Teatro

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El teatro alternativo recupera la memoria

Los principales centros de documentación de artes escénicas de España se unen para recopilar todo lo que rodeó la escena independiente en un proyecto que durará hasta 2017

Incompleto. De izquierda a derecha, Ramón Barea, Ález Angulo y... en «Vivir por Bilbao» (1975), de Cómicos de la Legua. Ese vacío de la foto es el que intenta rellenar este proyecto
Incompleto. De izquierda a derecha, Ramón Barea, Ález Angulo y... en «Vivir por Bilbao» (1975), de Cómicos de la Legua. Ese vacío de la foto es el que intenta rellenar este proyectolarazon

Los principales centros de documentación de artes escénicas de España se unen para recopilar todo lo que rodeó la escena independiente en un proyecto que durará hasta 2017

Un grupo de jóvenes artistas –muy importante el factor de la edad– que intentaron cambiar el modo del que se hacía el teatro partiendo en el compromiso político, el gusto por lo estético, la modernidad, y siempre bajo la idea de devolverlo al público general. Un privilegio que en muchas ciudades se había centralizado en exclusivos espectadores de la pequeña burguesía. Por entonces –los años sesenta y setenta y con la dictadura en la cuesta abajo– algo que hoy puede parecer tan normal como el ir de pueblo en pueblo o de villa en villa no era tal; de ahí que surgiera un espíritu de liberar las plateas a todo el mundo, recuperarlas para quien siempre habían sido y darle al teatro un aire de libertad en un momento complicado. Todo ello en una lucha constante contra la censura en la que las opciones, en el caso de no cumplirla, eran claras: «Multa o noche en el calabozo», recuerdan sus protagonistas.

Puede adaptarse a una definición general y rápida de lo que fue el teatro independiente de la época, una vía de liberación para muchos actores y creadores de la dictadura que se terminó convirtiendo en cuna de más de un maestro de nuestros tiempos. «La herencia de todo ello se vio en los años ochenta, cuando todos aquellos que habían dado sus primeros pasos aquí en este terreno se convirtieron en grandes figuras», apuntilla Cristina Santolaria –subdirectora general de Teatro del Instituto Nacional de Artes Escénicas (Inaem) y colaboradora del proyecto–.

Éste es el caso de Guillermo Heras, que recuerda cómo surgió un movimiento en torno a los campus universitarios, «donde se empezaban a colar ciertas obras y artistas que fueron expandiéndose a base de grupos ‘‘amateurs’’», comenta el que fuera director de Tábano desde el año 1974. Un grupo puntero de todo el movimiento que fue en consonancia a otros como Akelarre, Comediants, Dagoll Dagom, Els Joglars, Esperpento Teatro Experimental Independiente...

- Inicios catalanes

Ese año 74 correspondió con el periodo de esplendor de todo ese movimiento que ya comenzó a desarrollarse a principios de los sesenta en Cataluña, donde «surgió una generación de compañías, algunas de ellas hoy en activo, que realizaron unos espectáculos combativos, vitales y con innovadoras aportaciones respecto a la estética teatral del momento» –asegura Magda Puyo, directora del Institut del Teatre de Barcelona–. Por entonces, la dictadura ya había bajado la vara de medir y las ansias de libertad multiplicaban los resultados de todos esos esfuerzos que venían de años atrás, «comprometidos social y políticamente, porque por mucho que los autores insistan en que no era así, la sensación que recogía el público era ésa», explica Cristina Santolaria. Hecho verificable con sólo ceñirse a la historia y a sus fechas, que muestran cómo la llegada de la democracia terminó con buena parte de la fuerza del teatro independiente.

