Grupos

Tequila en tres tragos

Ariel Rot y Alejo Stivel vuelven, por una honrada razón alimenticia, a retomar el repertorio de juventud durante, de momento, tres noches. Ambos recuerdan un tiempo peligroso y salvaje en el que algunas caminos estaban por andarse.

«Salíamos a un escenario, ganábamos dinero y conocíamos chicas», recuerda Ariel Rot, a la derecha junto a Alejo Stivel, de su etapa de Tequila
«Salíamos a un escenario, ganábamos dinero y conocíamos chicas», recuerda Ariel Rot, a la derecha junto a Alejo Stivel, de su etapa de Tequilalarazon

Ariel Rot y Alejo Stivel vuelven, por una honrada razón alimenticia, a retomar el repertorio de juventud durante, de momento, tres noches. Ambos recuerdan un tiempo peligroso y salvaje en el que algunas caminos estaban por andarse.

Qué rapido fue todo entonces. Cuando Tequila irrumpieron en el panorama del rock en español apenas había rock. Cuando Ariel Rot y Alejo Stivel meneaban sus exiguas cinturas y sonreían picaramente, las adolescentes gritaban en masa por primera vez en España. Cuando el grupo se disolvió, después de descorchar tantas botellas y olvidar el calendario solo habían pasado cuatro años. Pero qué época marcaron, menuda lección nos dieron estos argentinos de lo que significaba el rock & roll. Tras reunirse en 2008 para una extensa gira, Rot y Stivel vuelven para tres fechas únicas revisitar el repertorio con el que hicieron historia. Será en Vilanova i la Geltrú (24 de junio), Madrid (en las Noches del Botánico, día 29) y Murcia (30).

«De repente, todo cuadra y no hay por qué decirle que no, aunque hay alguna marca que puede hacerte sentir más incómodo», señala Rot sobre el cartel gigante de Hyundai que tiene a la espalda. «Ellos organizan conciertos, tienen cierta vocación musical», tercia Stivel. ¿Y si hubiera sido un banco? «Depende de las condiciones del contrato –bromea éste último–. Bueno, en general están para jodernos la vida, aunque hay alguno que puede salvarse. Mira, no es que sean filántropos, pero las marcas ayudan o posibilitan que sucedan las cosas, y si el producto no es muy ofensivo, no veo por qué no». Claro, porque antes, en otro tiempo, eso habría sido... «una blasfemia», reconoce el cantante. «Hoy en día, la música está ligada a las marcas por completo, todo lo está. Mientras tu puedas hacer tu show, tocar tus canciones y las interferencias sean las mínimas, para mí está bien», añade Rot.

Fuera nostalgia

De esta forma es comprendible que la cosa no haya dado para ponerse especialmente nostálgicos. «No, porque ambos seguimos en activo, y porque la reunión de 2008 fue casi una segunda etapa de la banda. Duró un año y medio y originalmente apenas aguantamos cuatro. Así que hemos podido recuperar el repertorio de entonces y revivir cierto espíritu de la época. Porque no te voy a negar que fueron años rápidos pero intensos y hemos recuperado el runrún emocional», asegura Rot. Bromena con que sólo padecen nostalgia del futuro, pero en realidad, es difícil ponerse en sus zapatos (de charol) e imaginar lo que fue para cuatro muchachos apenas mayores de edad inaugurar un futuro de un país en completa transformación. «Matrícula de honor», el disco que incluía «Rock & roll en la Plaza del Pueblo» es de 1978. «La compañía –Stivel se refiere a Zafiro– había tenido mucho éxito anteriormente, había vendido una barbaridad. Tuvo su época de gloria con Serrat, Mocedades, Los Brincos... pero cuando llegamos nosotros, se habían ido todos. Era una empresa local, en un momento delicado, y Tequila salvamos los papeles», recuerda. No se lo creían en las oficinas del sello, que estaba desubriendo el verdadero filón de esta escena y era la casa del rock urbano. «Claro, pero estaban muy encima, pidiendo discos nuevos. Por un lado, nos vino bien porque dedicamos mucha energía a ir en el camino de hacernos conocidos pero también nos metían presión. Y tenían comportamientos un poco abusivos, poco delicados con artistas que éramos adolescentes». Cuatro años, cuatro discos. Sin embargo, Rot asegura que nunca sintieron la presión realmente. «Éramos tan inconscientes que estábamos en nuestro mundo».

