Gerona

Albert Rocas: «Ha sido divertido»

Vio llorar a Garralda y Barrufet cuando ganaron el primer oro mundial en la historia del balonmano español, en 2005, y repitió éxito en 2013. A los 35 años anuncia su retirada.

Albert Rocas, con una camiseta en la que se ven todos los títulos que ha logrado con los Hispanos /Gonzalo Pérez
Albert Rocas, con una camiseta en la que se ven todos los títulos que ha logrado con los Hispanos /Gonzalo Pérezlarazon

Vio llorar a Garralda y Barrufet cuando ganaron el primer oro mundial en la historia del balonmano español, en 2005, y repitió éxito en 2013. A los 35 años anuncia su retirada.

−¿Cómo fue el día después de decir entre lágrimas que se retira?

−La verdad que estaba, no sé... Necesitaba quitarme ese peso de encima, cerrar una etapa y quedarme ya con esa sensación de que está bien cerrada, y que de aquí, para adelante.

−Cuando echa la vista atrás, ¿qué ve?

−Que me he divertido mucho, que evidentemente han habido altibajos, momentos duros, pero en general ha sido divertido desde que empecé en esto del balonmano, cuando tenía seis años, hasta el día que me retiré. Los dos últimos años por todos los problemas [lesiones] fue cuando ya corría por mi cabeza la decisión de dejarlo porque ya no me divertía; cuando tenía que medicarme para ir a entrenar, cuando ya veía que me levantaba mal por las mañanas, entonces igual ya era el momento de tomar esa decisión, que está muy meditada. Ahora me encuentro mejor físicamente que cuando estaba entrenando cada día porque el dolor condicionaba mi vida.

−No se toma esa decisión de un día para otro...

−No... Y yo además te aseguro que no soy de los que va a volver.

−¿Qué recuerdos tiene de cuando empezó con seis años?

−De los mejores. Empezamos entrenando los sábados a la mañana, tenía seis años, pero ese recuerdo lo tengo como si fuera ayer: tener ganas de que pasara la semana rápido, estábamos en el cole hablando de que teníamos que entrenar el sábado, que era cuando nos juntábamos un par de horitas. Era el rato de estar con tus amigos y pasarlo bien, ni competíamos, porque en la liga de Gerona no había competición de prebenjamín ni de benjamín. Estuve cuatro años así. Josep María [Mora], mi primer entrenador, fue un poco el que me enseñó a querer este deporte. Evidentemente cuando tienes seis años no sabes que te está enseñando eso, pero si yo no me hubiera divertido, si no le hubiera cogido ese cariño a esa etapa... Tú no aguantas cuatro años sin jugar partidos, pero cuando creas una familia alrededor de un equipo de balonmano... En el Club Handbol Garbi se creaba esa esencia, ibas a ver a los mayores los fines de semana, a mi hermano con los cadetes, al primer equipo, era gente amateur, pero la sensación de ver el pabellón lleno, de tener ese sentimiento de pertenencia a un equipo... Primero de todo se lo debemos a él, que fue el que trajo el balonmano a Palafrugell.

−Usted dice que nunca fue el típico niño del que se decía: «Llega seguro a la élite»...

−Yo nunca jugué en una categoría más arriba de la que me tocaba. Era de los más altos, era zurdo, que había pocos, pero nunca estuve en una categoría superior ni fue lo típico que todo el mundo dice: «Quiero a este jugador» o «este chico joven promete».

−Y al final, dos veces campeón del mundo, ha jugado en los mejores equipos...

−Si me dices: «¿Y cómo lo conseguiste?». Pues no tengo ni idea, no lo sé, porque sinceramente cada etapa que he quemado, cuando miraba un poco más arriba, la primera reacción mía era: «Esto es imposible que yo lo haga». Recuerdo al llegar a Granollers, al poco tiempo de estar en cadetes me llamaron para entrenar en el primer equipo. Josep Lluís Villanueva me llamó para entrenar y estaban Antonio Ugalde, Vicente Álamo, Xavi Pérez, gente muy mítica de Granollers, y estaba entrenando con ellos y decía: «Yo en la vida voy a poder estar a este nivel». Y luego, pues poco a poco vas quemando etapas y van pasando cosas que nunca hubieras imaginado.

−Y si mira hacia delante, ¿qué ve?

−Veo mucha ilusión. Voy a empezar como coordinador del departamento de educación física del Colegio de Estudiantes Las Tablas en Madrid; y con mucha motivación para empezar esta nueva etapa. Para mí ha sido perfecto, era algo que me atrae mucho, como es la gestión deportiva, la formación, la educación, todo para lo que me había estado preparando a nivel académico durante mi carrera. Poder desarrollar tus ideas en un proyecto como éste y poder dar todo lo que el deporte me ha dado con todos los niños y la gente del cole, para mí es algo que está al nivel de cuando empecé a jugar al balonmano. Tengo muchas ganas de comenzar y espero que sea una etapa tan fructífera como la anterior. Por ganas y pasión no va a quedar. También seré comentarista de la Liga Asobal en Movistar Plus.

