Real Madrid

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El Madrid es el dueño del mundo tras ganar al Gremio

El conjunto de Zidane fue muy superior al conjunto brasileño y con un gol de Cristiano Ronaldo volvió a conquistar el Mundial de clubes

El Real Madrid celebra su victoria
El Real Madrid celebra su victorialarazon

El conjunto de Zidane fue muy superior al conjunto brasileño y con un gol de Cristiano Ronaldo volvió a conquistar el Mundial de clubes.

No hay mejor equipo en el mundo que el Real Madrid. Es un hecho, un dato confirmado cuando Sergio Ramos, otra vez, alzó el trofeo del Mundial de clubes, donde compiten los mejores de cada continente, un torneo al que hay que llegar tras triunfar en la Copa de Europa. Es decir, que puede gustar más o menos, se puede hacer más o menos broma con alguno de los rivales, pero es evidente que el título conseguido por el Madrid en Abu Dabi certifica que el conjunto blanco está viviendo otra época dorada, en la que colecciona títulos y en la que en los partidos decisivos impone una jerarquía que casi nadie puede discutir. Lo sufrió la Juve en Cardiff, en la final de la Champions y no tuvo opción el Gremio brasileño. El Madrid más paciente, con el balón, le superó con mucha más distancia que la que después señaló el marcador.

Fue el equipo de los centrocampistas, que necesitó un ejercicio de calma, de aguantar la presión de no marcar, e ir buscando los espacios o esperar hasta que apareciesen. Sobre todo en la primera mitad, se veía a Cristiano Ronaldo y a Benzema bajar hasta zonas lejanas del área rival para tocar el balón y ayudar a sus compañeros. Era un Madrid sinfónico, el que ya se mostró contra el Sevilla, el de la primera media hora contra Al Jazira y el que ha lucido en los mejores momentos de un año memorable. Y para que todo estuviera de acuerdo con el año 2017 el gol lo marcó quien debía: Cristiano Ronaldo, ya en la segunda parte, de falta que le hicieron a él tras el único error grave de la defensa del Gremio. La barrera se abrió ante la desesperación del guardameta y la pelota entró a media altura sin oposición.

Hasta ese momento, el Madrid había tenido el balón y ocasiones para llevarse el partido frente a un contrario agobiante, que se olvidó de la portería de Navas para guarecerse atrás e intentar sobrevivir. Lo que iba a ser el Gremio se vio en el primer minuto: el Madrid tocó varias veces la pelota, que llegó a Cristiano, aún en su campo y de espaldas. Geromel le dio una patada con los tacos, criminal, con el único objetivo de hacer daño. Fue la típica patada de defensa veterano que quiere asustar, que está marcando su territorio y le deja un mensaje al rival: por aquí no se pasa o si lo haces, te la llevas.

Pero eso no iba a amedrentar al Madrid, vestido con la alineación de Cardiff, guapo de verdad, con Modric a la cabeza de la orquesta y eso es otra cosa, otra manera de afrontar los partidos. Si el croata está bien y ahora mismo parece en uno de sus mejores momentos de la temporada, el Madrid es más afilado y juega con más sentido. Menos vertical con Isco, pero con más posesión de balón, con más intención de hacer daño, de masticar el fútbol porque no había otra manera de jugar frente a un Gremio que mostró muy poco.

Tiene muchos recursos este Madrid cuando se encuentra a gusto y cuando sabe que se juega algo importante. Pocos equipos tienen su raza competitiva. Después de la patada, el Gremio intentó presionar la salida de la pelota, pero hay demasiados focos a los que atacar: si tapas a Modric y Kroos, el Madrid busca a Isco y a Marcelo, por el lado izquierdo y desde ahí empieza la jugada y bien puede acabarla en el área rival, por el mismo lado. O si así tampoco puede, no tiene miedo Varane de conducir la pelota hasta el área rival, hasta el punto de llegar a zona de delantero y una vez allí no saber muy bien qué hacer con el balón. El central francés se pasó tanto tiempo en el área contraria como en la suya.

Sin embargo, a diferencia del partido contra el Al Jazira cuando el ataque constante de los blancos se tradujo en un desorden inexplicable atrás, ayer todo el equipo se concienció de que no se iba a dejar escapar el trofeo. Si Carvajal llegaba hasta el fondo, Modric ocupaba su sitio para hacerle la cobertura y no dejar desguardado al equipo.

Si el choque de la semifinal fue cardíaco, extraño e irrepetible, la final fue todo lo contrario, un partido que ya se ha visto más veces a este Real Madrid triunfado, con el control absoluto de todas las situaciones y superioridad en cualquier zona del campo. La única pega fue que el gol tardó en llegar más de la cuenta, pero eso no hizo perder la calma a un equipo de ADN ganador.