Teatro

Comunidad de Madrid

Miguel del Arco: «Si quieres adelgazar, alquílate un teatro»

Repone «Arte» en las tablas de su Pavón Kamikaze, el capricho de cuatro inconscientes que ya suma un año y medio de vida y que les ha llevado a ser los hombres del año de la escena española.

(De izda. a dcha.) Cristóbal Suárez, Roberto Enríquez, Jorge Usón y Miguel de Arco, un director «muy pesado», como él mismo se define
(De izda. a dcha.) Cristóbal Suárez, Roberto Enríquez, Jorge Usón y Miguel de Arco, un director «muy pesado», como él mismo se definelarazon

Repone «Arte» en las tablas de su Pavón Kamikaze, el capricho de cuatro inconscientes que ya suma un año y medio de vida y que les ha llevado a ser los hombres del año de la escena española.

Podía haber elegido susto, pero se decantó por muerte. Lo que pasa es que «entre cuatro todo es más fácil» y, junto a sus socios y colegas –«Isra, Aitor y Jordi»–, Miguel del Arco ha logrado esquivarla, al menos, durante año y medio. Es el tiempo que lleva abierto El Pavón Teatro Kamikaze, un proyecto que se construyó con más corazón que cabeza y que ahora demuestra que la razón no siempre acierta. De insostenible e ir de cabeza a una pileta seca a «más cerca de ser sostenible» y ver agua en el fondo de la piscina. Hicieron bueno eso de «quien no llora no mama» y por el camino bajó el IVA, les llegó el Premio Nacional, la subvención de la Comunidad de Madrid y todo se ve de otro color. Entre tanto, ellos no pararon de programar, dirigir, actuar, crear, vender entradas, limpiar baños, construir escenarios... Lo que hiciera falta porque «estamos para todo». En cartel, «dramaturgia contemporánea, autores vivos», su apuesta. Lo último: la reposición de «Arte» –la pieza de Yasmina Reza que ya dirigió Del Arco en junio y que mantendrá hasta el 7 de enero–, donde un cuadro en blanco pondrá a prueba la relación de tres amigos. Aun así, el director lo ha dejado todo atado para escaparse: «Me voy al campo y me despido hasta el año que viene, porque si no me quito del medio no hay manera de desconectar», resopla.

–No todo va a ser teatro...

–Por favor... También está bien salir a ver un árbol o un campo abierto.

–¿Ha sido 2017 su año?

–Espero que no, que tengamos otros mejores (risas). Pero sí, ha ido muy bien, ha sido estupendo, fabuloso, cojonudo... Aunque casi nos cuesta la vida.

–El «boom» mediático fue el Premio Nacional de Teatro, por si había alguien que no les conocía...

–Un buen espaldarazo...

–...Entonces, dijeron que su futuro seguía en el aire, ¿se ha dado un paso más hacia la sostenibilidad?

–Sí, la Comunidad de Madrid ya ha hecho público que nos va a ayudar. Y esa subvención nos apoya de forma notable con el terrorífico alquiler que estamos pagando, que muchas veces parece que solo trabajamos para ello. Esto no lo cubre entero, pero es un paso adelante, y a la vez ya estamos hablando con el Ministerio y el Ayuntamiento.

–Costó, pero, por fin, Carmena a pisado el Pavón Kamikaze, ¿no?

–Sí, para mí es una mujer fabulosa a la que le ha pesado que el área de Cultura ha tenido demasiados problemas desde un principio: Zapata, Mayer, Eraso... Ahora mismo se va centrando con dos puntales como Getsemaní (San Marcos) y Paula (Foulkes). Pero mi héroe es Jaime de los Santos (director de la oficina de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid), un tipo excepcional que sabe de lo que habla.

–Antes ha tocado el «delicado» tema del alquiler...

–Eso es una batalla perdida. Mira que todo el mundo de la profesión ha mostrado una actitud favorable al proyecto, pero nuestro casero, que también es del gremio, nunca ha tenido un gesto amable. Una vez le planteamos la posibilidad de bajar un poco el alquiler, y aun así seguía siendo una pasta, y nos dijo que si no nos gustaba ya estábamos cogiendo las maletas.

