Copa del Rey

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Los entrenadores del Formentera y del Lleida explican cómo convencieron a los suyos de que «todo podía suceder»

Aítor García Sanjuán y Gerard Albadalejo
Aítor García Sanjuán y Gerard Albadalejolarazon

Gerard Albadalejo podía haber dejado de creer en su equipo en cuanto supo que su rival de Primera era la Real Sociedad de Eusebio, un conjunto con buen trato de balón y bastante superior. Pero lo que hizo fue recopilar vídeos de hazañas de otros equipos humildes y antes del partido de ida, los jugadores del Lleida vieron al Alcorcón ganando al Madrid o al Albacete derribando al Atlético. Es un hombre optimista, porque, dice, «hay que afrontar así la vida, los buenos y los malos momentos». Fue optimista incluso después de perder (0-1) el choque de la ida. «En el hotel, en San Sebastián, hablamos de los vídeos que habíamos visto. Les dije que era una experiencia llegar a Anoeta y que sólo íbamos un gol abajo».

No muy lejos, en Bilbao, Tito García Sanjuán, el entrenador del Formentera, les decía a los suyos que en San Mamés había que disfrutar, disfrutar mucho y sobre todo «competir». «Que ya habíamos disfrutado contra el Sevilla la temporada pasada y nos eliminaron», explicaba ayer. «Había que agarrarse al partido», continuaba el entrenador, un exjugador de fútbol sala, que en sus métodos ha añadido conceptos aprendidos en ese futbito «y también del voleibol, como las segundas jugadas».

Pero para Gerard o para Tito, como para sus jugadores, creer era un acto ilógico. Son currantes del balón, que intentan ganarse la vida con el sacrificio diario, lejos del fútbol que vemos en la televisión. «Mi familia está en Benicarló», dice Tito y hay meses que sólo ve a sus hijos un par de veces, porque Formentera está lejos de casi todo. «He pasado por Burriol, por Villarreal, he estado en Finlandia. Sé que me estoy perdiendo la infancia de mis hijos y todas las noches de estos últimos once años me pregunto si lo que hago me merece la pena», contaba ayer, en uno de sus días más agitados, con el viaje de vuelta desde Bilbao a Formentera, con el teléfono ardiendo, la fama de repente.

Porque a veces merece la pena, Antes de empezar su partido contra el Athletic, al Formentera les llegaron noticias de Anoeta. «Y les dije a mis futbolistas: «‘‘Las cosas suceden’’».

Aunque haya que creer en ellas más allá de la razón. Porque si Gerard Albadalejo no dejó de creer cuando le tocó la Real Sociedad y ni siquiera se le ocurrió dudar cuando acabó la ida perdiendo, hubiese sido traicionarse a sí mismo cuando, en el descanso del partido del miércoles, perdiendo 2-0, hubiese dejado de tener fe. «Vamos a ganar una parte», cuenta que les dijo a sus futbolistas. Fue un mensaje enérgico: había que convencerles de que la esperanza te acompaña hasta casi el final. «Si ganamos esta parte por un gol, hemos perdido con dignidad», les decía. «Venga, esta segunda mitad empieza de cero».

Le convenció Gerard. En el minuto 55, el Lleida ganaba por uno (es decir, perdía 2-1); tres minutos después ganaba por dos (es decir, increíblemente, había empatado a dos). «Entonces me volví al segundo entrenador», contaba ayer Albadalejo «y le dije que si aguantábamos hasta los últimos finales podíamos ganar el partido. Me guardé un cambio, un defensa por si marcábamos para poder conservar el resultado». Y marcaron el tercero, el que les daba la victoria real, no sólo una parte.

En San Mamés, antes de empezar, Tito García Sanjuán siguió apoyándose en lo que había ocurrido en Anoeta. Las cosas suceden, sí: «Vamos –les dijo–, vamos a buscar que sucedan».