Francia

El gran momento de Ion Izagirre

Su triunfo reconduce el Tour del Movistar, que subirá al podio como mejor equipo

Izaguirre alzando los brazos en el momento de su llegada a la meta
Izaguirre alzando los brazos en el momento de su llegada a la metalarazon

Su triunfo reconduce el Tour del Movistar, que subirá al podio como mejor equipo

A Nekane, lo único que en realidad le importaba era que sus hijos no fuesen ciclistas. Ese deporte que llena las lavadoras de barro. El del sacrificio y el dolor. El de la angustia cuando se sale a entrenar y los nervios cuando se va a competir. El del sufrimiento y la angustia. Pedía por sus chiquillos, «¡Ay Jesús! Que elijan otro deporte». Ella ya sabía de lo que hablaba. Cuando se casó con José Ramón Izagirre se unió en compromiso eterno también con la bicicleta. Él, «Katxarro» le apodaban, un vasco de Ormaiztegi robusto y cazador, corría en ciclocross.

Barro, lluvia y pendientes. Al borde de cada circuito se acercaba siempre Nekane con el carrito de los niños. Así empezaron a ver ciclismo Ion y Gorka Izagirre, cuando aún no sabían ni gatear. Por algún lado tenía que salir por mucho que Nekane les pidiese lo contrario. Que ese deporte era demasiado sufrido. No le hicieron caso y ayer, Nekane volvió a sufrir casi hasta morir viendo a su hijo pequeño descender a tumba abierta y sobre un asfalto que era una piscina el Joux Plane para ganar su primera etapa en el Tour de Francia.

Gorka y Ion crecieron viendo a su padre convertirse en campeón de España en dos ocasiones. Después lo dejó para ponerse a trabajar y sacar a la familia adelante. Entonces Gorka empezó a darle a la pelota «y soltaba bien la mano», recuerda su padre. Nekane, encantada. Un deporte a cubierto, con el frontón apenas al cruzar la calle. «Pero era imposible desviar su atención del ciclismo». Los genes se imponían. Cada noche, las cenas eran un ejercicio de persuasión de la madre a su hijo mayor. No hubo forma y al final tuvo que aceptarlo. «Si es lo que quiere...»

Lo peor de todo es que por detrás, el pequeño Ion veía a su hermano y quiso imitarlo. Coger su rueda. Por pura envidia empezó a competir también, para disgusto de Nekane. Gorka se convirtió encima de la bici en lo que prometía sin ella. Serio, minucioso y muy cabezón. En cambio Ion era el inquieto, el rebelde. El del desparpajo, el arrojo y el descaro. Así ha sido siempre desde que el Euskaltel los hizo profesionales y después, cuando se los llevó el Movistar. Siempre juntos, igual que empezaron el Tour. Pero una caída se llevó a Gorka a casa, de vuelta con la ama y con la clavícula partida. Cuánto sufrimiento.

Nekane no ha ganado para sustos en este Tour. Con el hijo mayor ya en casa, ayer se sentó frente al televisor para ver la gesta más bella de su pequeño. Ion se metió en la fuga del día con hombres de peso. Majka, Costa, Rolland, Zakarin, De Gendt. Al Joux Plane sólo llegaron el bravo Pantano, Alaphillipe y Vincenzo Nibali. Y con un ritmo machacón, casi ya en la cima, Ion Izagirre. Se avecinaba un descenso de infarto con la lluvia que caía incesante y violenta, el piso convertido en una pista de patinaje y tres ciclistas fenomenales en lo que a la destreza con la bicicleta se refiere.

Pantano se eliminó pronto. En la primera curva se salió a la cuneta y perdió comba. Nibali, un poco «bloqueado» y otro poco porque piensa más en los Juegos Olímpicos, se frenó. Y Ion Izagirre voló.

Por detrás lo que sucedió fue nada. Geraint Thomas puso un ritmo tan elevado tanto en la ascensión como en la bajada que nadie, ni sus propios compañeros del Sky necesitaron darle relevo. Froome, que ya ha confirmado que correrá la Vuelta para intentar ganarla por primer vez, llegó a Morzine sonriente por su tercer triunfo en el Tour y en volandas, rodeado por cuatro de sus «guardaespaldas». Bardet amarró el segundo puesto y Quintana rezaba para que nadie se moviese y poder mantener el cajón en el podio con el que se encontró el viernes. Ni Adam Yates ni Richie Porte hicieron amago alguno de pelear por el tercer puesto en París. Entregados.

El único espectáculo ayer lo puso Ion, el pequeño de los Izagirre, aunque a Nekane le cortase la respiración.