Competiciones deportivas

El campeón más educado

Froome ha superado los malos gestos de algunos aficionados y las sospechas de otros sin alzar la voz, hasta convertirse de nuevo en ganador del Tour.

Froome celebra su triunfo en el podium junto a Nairo Quintana y Alejandro Valverde
Froome celebra su triunfo en el podium junto a Nairo Quintana y Alejandro Valverdelarazon

Froome ha superado los malos gestos de algunos aficionados y las sospechas de otros sin alzar la voz, hasta convertirse de nuevo en ganador del Tour.

Chris Froome soportó críticas, sospechas, insultos y hasta vejaciones con entereza y un golpe sobre la mesa en la primera etapa de montaña que le hizo rey del Tour por segunda ocasión.

«He superado tantas cosas en este Tour... Ganarlo la primera vez fue la culminación de un sueño, pero volver a hacerlo ahora es tan grande que no puedo describirlo», dice. Chris Froome se ha pasado más de medio año pensando y preparándose únicamente para esto. Entrenamientos extenuantes, largos meses lejos de casa, noches de pasar hambre para afinar al máximo el peso. Pero para lo que nadie le había preparado era para la duda, para las críticas y los reproches. Para que le escupieran y le insultaran. Para que le tiraran orina a la cara subiendo un puerto rápido y veloz, como él sólo sabe escalar porque ésa es su naturaleza y su fuerza innata.

El segundo Tour de Chris Froome es el triunfo de la educación y los modales de niño keniano encerrado en un internado de Johannesburgo que ha aguantado como pocos lo hubieran hecho los obstáculos que le han puesto. «Todas esas cosas pudieron desconcentrarme y tuvieron un efecto contrario, me hicieron más fuerte y nos unió a todo el equipo», asegura. Al Sky le debe buena parte de esta victoria, a Wouter Poels, que le salvó en el Alpe d’Huez, y a Richie Porte, «un amigo más que otra cosa», fiel hasta el final a pesar de tener ya firmado su contrato con el BMC, donde marchará la próxima temporada para intentar poner en aprietos a Froome. «No sé si me merezco a estos compañeros, me siento un privilegiado. Sin el Sky no ganaría el Tour», afirma.

Chris Froome sólo tenía un miedo al comenzar el Tour en Utrecht: la primera semana. Y especialmente, a un día, el del pavés. El año pasado cayó en las piedras y tuvo que retirarse. No es uno de los ciclistas más habilidosos del pelotón, precisamente. Pero esta vez sobrevivió. De hecho, fue el único de los favoritos que salió sin perder un solo segundo de la primera semana y metiendo tiempo a los rivales desde el muro de Huy, donde estuvo cerca de arrebatar el triunfo a Joaquim Rodríguez.

Y no quiso esperar. En la primera llegada en alto, en la Pierre Saint Martin asestó el golpe que sería a la postre mortal para el Tour. Con un ataque brutal, azotó a Quintana con más de un minuto, a Contador con 2:51 y a Nibali con cuatro y medio. «Ha sido la clave de mi victoria». Eso y saber gestionarse mejor que nadie, manteniendo la calma y la frialdad ante los ataques. Pero yendo de más a menos. Porque el Froome de la Pierre Saint Martin no se volvió a ver en el Tour.

En realidad no hizo falta. Asustó y atemorizó tanto al resto de favoritos que ninguno se atrevió a desafiarle para empezar a recortarle tiempo. Todos empezaron a correr por el segundo puesto hasta que destaparon sus debilidades. En el segundo día de descanso, al keniano le atacó la única fuerza que podía tumbarle: una enfermedad. «Bronquitis. He estado tosiendo todos los días y con mucho dolor en los pulmones pero no quise pedir medicamentos». Para que nadie pudiera criticarle ni siquiera eso. Elegancia. «Esta carrera es muy grande. Tal vez demasiado. Gracias a los aficionados. El maillot amarillo es especial y ahora conozco su lado bueno y malo. Esta prenda nunca la maltrataré y siempre estaré orgulloso de haberla vestido», dijo subido ya en el escalón más alto del podio de los Campos Elíseos.

La misma elegancia que mostró cuando se enfrentó al ataque de Nibali aprovechando su parón para arreglar la bicicleta en la Croix de Fer. «No voy a decir todo lo que le he dicho al llegar a meta. Sólo que eso no es digno del Tour». El billete al podio de los Campos Elíseos estaba en el Alpe d’Huez y Froome casi lo pierde por el brutal ataque de Quintana. «Veía que se me iba la carrera. Ha sido la vez que más he sufrido en un puerto», dijo después.

El año que viene regresará al Tour en busca de su tercer amarillo. Y lo hará de una forma diferente. Su mujer, Michelle, está embarazada. «Sé que va a cambiar mi vida y tendré aún más motivación. Hablo con corredores que ya son padres y me dicen que eso les da energía para seguir pedaleando». Él siente que la tiene por mucho tiempo. «Me veo corriendo hasta los 36 o 37 años». Hay Froome para rato.