Tour de Francia

Tour de Francia

Viento a favor para Froome y Contador

Los abanicos castigan a Quintana y Nibali con un minuto y medio en la meta de Zelande, donde se impone Greipel y se viste de amarillo Cancellara

André Greipel entró por delante de Peter Sagan y Mark Cavendish
André Greipel entró por delante de Peter Sagan y Mark Cavendishlarazon

Los abanicos castigan a Quintana y Nibali con un minuto y medio en la meta de Zelande, donde se impone Greipel y se viste de amarillo Cancellara

Hace más de sesenta años, veinte horas ininterrumpidas de tormentas inundaron Zelande. El nivel del mar del Norte aumentó más de cuatro metros. Los diques no lo soportaron. Estallaron y provocaron la muerte de más de dos mil personas. Más de 150.000 hectáreas, anegadas, borradas del mapa de los Países Bajos. Meses más tarde los arquitectos diseñaron una obra faraónica, el Delta, una consecución de presas y diques para proteger las tierras de los alrededores de los ríos Rin, Mosa y Escalda. La octava maravilla del mundo lo llaman. Con ello, las posibilidades de que se produzcan inundaciones como aquellas tan terribles de 1953 se han reducido a una vez cada 4.000 años. Un muro de contención por tierra para sostener la fuerza del agua. Pero lo que nadie puede sujetar es el viento. El que llegó al Tour en Zelande para azotar a Quintana y Nibali y dar alas a Contador y Froome.

Correr en Holanda es así. Llegar a la meta vivo y entero ya es un triunfo. «A 60 kilómetros para la meta a mi lado tenía a Nibali», rememoraba Froome, el gran ganador de la jornada de supervivencia, «y un segundo más tarde ya no estaba, no podía creerme que se hubiera quedado cortado». Lo hizo, en gran parte, porque en ese instante, justo cuando Froome echaba un vistazo rápido a los hombres que tenía alrededor, cuando la lluvia, inclemente en la meta, descargaba con rabia y el viento sobre el pelotón del Tour, justo en ese momento, Alberto Contador se acerca a su compañero Ivan Basso y le grita: «¡Ahora!». Es entonces cuando el italiano se pega a la cuneta y provoca el desastre de Nibali y el hundimiento de Quintana entre los diques del delta de Zelande.

Contador, con Kreuziger, Sagan y Rogers, nunca tan arropado, nunca tan bien llevado, danza sobre la lluvia en un pelotón que queda reducido a una veintena de unidades donde aún respiran Froome, tres compañeros, Van Garderen y Uran. Nibali, el gran beneficiado de los cuatro fantásticos en la crono de Utrecht, navega entre la lluvia y solo, tirando del grupo que se ha quedado cortado. Nadie quiere ayudarle. Y los segundos se convierten en minutos y los minutos se hacen eternos. Pedalea y parece que no avanza el «Tiburón».

Peor lo pasan por detrás Nairo Quintana, gesto desencajado, nariz arrugada en un rostro casi siempre inexpresivo, y Purito. Al colombiano le arropa y le empuja todo el Movistar, pero no pueden hacer nada para evitar el desastre. Purito, además de ese minuto y medio que le azota como a Quintana, Nibali y Valverde, se marcha al hotel con el codo, la cadera y la mano izquierda dañados. Primero pinchó y luego se cayó. Pero llegó a la meta vivo. Eso es lo único que cuenta en la primera semana del Tour. «A ver cómo me levanto mañana» –por hoy–, dice. Tiene ante sí su gran día, su gran etapa, la que acaba en el muro de Huy, que le ha dado dos Flechas Valonas a su palmarés y donde llegará magullado por el viento incontenible del Tour.

Una etapa así, de lucha por la vida, sólo podía ganarla un hombre raudo y fuerte. Con un grito estruendoso. De «Gorila». El rugido animal del alemán Greipel hizo temblar los diques del delta cuando se impuso a Sagan. Otro de los tipos duros del pelotón, Cancellara, se vistió de amarillo mientras Froome aventajaba en cuatro segundos a Contador. «Es una ventaja enorme para un día llano», se felicitaba el keniano. Aleja a Quintana a 1:45 y uno y medio a Nibali. Contador resiste, a 12 segundos del líder del Sky. El viento en el Tour sopla a favor de ellos.