Estreno

Una historia que ya mira a las víctimas

El fenómeno «Patria» de Fernando Aramburu, listo para la televisión, y «El comensal», filme que producirá el tándem González Sinde-Gabriela Ybarra demuestran que la cultura aborda a la banda terrorista desde otra perspectiva. A ello se une la controvertida comedia «Fe de etarras», que se verá en San Sebastián y que reabre el debate acerca de si estamos preparados para hacer humor sobre el terrorismo.

El polémico anuncio en San Sebastián de la película «Fe de etarras», de Borja Cobeaga
El polémico anuncio en San Sebastián de la película «Fe de etarras», de Borja Cobeagalarazon

El fenómeno «Patria» de Fernando Aramburu, listo para la televisión, y «El comensal», filme que producirá el tándem González Sinde-Gabriela Ybarra demuestran que la cultura aborda a la banda terrorista desde otra perspectiva. A ello se une la controvertida comedia «Fe de etarras», que se verá en San Sebastián y que reabre el debate acerca de si estamos preparados para hacer humor sobre el terrorismo.

Con «Patria» pasando de mano en mano todavía un año después de su lanzamiento y con «Fe de etarras» colgando de las fachadas donostiarras a la espera del festival, decir que casi seis años después del «cese definitivo» de la actividad armada de Euskadi Ta Askatasuna (ETA) hay un «boom» cultural inusitado sobre la banda sería estar cerca de la mentira. Basta con echar la vista atrás o «googlear» un poquitín para comprobarlo. Películas como las de –entre varias docenas de autores– Imanol Uribe («El proceso de Burgos», «La fuga de Segovia», «La muerte de Mikel»...), desde finales de los 70, y Mario Camus («La rusa», «Sombras en una batalla»...), en los 80 y 90, dan fe de que la relación entre el cine y la actividad de la banda terrorista viene de lejos. Buena mano le mete al tema Santiago de Pablo en «Creadores de sombras» (Tecnos, 2017), donde analiza «ETA y el nacionalismo vasco a través del cine», que reza el subtítulo. En el papel, ya desde antes de la Transición, ocurre cuarto y mitad de lo mismo; y para muestra: «Galíndez» (1991), de Vázquez Montalbán; «Plenilunio» (1997), de Muñoz Molina; «Los peces de la amargura» (2006), del mediático Fernando Aramburu; o, este mismo curso, Edurne Portela con su novela «Mejor la ausencia» (Galaxia Gutenberg), en la que de nuevo la violencia marca el devenir de una familia. Se podría seguir con más ejemplos de televisión y/o de teatro para justificar el «no ‘‘boom’’», como apunta Ángeles González-Sinde («La suerte dormida», «Una palabra tuya»...): «No me parece tal, sino que desde el punto de vista dramático-narrativo son unos hechos idóneos para todos los creadores como se ha visto desde hace años».

Pero lo que sí es nuevo es la sensación de liberación. Sin la obvia losa de las amenazas tras la nuca se vive con mayor tranquilidad: «Se ha perdido el miedo», coinciden unos autores a los que se suma la ex ministra de Cultura (2009-2011) porque «una sociedad sin temores tiene la capacidad de resolver y airear lo que le ha marcado internamente durante años mediante un proceso que le toca hacer a los más jóvenes, que son quienes le piden cuentas a sus padres», completa.

Tono duro y cautivador

Ella ha sido la última en adentrarse en la «cuestión vasca» con la adaptación cinematográfica de «El comensal» (Caballo de Troya), la trama autobiográfica con la que Gabriela Ybarra debutó en 2015. Con un tono seco, distante e imperturbable, la escritora reconvertida ahora en guionista del proyecto de Sinde, se centraba en el secuestro y asesinato, a manos de ETA, de Javier Ybarra, su abuelo paterno, empresario de la burguesía bilbaína y ex alcalde de la capital vizcaína, en junio de 1977; y, por otra parte, la enfermedad y la muerte de su madre en 2011. Todo sin citar la palabra «terrorismo». «Gabriela, tengo cáncer, pero no es nada», inicia el relato para continuar con los dolorosos recuerdos de una niña que con doce años tuvo que emigrar, junto a su familia, a Madrid y un duelo que recuerda a la escritura de Joan Didion en «El año del pensamiento mágico». Reconoce González-Sinde que fue ese «tono duro en la voz del personaje» el que le hizo detenerse en el título que espera empezar a rodar en el verano de 2018. Eso y lo que cuenta: «La parte de la pérdida no resuelta se amolda muy bien a lo que siempre he buscado en mis largometrajes. Hay que resolver un vacío a través de diferentes tiempos que se superponen: el presente, la infancia y los años 70 vistos desde un joven de hoy», comenta.

Se ajusta así «El comensal» a lo que vislumbra De Pablo en su tesis sobre el cine que aborda a ETA, un nuevo enfoque que surge a comienzos del siglo XXI en el que las producciones ponen su peso en las víctimas, ausentes hasta entonces, como certifica un Iñaki Arteta («Trece entre mil», «El infierno vasco»...) que bien sabe de qué se habla: «Es verdad que se ha notado ese cambio, pero no por el final ETA, sino por el desarrollo de una especial sensibilidad hacia las víctimas». A familiares de éstas recurrió el bilbaíno hace menos de un año en «Contra la impunidad», una cinta documental en la que profundiza en los motivos por los que se archivaron o han quedado sin resolver cerca de 300 crímenes. De ahí que el hecho de abordar con humor un asunto como el terrorismo siga removiendo a quienes han sido víctimas de la banda.

Otro que se fijó en las víctimas fue el ya citado Aramburu en su «libro del año» «Patria» (Tusquets), en el que desmenuza el dolor de dos familias, primero amigas y luego detonadas por el ansia nacionalista. Historia que, además de a miles de lectores, cautivó a Aitor Gabilondo, responsable ahora de la adaptación que Mediaset prepara en formato serie de la novela.

Títulos que, por su temática, se han quedado muy lejos del humor. «Creo que es más necesaria la realidad y adentrarse en las actuaciones de los individuos que han tenido comportamientos extremos a favor o en contra del asesinato y en esa parte de la población acosada hasta ahora», comenta Arteta, en consonancia con la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), que defiende que «todavía no están las heridas cerradas como para bromear».

Más de medio siglo de historia, la de ETA (1958-2011), que ha hecho en sí un género propio. ¿Al nivel de la Guerra Civil? «Sí, como el Holocausto o Vietnam», apunta Sinde. «El tiempo lo dirá –responde Arteta–, pero lo que es un hecho es que tema hay porque ha durado mucho tiempo y ha tenido una influencia tremenda. Lo importante es que se generen contenidos sobre un episodio tan terrible, aunque no se vaya a hacer nunca una gran película de Euskadi que exprese todo lo que se ha vivido». La pregunua está en el aire: ¿estamos preparados en España para ver una comedia sobre un tema tan delicado como éste sin que levante recelos?

La semana que viene llega la cinta de Borja Cobeaga, que tendrá su puesta de largo el día 29 en el Festival de San Sebastián. Una comedia sobre un comando terrorista «durmiente» que, en plena Mancha castellana, y mientras España se juega el ser o no ser en la Final a de la Copa del Mundo de Suráfrica, aguardan una llamada para entrar en acción.