Teatro

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«Smoking room»: Una oficina con muchos humos

Roger Gual sube a las tablas de El Pavón Teatro Kamikaze la película que estrenó en 2002, junto a Julio D. Wallavits: la reivindicación de una sala para fumar termina con una guerra abierta dentro del trabajo

«Smoking room»: Una oficina con muchos humos
«Smoking room»: Una oficina con muchos humoslarazon

Roger Gual sube a las tablas de El Pavón Teatro Kamikaze la película que estrenó en 2002, junto a Julio D. Wallavits: la reivindicación de una sala para fumar termina con una guerra abierta dentro del trabajo.

¿Dónde? El Pavón Teatro Kamikaze (La Sala). Madrid.
¿Cúando? Del 12 de octubre al 19 de noviembre.

¿Cuánto? De 15 a 27 €.

Parece lejano ese mundo en el que, fueras a donde fueras, una nube de nicotina, alquitrán, tabaco y demás sustancias del –ahora– mal visto pitillo te daba la bienvenida en forma de humeante bofetada. Se abría la puerta de cualquier bar, redacción, recepción, portal, peluquería, sala de reuniones, etc., y una borrasca formada con una calada, otra y otra había convertido el espacio equis en un escenario nebuloso y difuminado en el que costaba intuir a tus conocidos. Daba igual haber contribuido o no al cúmulo, que tus pulmones regresaban a casa como los del más viejo de los jefes indios, aunque sin pipa de la paz. La ropa, ídem, digna del vaquero del Marlboro. Lejos queda ya ese mundo para todo no fumador. Bien lo sabe el Gobierno de Zapatero que logró, norma mediante, una España sin humos. Antes de dicha ley –que reguló los espacios públicos desde 2006–, Julio D. Wallovits y Roger Gual usaron en 2002 el debate de «tabaco sí, tabaco no» como punta del iceberg de su «Smoking Room»: largometraje en el que nos trasladaron a una empresa española comprada por una multinacional americana que quiere imponer algunas de sus normas a los trabajadores de su nueva sucursal. Desde ese momento, se va a prohibir fumar dentro de la oficina y quien lo quiera hacer deberá salir a la calle. Argumento suficiente para tirar del hilo de las relaciones humanas y levantar un largometraje que, entre otros premios, triunfó en los Goya con su dirección novel.

Es este filme el que ahora recupera el propio Gual en La Sala de El Pavón Teatro Kamikaze –del 12 de octubre al 19 de noviembre– tras varias intentonas en estos quince años: «Siempre tuvimos ofertas y dijimos que no –habla Gual–, pero lo que teníamos claro Julio y yo es que la versión la tenía que hacer uno de los dos. Pero la verdad es que hemos estado muy liados durante todo este tiempo. El año pasado cuando abrió el Kamikaze lo vi y pensé que era ideal para montarlo aquí, así que lo empezamos a mover y les encajó. Más difícil fue encontrar fechas y dar con el elenco».

Reparto en el que, respecto al del largometraje, repite un Manuel Morón que cambia el personaje de Rubio por el del director de la compañía, Armero –«los años no perdonan y por una cuestión de edad había que cambiarle», apunta Gual–, al que se suman Secun de la Rosa (Rubio), Miki Esparbé (Ramírez), Pepe Ocio (Sotomayor), Manolo Solo (Fernández) y Edu Soto (Enrique). Nombres muy dispares para «crear una oficina con gente de todos lados y dar esa sensación de que, aunque no tengas nada que ver, tienes que juntarte con otros para trabajar. Un lugar en el que debemos tolerarnos», comenta el director sobre la adaptación para seis actores de un «texto bastante fiel y respetuoso con la película pero que tiene su propia personalidad y mantiene el espíritu que la convirtió en una de las películas de culto del cine Español de los últimos años», completa.

«Yo» primero

Una pieza que habla de lo difícil que es para la mayoría de los humanos llevar a cabo un proyecto en equipo y de cómo los intereses personales suelen anteponerse por delante del bien común. Ramírez quiere reunir firmas para que les habiliten un lugar en el que fumar dentro de la oficina. Algo con lo que, en un principio, sus compañeros estarán de acuerdo, pero poco a poco todos irán encontrando motivos para que su nombre no aparezca en esa lista. Después de una reunión con su jefe y a pesar de advertirle que lo deje, Ramírez decide seguir adelante pese al poco apoyo logrado..., y no hace falta destripar más de la trama. «Es el signo de los tiempos que nos ha tocado vivir», presentan. Contesta Morón: «En aquella época todo el mundo fumaba, ahora casi nadie o muy pocos lo hacen. De hecho, los que lo hacen son como un reducto marginado. Es la excusa que hemos aprovechado para tocar otros asuntos que nos competen más a nosotros como seres humanos, la competitividad, la inseguridad, el miedo a que te despidan, lo que estás dispuesto a hacer por el otro, la bajeza, la mezquindad...», enumera así el actor los motivos que nos llevan a «que no nos fiemos de nada ni nadie». Si sonaba raro en 2002 pedir una sala para fumar, ahora difícilmente se contempla. «Al final te acostumbras a lo que te dan», comenta Roger Gual. «Si te ponen un pie en la cabeza durante un tiempo –sigue–, al final te parece normal. Hace unos días me llamó la atención que el aeropuerto de Lisboa mantuviera su ‘‘smoking room’’. Me hizo gracia ver a la gente encarcelada tras la cristalera».

La función aborda el «nadie conoce a nadie», que se cita. «Por mucho que lleve trabajando contigo no te conozco –habla Gual–. Es el miedo que se traslada al espectador, que se puede sentir identificado con uno u otro personaje dependiendo del momento. Te mueves en la duda. Es un ejercicio en el que no hay ni buenos ni malos, sino en el que se ve que todos tenemos varias caras». No sabe si quien tienes al lado es quien dice ser o como se muestra. Un montaje «tan divertido como atroz porque tienes la sensación de reírte de cosas terribles. Te sale la carcajada, pero, a la vez, te vas cuestionando cosas. Una contradicción muy bonita», apunta Gual. Mientras que para Morón estamos ante una obra «muy sórdida porque es divertida por sus diálogos y personajes, pero no es el chiste lo cómico, sino las neuras, los caracteres y las ambiciones que estos tienen», cierra. Para que luego no digan que solo el tabaco mata, «la sociedad también te puede aniquilar, puede ser muy cruel», dice Roger Gual.