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Vuelve Kase.O, el rey del fraseo

El miembro de Violadores del Verso Kase.O publica al fin «El círculo», un disco en solitario que ha generado gran expectación.

«El círculo», un disco que define como «raro y friki», se pone a la venta mañana
«El círculo», un disco que define como «raro y friki», se pone a la venta mañanalarazon

El miembro de Violadores del Verso Kase.O publica al fin «El círculo», un disco en solitario que ha generado gran expectación.

Su regencia es innegable en el hip-hop en castellano. Le aclaman, le idolatran y le exigen miles de hispanohablantes nuevos textos reales, vacilones o afligidos, como sólo Kase.O, de nombre real Javier Ibarra, sabe hacerlo. Para muchos, su forma de articular las palabras, las rimas y su pronunciación del castellano no tienen rival. Ibarra calcula los versos y los ritmos en su cueva de Zaragoza, ciudad a la que ha dado nombre en el mundo y donde forjó su reputación como uno de los componentes de Violadores del Verso, el mejor grupo del género en España, ese que llegó a número uno en las listas con «Vivir para contarlo» justo antes de disolverse en un paréntesis que dura ya una década. Ahora, el tan proclamado como tormentoso escritor publica en solitario «El círculo» precedido de una enorme expectación palpable en las redes sociales. Y le ha costado hacerlo.

Muchos temíamos que le había dado una crisis. «Y la ha habido. Me tuve que enfrentar a mí mismo, definirme, saber por qué lo hacía, para qué. Tener un compromiso conmigo mismo. Y toda esa expectación... Claro que he sufrido».

En esta década, Kase.O ha mantenido un proyecto, Jazz Magnetism, en el que rimaba sobre la música en directo de un conjunto de jazz y llenó, entre muchos recintos, la plaza de Vistalegre en Madrid. Pasó una temporada en Colombia, trató de volver a escribir.

«Meses y meses mirando al infinito, tachando rimas. Odiándome a mí mismo, con la autocrítica por las nubes y luchando por definirme, por saber por qué hacerlo».

Escribe profundo, pero Javier Ibarra habla llano y te desarma cuando suelta un baturro «co» (una interjección, un apelativo indígena aragonés) en medio de una frase. «No sacaba nada, co, tres frases y malas», dice. Apura un traguito de cava en vaso de plástico y enciende un cigarro.

En este tiempo acusó la presión. «La siento. La gente me dice cosas muy bonitas y muy impresionantes en persona. Me suelta alguno que le he salvado la vida cuando voy por la calle o estoy en un bar. Y yo por dentro pienso: ‘‘Mierda. ¿qué hago con el siguiente disco?’’. Pues es un marrón y gordísimo. Por eso he hecho un álbum raro, friki y rebelde», relata. Es cierto que se mete en terrenos desconocidos. «Me dicen que quieren que vuelva el Kase.O del ‘‘hardcore’’. Y he tenido que luchar contra voces internas hasta que descubrí la solución: ser sincero, porque no está de moda. Sé que va a triunfar porque en el fondo a nadie le gusta serlo, a todos nos cuesta, pero nos conmovemos con la verdad. No quiero ser un superhéroe. Lo fácil para mí es hacer ‘‘egotrip’’ y decir lo bueno que soy. Pero soy un ser humano que sufre y delira, y a ese cabrón le quería sacar de dentro. Mi misión era humanizar a Kase.O porque él quiere ser un gladiador, un ‘‘imperator’’, pero la música tiene que hablar del alma», explica.

Darle prisa a la vida

Ibarra comenzó en el rap con 11 o 12 años. Fue su hermano mayor, que trajo discos de los americanos de la base militar. «Grabé y rulé una cinta por el colegio con un tema que era ‘‘Dispara a Doña Cristina’’ (ríe). Y luego pasé por etapas difíciles de adolescente, de control de ego». En el disco canta: «El tiempo que gasté en odiarme ya no me sirve».

«Es fácil caer en lo negativo pero resulta más interesante mejorar como persona. Eso lo aprendí dándole prisa a la vida, mirando a la muerte. Lo que pasa es que soy tan perfeccionista que me lo aplico hasta el extremo y eso lo quiero cambiar porque si no llego a serlo, no pasa a nada. Ni soberbia ni flagelarse», dice mientras bajamos en un ascensor, porque la entrevista continúa en el interior de un taxi de camino a la siguiente. No le avergüenza mostrar debilidades: «Qué va. Es para que si me ves en un bar no me tomes por un semidiós sino que veas todo el marrón que hay detrás de mi vida. No soy ese gachó todo lo fuerte que parece sino una rata inmunda. He ajustado a Kase.O dentro de Javier Ibarra».

En el nuevo álbum hay tiempo para exorcismos, chulería con clase, trucos vocales, brillantes interludios de dos minutos, temas sexys y melodramas. Y una rareza llamada «Mazas y catapultas». «Lo definiría como surrealista, pero la verdad es que es real y sincero. Es mi historia de amor». En él, Kase.O canta en vez de rapear y alguno se quedará patitieso. «Sí, y está lo del coro flamenco. Me da igual si el tema no le gusta a la gente, porque me vino sin tener que escribirla, como tendrían que venir todas las canciones, que sea cosa de mover el boli. Nadie pudo pararla y eso que Rumba (su productor) ponía caras raras todo el rato. Pero a mí me dio igual, porque en esto mando yo y asumo todas las críticas porque el disco no lo he grabado para nadie, lo he hecho para mí».

Y da por hecho el regreso de Violadores del Verso. «Yo lo estoy deseando. Sólo falta que coincidamos un tiempo». Será cuando acabe una gira que le lleva por 15 ciudades españolas. Con un disco en el que Javier Ibarra se enfrenta a su propia muerte, vence a todos los «rapers», se mueve en el alambre, se llama resucitado, lleva la rima al clímax. Si no es un superhéroe es porque no quiere.