Historia

Fotografía

Terry O’Neill, el objetivo detrás de los mitos

Fue el fotógrafo de todas las estrellas y quien, antes de que fueran los Beatles y los Rolling Stones, retrató a los bisoños músicos y a «todos los famosos que me dio la gana».

Un visitante observa una de las fotografías más conocidas de la exposición, de los Rolling Stones
Un visitante observa una de las fotografías más conocidas de la exposición, de los Rolling Stoneslarazon

Fue el fotógrafo de todas las estrellas y quien, antes de que fueran los Beatles y los Rolling Stones, retrató a los bisoños músicos y a «todos los famosos que me dio la gana».

Terry O’Neill llevaba apenas unas semanas trabajando como fotógrafo cuando retrató por primera vez a los Rolling Stones. Poco antes, había vendido la imagen que le haría cambiar de profesión y de vida: el secretario de asuntos exteriores británico, Rab Butler, dormido en el aeropuerto de Londres. Tenía 25 años y no creía que este trabajo le duraría mucho, como tampoco creían entonces los Stones que perdurarían década tras década. «Solíamos hablar de qué haríamos cuando esta época pasara. Nos reíamos pensando en Mick Jagger todavía cantando a los 40», diría luego. A sus satánicas majestades está dedicada la exposición que se inauguró ayer en Mondo Galería (San Lucas, 9) y que reúne una serie de imágenes tomadas entre 1963 y 1965. Se trata de una selección del recién publicado libro «Breaking Stones. A Band on the Brink of Superstardom», de O’Neill y Gered Mankowitz, por entonces también un joven inexperto.

«Delevigne es un chiste»

La exposición es la historia de dos leyendas que se empezaban a construir, la de los Stones, claro, pero también la de O’Neill, que rápidamente se convirtió en el fotógrafo más publicado en aquellos años. A Mick, Bill, Keith y Charlie les siguieron John, Paul, Ringo y George; más tarde, David Bowie, Sinatra, Elton John y Paul Newman («el hombre más guapo al que retraté. Y, además, preparaba un excelente aderezo de ensalada», aseguraba ayer O’Neill). También posaron para él las «top models» y actrices de la época:Audrey Hepburn, Ava Gardner («la más hermosa de todas»; dijo), Marlene Dietrich y Raquel Welch. Asegura que no se le escapó ni uno solo de los famosos de la época:«Fotografié a todos los que me dio la gana», dice, y agrega que ya no hace fotos porque «no hay nadie interesante. Ya no hay grandes músicos, grandes estrellas. Estos de “X Factor” y “The Voice” habrán desaparecido en dos años». ¿Y de las modelos? «Odio a todas las de hoy. Esta niña inglesa, ¿cómo se llama? Algo con C», dice mientras hace memoria... ¿Cara Delevigne? «Ella, sí. Es un chiste. No entiendo cómo consigue trabajo. No habrá nunca más una Christy Turlington o, por ejemplo, una Jean Shrimpton».

En su opinión, sólo se salvaba Amy Winehouse:«Habría podido ser una gran intérprete de jazz». O’Neill siente una debilidad especial por ese estilo de música y, de hecho, cuando tomó el camino de la fotografía, aún soñaba con viajar a Estados Unidos y convertirse en batería de una banda de jazz. Las imágenes de los Stones expuestas en la galería también tienen ese aire soñador, inocente. Aunque hay algunas de ellos en concierto, la mayoría son retratos de momentos más íntimos; sentados a la mesa, arreglándose para una presentación, saliendo de la sala de grabación o simplemente divirtiéndose entre ellos. Eran otros tiempos: antes de la fama, los Stones alternaban en los bares del Swinging London. Sin embargo, hay una foto de Jagger que es testigo del cambio de perfil: envuelto en un abrigo de piel que deja claro que ya entonces era una estrella. De hecho, en 1965 ya «(I Can’t Get No) Satisfaction» se había convertido en un «hit» en todo el mundo y la banda estaba de tour por Estados Unidos.

Las tres reglas

En lo que respecta a las dos grandes bandas de rock de la historia, O’Neil estuvo en el sitio oportuno en el momento adecuado. Pero, además, tenía un código de cazador de momentos únicos que daba resultado. Sus tres reglas para conseguir los increíbles retratos que constan en su currículum, son: ser invisible, tener paciencia, y saber cultivar unas dotes para las relaciones públicas. Esa fue la clave para convertirse en la sombra de Sinatra durante tres décadas. La Voz le permitía acompañarle a cualquier lugar e ignoraba su presencia porque, aunque eran amigos, de esta manera mostraba respeto por su trabajo. Con paciencia y discreción es como abordó también el reto de fotografiar a David Bowie junto a un inmenso perro en una imagen histórica que fue la portada de su LP «Diamond Dogs» (1974).

Al otro lado del objetivo de O’Neill se han situado Audrey Hepburn, Ava Gardner o Steve McQueen. Por eso, en la actualidad, apenas acepta encargos de manera muy excepcional. Por eso, una de las últimas personas a las que el británico fotografió fue Nelson Mandela en 2008. «Pasé una semana con él en Londres. Conocí a todo el mundo gracias a Mandela. Cuando se fue, lo vi decirme adiós con la mano desde dentro del coche y sentí lágrimas en los ojos; era un hombre realmente auténtico», recuerda O’Neill. Desde entonces, casi no trabaja. Y tampoco saca la cámara por placer:«Soy como un asesino a sueldo –bromea–, esto es un trabajo, simplemente. Si alguien me encargase algo interesante, lo haría». Dice que los Stones fueron de los últimos grandes grupos de rock y que su magia nunca se repetirá:«Así como tampoco habrá otro Sinatra».