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Oskaras Korsunovas: «Shakespeare siempre será el dramaturgo más contemporáneo»

El lituano presenta en el escenario Verde de Canal la versión más cruel y explícita de «Hamlet», montaje que, cuatro siglos después de escribirse, recupera un mito que no necesita actualización

Oskaras Koršunovas desembarca todo el fin de semana en la Verde de los Teatros del Canal con unos espejos para que cada uno, público incluido, «busque quién es», dice el dramaturgo
Oskaras Koršunovas desembarca todo el fin de semana en la Verde de los Teatros del Canal con unos espejos para que cada uno, público incluido, «busque quién es», dice el dramaturgolarazon

El lituano presenta en el escenario Verde de Canal la versión más cruel y explícita de «Hamlet», montaje que, cuatro siglos después de escribirse, recupera un mito que no necesita actualización.

► Dónde: Teatros del Canal, Sala Verde. (Cea Bermúdez, 1. Madrid).

► Cuándo: hasta el domingo.

► Cuánto: desde 16 euros.

Escuchar hoy el «ser o no ser» en boca de algún chiquillo de instituto o universidad no sería ninguna sorpresa para Oskaras Koršunovas (Vilna, 1969). Algo de lo más normal, porque «la vida de cualquier joven de inicios del siglo XXI es, en su esencia, como la de Hamlet», cuenta. Es en ese paralelismo entre el texto de Shakespeare y lo que le rodea en el presente lo que motoriza el montaje del lituano. «Cualquier conversación acerca de cuán actual es ‘‘Hamlet’’ puede sonar bastante ingenua –continúa–, ya que esta obra siempre está de tan rabiosa actualidad que en todo momento puede asociarse de manera creíble con los hechos que ocurran».

Que el teatro es una adicción para Koršunovas es algo que se sabe, basta con echar un ojo a su trayectoria. No lo oculta. Así, como una obsesión, presenta su escena en la versión de «Hamlet» que trae ahora a los Teatros del Canal, «la más cruel y explícita jamás vista», dicen desde la institución. Hito que se levantará en la Sala Verde y por primera vez en Madrid después de casi diez años de gira por Europa, desde que se estrenara en Stavanger (Noruega), en 2008.

–¿Existe la más ligera posibilidad de que, algún día, Shakespeare pase de moda?

–No importa cuántos años hace que ha nacido este hombre, que será para siempre el dramaturgo más contemporáneo del momento. La única razón por la que he representado sus obras es por la oportunidad que se me ofrece de hablar sobre el hoy y de mi experiencia personal dentro de sus funciones. Cuando estoy representando a Shakespeare trato de percibir todo el mundo que hay a mi alrededor, de capturar la esencia del tiempo.

–¿Hay que hacer un «Hamlet», al menos, una vez en la vida?

–Pero solo si sientes que ha llegado el momento y lo necesitas. Al principio tuve la idea de actuar yo mismo, aunque terminé rechazándolo porque requiere una fuerza física que no poseía. Así que Darius Meskauskas, el protagonista, se ha convertido en mi álter ego. Como está escrito en la obra, Hamlet tiene trece años y ha llegado a un momento en el que se deben encontrar respuestas a las preguntas esenciales de la vida, por lo que hemos desviado esta cuestión «hamletiana» de la responsabilidad hacia nosotros mismos. Así fue cuando comenzamos nuestro teatro –en 1999– y decidimos representar obras clásicas, pero solo de manera contemporánea y tratando de encontrar lo actual de cada texto. Eso es esta obra y se ve como el resultados de muchas exploraciones y un trabajo madurado durante diez años.

–¿Qué haría el protagonista de su montaje en la Europa de hoy?

–El teatro debe adelantarse y no replicar, ser más rápido que su tiempo. Y así es como debemos mirarnos a nosotros mismos. Es lo que funciona cuando hablamos de «Hamlet» y lo que hicimos con nuestra versión.

–¿Quién sería?

–Probablemente alguien que fuera un paso por delante.

–Crítica a la sociedad actual...

–Cuando comenzamos los ensayos en nuestro local Elsinore (Lituania) no existía la crisis, pero más tarde ya lo vimos como un juego y, entonces, nuestro «Hamlet» se quedó atrapado en el tiempo. Somos una generación a la que han dado una falsa seguridad. De repente, todo se rompió: crisis absoluta. Hamlet dijo: «Hay algo podrido en Dinamarca», la misma situación que vivimos en Lituania cuando terminamos nuestro trabajo. Ese es el tema del que hablamos.

–Es una versión con casi una década, ¿la ha adaptado a hoy?

–«Hamlet» es la combinación perfecta de matices. Es ilimitada, puedes analizarla una y otra vez sin cesar. No tratamos de cambiar algo concreto, pero sí es verdad que año tras año vemos cómo van apareciendo aspectos diferentes, elementos que se atrapan en el presente.

–Habla de Shakespeare como «un desafío para todos» (usted mismo, actores, público...), ¿qué problemas se le han presentado?

–Desde que comenzamos con los ensayos dejamos una cosa clara dentro del equipo, que lo más importante no debía ser la representación en sí, sino todo el proceso de producción y la oportunidad de chequearnos como seres humanos y como profesionales del teatro. Y para la audiencia debe ser igual, tienen la ocasión de buscarse a sí mismos como seres humanos y como espectadores de la escena.

–Usted, que se apoya mucho en el teatro de la imaginación, ¿cómo ayuda aquí al patio a recrear eso que no puede interpretarse?

–En este «Hamlet» nos hemos apoyado mucho en los reflejos. Son la principal medida que hemos empleado para crear la confrontación de los actores y del público consigo mismos. Por lo tanto, los espejos ayudan a los espectadores a verse en determinadas situaciones de la obra y a hacerse una pregunta muy importante: «¿Quién eres?».

–Ya que nos invita la pieza, ¿quién es Oskaras Koršunovas?

–No hay una respuesta clara. Debemos buscarnos todo el tiempo, como humanos y como profesionales del teatro. Siempre tenemos que pasar por nuestro yo todo lo que nos rodea y con lo que estamos en contacto. Darle una solución a la pregunta de quién realmente somos debe ser una constante. Esa es la manera correcta de ver quién eres.