−¿Se prepara o se debería preparar a los deportistas para cuando llegue la retirada?

−Creo que es fundamental. He de agradecer mucho primero a mi mujer, que me obligó a estudiar, a seguir cuando había días en los que no tenía ganas, por ejemplo, de preparar un examen. Y ella: «Tienes que hacerlo, te pongas como te pongas». Y es verdad, porque sin eso no hubiera podido encontrar esta nueva salida profesional en mi vida. Es importante que la gente entienda eso, que esto no es fútbol, que luego te tienes que dedicar a otra cosa y la formación continua es importantísima. No se trata de sacarte una carrera con 21 años, porque luego igual te retiras con 35 y no te vale para nada, es la formación continua y yo en eso he tenido mucho apoyo en casa y luego por ejemplo con mi tutor en el PROAD, que es el programa de deportistas de alto nivel. Pero no es un paso sencillo, porque te surgen muchas dudas, muchas incertidumbres, porque no sabes si lo que vas a hacer te va a motivar como lo anterior, porque cuando te has dedicado a una profesión como la de deportista en la que hay tantas emociones, algo que se vive muy intensamente, piensas si lo siguiente que vas a hacer te va a motivar, y en ese sentido tengo suerte porque a mí lo siguiente me motiva.

−Y sus hijos encantados de que se haya retirado y ya no tenga que viajar...

−A veces les pregunto: «Bueno, ¿os gustaría ver a papá jugando otra vez?» Y me dicen que no. Me hace gracia preguntarles, sobre todo al mayor, que me ha visto más partidos, y dicen: «No, no papá, ni jugar ni nada. Tú en casa y así no tienes que viajar». Y eso también te alegra. La familia siempre ayuda a que todo salga mejor.

−¿Quedan más los triunfos o las vivencias?

−Las vivencias, la gente que has conocido, repito que me he divertido mucho y he conocido a gente maravillosa. Ahora he recibido mensajes preciosos de un montón de gente, que me he quedado alucinado, y me quedo con todo eso. Lo otro es secundario, al final lo títulos y el dinero que has ganado con todo esto es... Va correlacionado, porque normalmente si estás disfrutando viene lo otro, pero me quedo con que he vivido cosas que mucha gente no puede vivir y me he sentido como un privilegiado por todo ello.

−En la selección siempre hablan de que es como una familia...

−Siempre digo que la selección para mí es el equipo en el que he estado más años, he tenido esa suerte, que me han ido «renovando» el contrato y he podido ir jugando; pero es la sensación de... Es que muchos somos muy amigos, el otro día lo recordaba con Julen [Aginagalde], con Viran [Morros], con el propio Raúl [Entrerríos]. Hemos tenido concentraciones en selecciones juveniles, cadetes, hemos ido a los sitios más asquerosos del mundo casi, a sitios rarísimos a los que si no fuera por el balonmano no hubiéramos ido. Hemos vivido derrotas amarguísimas, éxitos increíbles, y todo eso hace que se una el grupo y hace que haya algo especial que te une para siempre. Cuando te juntes dentro de 20 años seguro que recordaremos las batallitas. Eso es maravilloso.

−¿Qué recuerda del Mundial de 2005?

−Recuerdo que tuve la suerte de compartir habitación con el que había sido mi ídolo de balonmano. Para mí fue espectacular, siempre había admirado a Mateo Garralda de la época del «Dream Team» del Barça, entre otros, pues como me gustaban Barrufet, Svensson, Masip... Pero yo un poco al ser zurdo pues para mí Garralda era mi referencia. Cuando estás en la habitación con él, echas la vista atrás y dices: «¡Yo a éste lo veía en la tele cuando era pequeño y ahora estoy aquí con él jugando un Mundial!». Y luego recuerdo pues el pitido final de ese día, cómo estaba en el podio... Lo recuerdo todo, pero yo en ese momento no tenía la sensación... También es verdad que en esa época no funcionaban tanto las redes sociales, internet, no era la inmediatez esa, y hasta que no llegamos a España no nos dimos cuenta de la magnitud. Fue como algo a lo que yo no le di esa importancia en el momento, como pudieron hacerlo los veteranos que llevaban muchos años ahí...

−Vio llorar a muchos de ellos...

−Claro, gente que son tus ídolos, que están ahí llorando, algunos llevaban desde el 87-88 en la selección y en 2005 ganan su primer oro, con lo que era un momento impresionante como deportista: después de haber tenido muchas decepciones, conseguir eso. Me impactó, porque yo era el primer mundial que jugaba, el hecho de que me hubieran convocado ya fue algo espectacular.

−Ese oro fue como el pistoletazo de salida a lo que se llama «época de oro del deporte español»: ese año ganó Nadal su primer Roland Garros, Alonso el Mundial, al siguiente fue el baloncesto...