–Poderoso caballero es Don Dinero, dicen...

–Sí. Me consta que va diciendo cosas muy «bonitas» de nosotros y no entiendo por qué. Hasta ahora no hablaba de este señor, pero asegura que debemos de estar forrados porque no fallamos ni un mes... Encima de ser cumplidores nos pone de que nos sale el dinero por las orejas estando la cosa como está... No quiero ni verle, por triste que suene.

–Si algo les ha enseñado esto es a abrocharse el cinturón...

–(Risas) Pero de una forma brutal. Por el riesgo de las propuestas seguimos comportándonos como si fuéramos un teatro público, pero porque estamos un poco chalados. Se activan otras cuestiones mentales que tienen que ver con la creatividad. Todo es mucho más fácil cuando puedes llamar a Fulanito para que se ocupe de un asunto, pero ahora mismo nosotros no lo podemos hacer y por eso soy un director con mucho prestigio y, al mismo tiempo, el tío que pasa la mopa en los baños. Es lo que hay...

–Así no deja de tener los pies bien pegados a la tierra.

–Absolutamente. Todos estamos para todo. Podríamos haber elegido estar en un sitio más cómodo, pero hemos optado por hacer el que queríamos que fuera nuestro proyecto y ahora toca ser consecuente con ello.

–Lo de abrocharse el cinturón es literal, porque los cuatro socios están finísimos. Tienen que patentar la dieta del kamikaze.

–(Risas) Dejé de fumar y, en vez de engordar, perdí varios kilos. Si quieres adelgazar, alquílate un teatro.

–En «Arte» hay tres tipos que desgarran su amistad, ¿qué tendría que pasar para que ustedes cayeran en lo mismo?

–Todo puede pasar, pero tengo la misma seguridad que con mi familia de que jamás en la vida me voy a pelear con Jordi, Aitor e Isra. Mi lotería es tener estos compañeros. Además de tener un pensamiento muy parecido sobre la profesión, me cuidan. Son amigos. Lo que pasa en «Arte» no va a pasar jamás en los kamikazes.

–Alguna discusión...

–Eso sí. Tenemos cuatro personalidades muy fuertes y discutimos a brazo partido, pero sin una falta de respeto. Aunque, luego, siempre hay muchas risas. El sentido del humor es algo que hasta en los momentos más terribles, que los ha habido, ha funcionado. Es muy poco habitual que los cuatro tengamos pareceres iguales y eso le da al Pavón un sesgo polifónico en el que todos los votos cuentan y en el que cualquier decisión es tomada por consenso. Hay diferentes perfiles: más conservadores, más inconscientes, más creativos, más cartesianos...

–De vuelta a «Arte», ¿compraría ese cuadro?

–Sí. No compro más obras porque no tengo dinero, pero lo colgaría.

–¿Sigue ejerciendo de director en esta segunda etapa y retocando cosillas?

–Yo mismo me llamo pesado, pero es una maravilla. Todo lo que se aprende en el teatro es gracias a la repetición diaria, ver las obras, qué funciona, con qué se ríe la gente... El otro día me pasé, les dije cuatro cosas y al día siguiente me llamaron los tres para decirme que lo habían hecho cojonudamente. Una cosa tan tonta como recordar...

–Cuando estuvo Reza en el Pavón dijo que no le gusta la palabra artista, ¿cómo se definiría usted?

–Me gusta más el término artesano porque lo nuestro es el día a día. En el término artista hay algo que parece instalarlo en un sitio en el que yo no estoy nunca. Soy de andar por casa y estar remangado.

–Después de sus incursiones en teatro, en cine y en zarzuela, en 2018 toca la ópera.

–Dirijo una en septiembre en Oviedo, una partitura que ha hecho Jorge Muñiz sobre el libreto de «Fuenteovejuna». Es algo que me pone bastante.

–Como no tenía trabajo...

–Pero está bien, así me aireo.

–¿El deseo para 2018?

–Que vivamos con más tranquilidad que este año y hacer sostenible el proyecto Kamikaze para poder seguir soñando.

–Mínimo como éste...

–Un poquito mejor. Pero que no se confunda, como solo en este país hacemos, trabajar por amor al arte, que siempre lo haremos, con trabajar gratis.