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El último Nadal

La Razón
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Admitámoslo, Rafa no va. Al menos el Rafa que hemos conocido, ése con el vigor de los héroes mitológicos, el propietario de una derecha dispuesta a fulminar a rivales con más talento, el tipo capaz de levantar partidos en los que sólo él creía. Por primera vez, el mejor deportista español de la historia emite preocupantes señales de fin de fiesta. Cuando no es la muñeca, como ahora, es la rodilla o la espalda. Y si no, la cabeza: «Este año mi lesión ha sido mental», confesó abatido hace un año. Fue su momento más bajo, cuando su ocaso deportivo parecía irremediable. Pero volvió una vez más para cumplir un sueño, ser abanderado en unos Juegos Olímpicos y sumar otra medalla a un palmarés descomunal. Una medalla lograda, eso sí, a un precio muy alto.

- Jugar sin dolor

Forzó tanto para competir en Río de Janeiro que no ha vuelto a jugar sin dolor desde entonces. Una sucesión de derrotas ante rivales sin nombre, de esos que antes despachaba sin contemplaciones, ha obligado a Nadal a tomar una decisión drástica. Toca detenerse, intentar recuperarse de sus problemas físicos y esperar al año que viene. Su decimoquinta temporada en la élite, nada menos. Lo hará con un objetivo claro: disfrutar del tenis. Y eso sólo lo conseguirá si compite sin sufrimiento, sin dolor.

- ¿Otro «Grande»?

La pregunta de si podrá ganar otro «Grand Slam» es recurrente en los últimos tiempos, pero su tío Toni, el que mejor le conoce, confía en ello ciegamente. Yo también. Pero que nadie espere ya al Rafa Nadal dominador, al de los mejores días. Ése, seguramente, ya no va a volver. Como tampoco ha vuelto jamás el mejor Roger Federer. Es ley de vida.

Ahora toca disfrutar del último Nadal, celebrar cada triunfo como si no hubiera más al día siguiente. Porque, efectivamente, y, aunque pueda llegar a sonar duro, ése puede ser el último.