−Fue un poco punto de partido, aunque es verdad que hubo otros deportes que habían ganado antes, pero para mí la mejor generación del balonmano español fue la de los 90, cuando se juntaron Garralda, Urdangarín, Masip, Dujshebaev, Xepkin, Barrufet, Hombrados, Rafa Guijosa, Antonio Carlos Ortega, Demetrio Lozano, Alberto Entrerríos...Toda esta generación desde mediados de los 90 para mí ha sido la «top, top». Aunque no ganaran un oro, fueron los que abrieron el camino a llegar a una final, a conseguir medallas olímpicas, los que abrieron la senda de optar a medalla. Y para mí como nivel de jugadores, de constelación de estrellas, era brutal.

−Después repitió oro en el Mundial de 2013. Sólo usted y Alberto Entrerríos son bicampeones...

−Sí, pero Raúl [Entrerríos] y Jota [Hombrados] se lesionaron y no pudieron estar en ese campeonato, aunque, de hecho, estuvieron en las celebraciones y en todo como uno más del equipo. Ésa es un poco la grandeza de la selección, que al final gente como ellos que han peleado, pero por una lesión no han podido estar en la pista, pero sí fuera, estaban todos los días y eran uno más del equipo. Yo tuve la suerte con Alberto [Entrerríos] de conseguir esas dos medallas de oro y de ser un privilegiado. Siempre hablo del talento y el trabajo, pero también hay un factor que es la suerte. La gente a veces tiene miedo de decir esa palabra porque si dices que has tenido suerte parece que no has trabajado o te estás quitando mérito, pero yo lo tomo por otro lado, que la suerte es algo decisivo que juntada con el talento y el trabajo da el éxito. Son cosas que se retroalimentan, pero ese factor existe y hay que decirlo, porque hay gente con más talento que no ha tenido la suerte de vivir esas cosas.

−¿Qué portero le dio más problemas?

−A mí Sterbik y Saric me amargaron...

−Luego fueron compañeros...

−Sí, sí, luego fue peor, los tuve en el Barça a los dos y en los entrenos era... Te lo puedo asegurar, un disgusto cada día, llegabas a casa hundido, no nos hacían un favor, yo decía que subieran a otro portero de abajo, porque si no teníamos la autoconfianza por los suelos. Con Sterbik a veces tenía que ver el vídeo en casa porque no sabía por dónde le había metido el gol. Cuando saltaba es que no veía ni el sitio y lo normal muchas veces es que fallara. Con él ibas condicionado, como ha pasado al revés con otros. Al final es un juego psicológico y se trata de estar tú por encima del otro.

−¿Algún gol especial?

−Recuerdo mucho los goles de la final de la Copa ASOBAL en Valladolid por ser el primer título, por la magia que se vivió aquel día en el pabellón del Pisuerga... Eres un chavalillo, tenía 18 o 19, estás en el campo, todo el pabellón lleno, ganas al Barça del «Dream Team» y tuve la suerte de meter varios goles al final del partido y sí que lo recuerdo como algo muy bonito. También es la mística del primer título y de haberlo hecho con un equipo pequeño.

−En su carrera, ha vivido el mejor momento del balonmano y también su caída...

−La caída del balonmano y de la sociedad, no es algo que vaya separado. El balonmano, como la sociedad, vivía del «boom» de la construcción, los patrocinadores estaban muy vinculados al ladrillo y a las instituciones públicas, y cuando esto se acaba, pues se resienten siempre los eslabones más débiles. Pero, bueno, el balonmano ha sobrevivido y tiene su cuota, su espacio, sus momentos y hay que aprender a convivir con ello. Es difícil con los medios que se tiene y con la inversión que hay que esto pueda ser mucho, mucho mejor. Para que esto fuera mejor tiene que pasar algo, que se junten las constelaciones, como les pasó a los franceses, de crear una dinastía de campeones olímpicos, crearon el foco de atención en este deporte y a base de ello se vuelva a crear una liga potente. Si te fijas, la liga ha empeorado, pero la selección no porque al final el trabajo de base...

−En las categorías inferiores siempre se pelea por las medallas...

−Antes no se ganaban títulos en las inferiores. Creo que hubo una que había sido campeona juvenil, la de Iker [Romero], Chema [Rodríguez] fue subcampeona en un Mundial júnior, y la juvenil de Davis, Álamo, no sé si los del 76, pero no era habitual. A mi generación del 82 nos llamaban la generación negra: Aginagalde, Viran Morros, Álvaro Ferrer, Óscar Perales, que se lesionó pero era un jugador de selección, Malmagro, Ortigosa, Javi Parra, Oliva, Manel Pérez... No nos clasificamos ni para el Mundial juvenil ni para el Europeo júnior, sólo el último año para el Mundial júnior, y decía que la generación buena era la siguiente, y ves que ahora hay unos cuantos de esa generación que han marcado una época. Nunca sabes cómo va a funcionar, pero si consigues hacer selecciones campeonas que aprendan a competir en estas competiciones, es más fácil cuando llegan a la élite que tengan ese poso y ese gen ganador.