualesquiera que jamás brillarán en nada, sin unos actores tan acertados como están aquí, en roles muy distintos y nada fáciles, Chema del Barco, Javier Navares y Manuel Baqueiro. Lástima que el drástico giro argumental hacia el final de la obra, aunque se desarrolla con enorme vigor teatral, esté justificado en la dramaturgia de forma un tanto endeble. Asimismo, el hecho de escamotear al espectador la información relacionada con el supuesto plan que han de ejecutar los protagonistas resulta demasiado forzado en unos diálogos que, cuando pasan por el asunto, pierden su hasta entonces notable credibilidad.