Natación

Tan dulce, tan salvaje

Ona Carbonell, hoy, durante su prueba de Sólo Técnico en el Mundial de Kazán.
Ona Carbonell, hoy, durante su prueba de Sólo Técnico en el Mundial de Kazán.larazon

Ona Carbonell logra una fantástica plata en solo técnico en los Mundiales de Kazán.

¿Se puede ser dulce y al mismo tiempo una fiera? Se puede. Ona Carbonell lo es. Enseña su dentadura, sonríe a los jueces y al público y se lanza al agua con ligereza. Allí se mueve tranquila y, de repente, cuando la música de «Réquiem por un sueño», de Clint Mansell, acelera, aparece la bestia. «Ta-ta», «ta-ta-ta-ta»... aumenta el ritmo de las notas y lo hace el de la española. Violencia, en el buen sentido de la palabra –aunque sea difícil encontrárselo– en la sirena catalana para hacer el ejercicio de solo técnico de natación sincronizada en el Mundial de Kazán. Los elementos obligatorios que se exigen van siendo superados y combinados con otras figuras de cosecha propia: piernas golpeando el agua con fuerza, espagats, piernas arriba, tirabuzones, descensos verticales bruscos... Falta el aire, pero hay que seguir; además, sin apenas dejar de sonreír, pero también sin dejar de mostrar ese lado salvaje. Ejercicios hechos con precisión, espagats fuera del agua con mucha altura, y además todo ello sin decelerar el ritmo ni la velocidad durante los más de dos minutos que duró. Se notan las horas de trabajo para fortalecer los músculos y resistir hasta el final. Los agotadores entrenamientos en el agua con ropa, cintas, gomas... La última fotografía que Ona dejó en su Twitter antes de la competición la mostraba a ella metida en una bañera con hielo para relajar los músculos. La primera frase después de la plata... «Muy emocionada! No me lo esperaba! Gracias a tantísima gente por el apoyo, confiar en mí... Sueño cumplido!» Acabó el ejercicio, se cortó la música y la fiera se esconde para dejar paso a la bella. Sólo quedan la sonrisa en el rostro y la sensación del deber cumplido. Adiós a la pinza de la nariz y fuera del agua para esperar la nota. Unos minutos de tensión y... 93.1284: subcampeona del mundo, plata, un peldaño más que hace dos años en Barcelona, donde el premio fue el bronce. Llega la emoción y las lágrimas a punto de aparecer. Lo hacen por fin cuando Ona Carbonell recibe el beso de Gemma Mengual, entrenadora y que también estará en Kazán en la nueva modalidad de mixto, y de Ana Montero, la directora técnica. Las tres se abrazan para celebrar el éxito. La subcampeona del mundo había llevado muy en secreto su ejercicio, sin dar pistas, y si por la mañana, en la preliminar, lo hizo bien, por la tarde, en la final, lo clavó, para dejar atrás al peligro chino, Sun Wenyan, que se tuvo que conformar con ser tercera (91.5479). Por delante, únicamente Svetlana Romashina; Rusia, como siempre, inalcanzable en este deporte, que recibió de los jueces 95.2680 puntos haciendo un homenaje a Julia Roberts con la música de «Pretty Woman». Orgullosa lució su medalla ante su público, y fue felicitada por su rival española.

Orgullosa estaba también Ona, que en Kazán ha renunciado a la participación por equipos para centrarse en las rutinas de solitario y dúo. Después de lo visto ayer, la cosecha de medallas promete seguir creciendo.