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Los dos meses más duros en la vida de Carolina Marín

La Razón
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Lleva las uñas pintadas de rojo pasión, perfectas; las manos cuidadas, como disimulando que pueden ser armas de destrucción masiva: algunos golpes de Carolina Marín al volante alcanzan los 350 kilómetros por hora. Busca oro en Río. No lo oculta y aclara las razones: «Estoy en mi mejor momento porque es el torneo para el que mejor me he preparado. Me he sometido al entrenamiento más duro de mi vida y lo he soportado. No firmo una medalla que no sea el oro».

Convencida lo dice; con aplomo, serena, sin alardes. Como si esa ansiedad que derrota a algunos deportistas antes de competir no fuera con ella. Enumera las razones de la fiabilidad que transmite: «Uno, hay que desdramatizar, aunque sean unos Juegos. Esto es un sueño y voy a luchar por él. Dos, es otro torneo más y me voy a encontrar con las mismas rivales. Tres, mis sensaciones son magníficas. Cuatro, el pabellón es menos grande de lo que yo pensaba, y eso me favorece. Me gusta así. Cinco, espero que mis rivales se enfrenten a mí al doscientos por cien; yo voy a estar al 500. Y seis, aquí también influyen los pequeños detalles, y creo que los hemos cuidado todos».

De esos detalles, pequeños, habla lo imprescindible: «Son secretos. Digamos que soy otra Carolina, física y mentalmente; que he progresado en los táctico y en lo técnico. Estamos ante una nueva Carolina», que insiste en no desmenuzar los detalles. «Ha habido entrenamientos en los que he llorado. Por eso insisto en que vengo a por la medalla, si es la de oro, mejor. No firmo otra».

En Londres acusó la falta de experiencia; en Río tiene 23 años, es «campeona del mundo» y aporta un dato: «Este deporte lo dominaban las asiáticas. He roto la muralla china. Ahora hay más europeas que avanzan en el ranking». Se va a enfrentar a dos: para empezar, una finlandesa y luego una danesa. Está satisfecha con el cuadro. «Están controladas. Jugamos hace poco el Europeo. Mi rival más fuerte soy yo».