Martín Prieto

Dos crisis al precio de una

Desde que en 2008 la Reserva Federal permitiera a Lehman Brothers la mayor quiebra de la Historia tras intoxicar el mercado financiero con hipotecas-basura bajo el análisis subnormal de que el precio de la vivienda no baja nunca, hasta nuestras elecciones, pareciera que no hubiera ocurrido nada en España salvo la fatiga política y la corrupción inaugurada en 1979 por Tierno Galván y los comunistas en la alcaldía madrileña. El Gobierno del PP podía haber mentido como Syriza, que a la postre sólo gobierna con el 30% de los votos y la extrema derecha, pero tomó el camino de los recortes y el saneamiento económico desagradable para la opinión pública y pasto para la publicada, porque no se recoloca la carreta en la carretera con vaselina. Si Rajoy, contra sí mismo, no hubiera empezado subiendo los impuestos hoy estaríamos intervenidos, entre Grecia y Portugal, y se habrían rebajado las pensiones o devengarían a tres meses vista mientras crecería el desempleo. Los ataques especulativos de las primas de riesgo han desaparecido del imaginario colectivo y, lo que resulta más grave, nos han inoculado la sensación de que la crisis ha terminado y que nuestras carencias obedecen a una insolidaria derecha que se levanta cada mañana ideando una nueva puñalada de pícaro a los españoles, que cuanto más postrados, mejor. En democracia todos los gobiernos que ordenan la contabilidad nacional se desangran en las urnas, víctimas de demagogos que no han administrado una mercería. Pero como repetía Perón, maestro de populistas, «la única verdad es la realidad». No obstante, dar por finiquitado el bipartidismo imperfecto con el que nos hemos venido manejando es una temeridad, con la mitad del censo votando PP-PSOE, y el supuesto de que en unas elecciones generales no se dispersa el voto como en unas parciales. Pero las dominicales resultan críticas al sumar una burbuja política a la económica: ahora tenemos dos crisis al precio de una. Un país de novela.