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Los All Blacks, Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2017

Los All Blacks, la selección de rugby de Nueva Zelanda bicampeona del mundo, ganan el Premio Princesa de Asturias. El jurado destaca su ejemplo de integración multicultural.

La selección masculina de rugby de Nueva Zelanda, conocida como los "All Blacks"
La selección masculina de rugby de Nueva Zelanda, conocida como los "All Blacks"larazon

Los All Blacks, la selección de rugby de Nueva Zelanda bicampeona del mundo, ganan el Premio Princesa de Asturias. El jurado destaca su ejemplo de integración multicultural.

Deportistas legendarios hay muchos, casi tantos como equipos que, durante un determinado periodo, marcan una época. La selección de rugby de Nueva Zelanda, vigente bicampeona del mundo, por ejemplo. Pero los All Blacks son eso y mucho más: son los dominadores absolutos de su deporte desde que, en 1905, emprendieron su primera gira por las Islas Británicas, en la que ganaron 34 de los 35 partidos que disputaron. Desde entonces, son la imagen de marca de su país y su legado va más allá de lo rugbístico, donde marcan el paso a todas las naciones con una constante evolución técnica.

El jurado que ayer les concedió el Premio Princesa de Asturias de los Deportes, de hecho, no se ha detenido tanto al desgranar sus méritos en el increíble porcentaje de victorias que presentan desde su creación (ganan más del 75% de sus encuentros frente a otras selecciones nacionales) ni en las dos últimas Copas del Mundo conquistadas, en 2011 y 2015, sino que han destacado su «ejemplo de integración étnica y cultural, que ha contribuido a la unidad de neozelandeses de diferente origen». Porque hoy, en esta era de la exaltación multirracial, ya no extraña que los All Blacks estén capitaneados por un inmigrante de origen samoano pero sí era llamativo hace un siglo (y hace medio) que en un vestuario conviviesen con naturalidad granjeros pelirrojos de origen escocés de la Isla del Sur con renegridos maoríes de los suburbios de Auckland. Para vestir la camiseta negra con la hoja de helecho plateada en el corazón sólo se necesitan, hoy y siempre, dos cosas: ser un inmenso jugador de rugby y asumir el estricto código de honor que impone la federación neozelandesa.

Los quince mandamientos de los All Blacks a los que cualquier lector puede tener acceso no son más que un resumen apresurado de unas pautas de comportamiento modelada a través de los decenios y todos los episodios que se cuenten sobre ellos conducen a un mismo concepto: respeto. Si el multimillonario Richie McCaw tarda una hora en salir del vestuario tras un partido es porque se ha encargado personalmente de que ninguno de sus compañeros haya dejado un solo trozo de esparadrapo en el suelo: respeto a la camiseta. Si los pobres japoneses encajan 145 puntos en un partido es porque los hombres de negro disputan cada balón al límite de sus fuerzas: respeto al rival. Si el mejor medio melé del mundo se pierde el partido más importante de la temporada por haberse «despistado» cinco minutos con su novia en los servicios de un aeropuerto es porque se es All Black veinticuatro horas al día: respeto a los fans.

Y estos detalles, aunque parezcan anecdóticos, contribuyen a la larga a ganar partidos.