Un final que no se ha borrado por completo porque tampoco hace tanto de todo, pero que, sin embargo, sí que se ha desvanecido en parte. Por supuesto que se guardan muchos testimonios y documentación de aquello, pero no toda la que se debiera o que gustaría. Es por ello que, impulsados por el Reina Sofía –que acoge hasta el día 27 el primer ciclo de conferencias, mesas redondas y proyecciones– y el Inaem, los tres principales centros de documentación de artes escénicas del país: el Centro de Documentación Teatral, el Institut del Teatre de la Diputación de Barcelona y el Centro de Documentación de las Artes Escénicas de Andalucía han propuesto juntarse en «Teatro Independiente en España 1962-1980» para acabar con la mayor parte de ese vacío.

«Uno de los problemas que hemos encontrado es el trabajo de investigación; de momento hemos recogido algo más de veinte grupos, pero esperamos llegar a unos noventa. Cuando te pone a ver libretos dos era T.I. –Teatro Independiente–. Dirección musical: T.I., iluminación: T.I., guión: T.I.... Todo se movía bajo la idea de ser colectivo. Y así es muy difícil dar con todos los nombres. Pero poco a poco hemos conseguido dar con varios nombres y esperamos que con este proyecto se complete mucho más», analiza el dramaturgo José Ramón Fernández.

- Periodo olvidado

Con este espíritu nace una idea que se prolongará hasta 2017 a través de seminarios, charlas y congresos, que centrarán todos sus esfuerzos en condensar toda la información posible de este periodo teatral. «Pretendemos paliar esa situación de olvido histórico –continúa Santolaria– captando y ofreciendo recursos a los investigadores, a los estudiantes, profesionales y aficionados a esta época fundamental para la historia de nuestra escena reciente». Un referente que además de rotar en sus diferentes actividades por Barcelona, Madrid y Sevilla se podrá consultar en la página web (http://teatro-independiente.mcu.es), en la que se subirán los avances que se vayan logrando y que se pueden consultar desde ya.

Por otra parte, para muchos sólo fue un movimiento político que no fue más allá. Una corriente en la que no se realizó ningún tipo de investigación escénica o avance. Pero no, como se encarga de demostrar Guillermo Heras durante su exposición: «En algunos grupos, como el mío, optamos por una vía más popular, pero otros realmente sí se centraron en progresar, por eso es bueno que en estas jornadas también se ponga el acento en esta parte. No sólo en la reivindicación, que existió, que por supuesto que la hubo. El teatro independiente era un proyecto conjunto como demostraban esas iniciales T.I., la escritura era colectiva, todas las ideas sumaban. Normalmente existía alguno más centrado en la parte de la autoría, el dramaturgo, que se dedicaba en mayor medida a la creación, pero todo se construía de forma colectiva». Así se comenzaron con montajes circulares, rescatando el teatro en la calle, lenguaje de vanguardia... Muestras de las múltiples pruebas que se fueron haciendo en esas giras eternas de pueblo en pueblo. Como la que recuerda Heras especialmente, la de «La ópera del bandido», que en año y medio interpretaron hasta en 170 ocasiones, por toda España y Europa, porque también existía un gran circuito de inmigrantes por el continente.

De todas esas «tournés» han salido esos maestros que se citan al principio y que ahora han arrastrado a toda una generación comprometida socialmente hasta la médula, lejos de grandes florituras e historias comerciales, pero que igualmente podrían llenar fácil cualquier cartel de la Gran Vía.

Furgoneta, política y romanticismo

Ante todo, eran los años 60. Y aunque en España lleváramos cierto retraso con respecto a las corrientes artísticas internacionales, el movimiento «hippy» estaba en su esplendor y había recalado en nuestro país como una actitud contagiosa. En le caso del teatro independiente no era una excepción: «Íbamos de gira en furgoneta, parando por todas las provincias y recaudando cada noche el presupuesto del día siguiente», recuerda Guillermo Heras. «Era una vida dura, pero también éramos jóvenes. Se trató de un movimiento que era muy diverso, pero que no se puede entender sin la condición de lo político, aunque cada uno tuviera su estética. Nos movía un elemento transformador de la sociedad. Y, desde luego, cierto romanticismo», rememora.