En Tequila colisonaban dos mundos. De un lado, estaban Rot y Stivel. «No, no éramos chicos corrientes –dice el primero–. Crecimos en un Buenos Aires muy politizado y con mucho rock & roll, con familias cercanas a ambos mundos, de la política y la música, y fuimos exiliados. Y eso te cambia todo. Hasta te puedes reinventar, eso te permite el exilio. Es un cuaderno en blanco». En la permeabilidad al rock, desde luego iban por delante que en España. «Y en muchos aspectos, porque nuestras familias estaban implicadas en temas culturales y teníamos una información desde pequeños y un conocimiento de gente especial. Eso te forma, nos hizo no ser como la mayoría antes de Tequila. Y después de eso, éramos unos freaks, bastante anormales», bromea su compañero. Del otro lado, una realidad cruda pero interesante, la de los españoles del grupo. «Cierto. Con Felipe, Manolo y Julián, que sí eran chicos de barrio, nos convertimos, completamos la información con el lado más barriobajero, en cierto modo. De las zonas de Madrid donde nos movíamos, como la Ventilla, la Cruz de los Caídos, el Barrio de la Concepción, por ejemplo», enumera Rot. Se toparon con una realidad distinta. «Era una época de las bandas de barrio, del gamberrismo y también de la droga. Se habla de la heroína en la música, pero en los barrios fue devastador. Y nosotros nos movíamos en distintos círculos porque, al mismo tiempo, también estábamos en contacto con el lado más glamuroso de Madrid, el previo a la Movida», explica.

En cuanto a la historia humana, la fama supuso una brecha en el desarrollo de cinco jóvenes cuando se empezaba a aprender de lo perniciosa para la salud que es la vida del músico. «En algunas cosas, sí. Pero igual eran más difíciles de digerir las clases de Química. Nosotros pasamos a una vida fabulosa, con sus pros y sus contras, en la que había exposición y trabajo. Pero no olvidemos que cualquier otro chaval se habría cambiado por nosotros a ciegas en vez de soportar al profesor Ramírez y los exámenes. Teníamos éxito. Yo pasaba por la puerta del colegio y mis ex compañeros me querían matar. Nosotros salíamos a un escenario, conocíamos chicas y ganábamos dinero», explica el cantante, que nunca participó en otro grupo tras Tequila. «Lo más difícil fue digerir el aterrizaje, que es cuando para mí llegaron los años salvajes en el mal sentido. Volver a la realidad», cuenta Rot. Ellos sortearon los peligros como les indicó el instinto. Menos acierto tuvieron Manolo Iglesias y Julián Infante (fallecidos por complicaciones del sida en 1994 y 2000). «Nos pilló muy jóvenes y hubo cierta parte emocional que se desarrolló de forma extraña. Digamos que algunas cosas no crecieron dentro de nosotros de manera natural y hubo que reencajarlas. Todo se desarrolló de manera grupal y aprender a estar solo es un duro aprendizaje», dice Rot sobre algunas taras emocionales que pueden surgir cuando eres dios con 22 años y has bebido vinos caros que no sabes pronunciar. «Y luego las cosas prácticas. Estábamos acostumbrados a un entorno que nos ayudaba a funcionar y tuvimos que aprender cómo se reservaba un billete de avión, o un hotel...». No es la vida lógica de quien estudia y busca un trabajo. «En algunas cosas maduramos antes, porque ganábamos dinero y teníamos una responsabilidad. En otras, no sabíamos desenvolvernos. Cuando acabó todo estábamos descolocados. Fue el precio de pasarlo tan bien».

Drástica, pero sana

Y de la misma forma extraña que llegó el éxito, se desvaneció. «No nos desvanecimos, como dices. No fue de repente. Nos fuimos distanciando, cada uno por distintas ambiciones musicales. Había desencuentros a la hora de escribir canciones. Faltó conexión y pienso que fuimos valientes en ese sentido: tomamos una decisión drástica pero sana. Era el momento de dejarlo. Y con la misma inconsciencia con que habíamos hecho todo, dijimos que lo dejábamos. Pero ¿sabes lo extraño? Lo increíble fue que nadie nos dijo: “chicos, pernsároslo un poco” o “tranquilos, no pasa nada, parad tres meses y volvéis”. Nada. Nadie dijo nada y se acabó», recuerda Rot con sonrisa incrédula. «No teníamos una compañía o un mánager que se preocupase de nosotros. Ellos miraban el negocio y no pensaban que debíamos ser guiados. Quizá habría durado más. Ellos pensaban en el de hoy para hoy. Sufrimos un altibajo que se habría podido superar con alguien que hubiese sabido llevar una carrera larga», añade Stivel. Recuerdos... «inconfesables, sí. Es cierto que fueron años intensos y tenemos un runrún emocional». ¿Puede que algún arrepentimiento? Alejo: «Yo sí que me he preguntado qué podría haber sido, pero no te puedes dejar llevar por eso». Ariel: «Habría que poner en la balanza lo que pasó y lo que no. Pero lo que no sucede no lo puedes comparar ni medir, así que...».