Tour de Francia

Tour de Francia

Froome no espera

El ciclista tras la aparatosa caída en la tercera etapa Tour
El ciclista tras la aparatosa caída en la tercera etapa Tourlarazon

Purito conquista el Muro de Huy y el británico se viste de líder antes de tiempo tras un brutal ataque.

A Joaquim Rodríguez, a nuestro Purito de toda la vida, hay pocas cosas ya en la vida que le asusten o le emocionen. Su hija pequeña Elsa, por ejemplo, campeona de Andorra hace apenas unas semanas gracias a la escuela de ciclismo para niños que él mismo ha montado. «¡Fíjate, el padre toda la vida luchando por ser campeón de algo y llega la enana y en la primera carrera se trae a casa una copa!», bromea él. Eso es lo que más le ilusiona, que vive el ocaso de su vida como ciclista profesional y empieza a abrir sus miras a lo que será el día a día cuando se baje de la bicicleta, probablemente, adelanta él, después de los Juegos Olímpicos de Río 2016.

Del resto, a Purito –tantas cosas vividas, tantas emociones buenas y malas, tantas lágrimas por alegrías y penas encima de la bicicleta– hay pocas cosas que le hagan explotar sus sentidos. La brutal caída a sesenta kilómetros de meta, por ejemplo, que no la ve pero la siente, le hace temblar las piernas. Dos de sus compañeros del Katusha salen volando por los aires y uno, Kozonchuk, acaba retirándose. William Bonnet, el francés del Fdj hizo el afilador con un ciclista y acabó revolcándose por los suelos a más de 42km/h. Los que vienen detrás no pueden evitar el impacto. Gerrans, Dumoulin, Ten Dam. El caos. Cancellara, que rueda por la misma parte derecha donde se produce la montonera, también cae. Amarillo destrozado. Y peor. No se levanta. Cuando llegan los médicos intentan ponerle en pie, pero el suizo hace gestos de no ver bien. Mareos.

Es como un campo de batalla donde el bando vencedor acaba de conquistar el terreno y dejarlo con una bandera clavada en el suelo en señal de victoria. El Tour sigue, pero muchos de sus soldados perecen en la tierra. La asistencia sanitaria está desbordada y la carrera se queda sin ambulancias. Con tantos retirados y malheridos no queda ninguna libre que pueda seguir la estela del pelotón. Así que Christian Prudhomme se ve obligado a parar la carrera ante el enfado de muchos de los ciclistas que llegan hasta la posición del coche del director del Tour para recriminarle su acción. Lo dice el reglamento. Toda carrera ciclista debe ir asistida, al menos, por una ambulancia. Si éstas se encuentran fuera atendiendo a los corredores, la prueba no puede reanudarse hasta que al menos una se quede libre. Una probabilidad tan real como inédita que obligó a parar al Tour. Eso sí que le asusta a Purito. El domingo sufrió dos caídas y se marchó al hotel con toda la parte izquierda de su cuerpo magullada. Aun así tomó la salida. Y tuvo la suerte de ni siquiera ver la grave caída. «No sabíamos lo que había pasado. Nos han parado y entonces es cuando hemos podido respirar un poco porque hasta entonces íbamos rapidísimo». Purito tomó aire mientras Cancellara se reintegraba al grupo empezando a sufrir un vía crucis hasta el final de la etapa. El Tour iba a cambiar de líder. Sólo faltaba saber quién sería.

En la Flecha Vallona de este año, la que ganó Valverde, Joaquim Rodríguez se quedó encerrado. «No pude encontrar el hueco para atacar en mi sitio». Su sitio. Territorio Purito. Por eso ayer se adelantó a sí mismo. Arrancó y no miró hacia atrás. Menos mal, porque de haberlo hecho, Purito hubiera visto cómo una bestia africana de piel blanca y piernas de alfiler se cernía ante su pequeña figura. Froome se elevó por encima de Nibali, Quintana y Contador. Ninguno pudo seguirle. «Iba superclavado, tenía las piernas un poco duras, me costaba mover la bici», confesó el madrileño. 18 segundos le cayeron en meta. Froome ya tiene 36 con él. Y hoy llega el pavés, las temidas piedras que el año pasado empezaron a cimentar el Tour de Nibali y tumbaron al británico de origen keniano, que hoy las pasará vestido de amarillo y con una buena ventaja respecto a sus cuatro rivales. Froome, como Purito, no quiere esperar a la montaña.