Vacaciones

¿Barcelona odia a los turistas?

Buena parte del éxito electoral de Ada Colau se debió, precisamente, a su cruzada contra los hoteles

Se trata de la tercera ciudad más visitada de Europa
Se trata de la tercera ciudad más visitada de Europalarazon

El turismo se ha convertido, según el barómetro municipal, en el principal problema para los vecinos barceloneses, superando incluso al paro.

De un tiempo a esta parte, ha comenzado a cobrar fuerza el concepto de «turismofobia» en Barcelona. Al menos, de cara al gran público. No obstante, por mucho que se le ponga nombre a la cosa, la reacción de los barceloneses se ha ido gestando a lo largo de los últimos 10 o 15 años.

Barcelona es la tercera ciudad más visitada de Europa, pero con algunas particularidades. Londres, con una población de casi nueve millones de personas, recibe 18 millones de visitantes. París, con nueve millones de habitantes, 17 millones de turistas. Madrid, con 3,1 millones de habitantes, recibe a cinco millones de turistas. Y Barcelona, que tiene 1,5 millones de habitantes, recibe a nueve millones de turistas.

Es decir, la Ciudad Condal tiene que hacer frente a una presión turística similar, por ejemplo, a la de Ámsterdam, con el agravante de que mientras que en la ciudad holandesa el crecimiento ha sido sostenido, la capital catalana se ha tenido que adaptar sobre la marcha en los últimos 15 años. Con los Juegos Olímpicos, Barcelona se colocó en el mapa, pero no fue hasta el cambio de siglo cuando la ciudad se posicionó entre los principales destinos europeos.

En los últimos años, además, el auge de los apartamentos turísticos ha supuesto el toque de gracia definitivo para que saltase la chispa de la «turismofobia». Los precios de los pisos se disparaban hasta niveles superiores a los de 2007, antes de la crisis, con salarios, en el mejor de los casos, congelados. Como suele decirse en la ciudad, pagamos alquileres del norte con sueldos del sur. Muchos de los vecinos de toda la vida han tenido que dejar la ciudad ante la imposibilidad de poder permitirse vivir en ella. Hay encuestas, sin ir más lejos, que indican que más del 50% de la población del Raval, uno de los barrios del casco antiguo, es, hoy por hoy, turista. El temido «síndrome Venecia», ciudades convertidas en una suerte de parque temático sin habitantes autóctonos.

Con este cóctel, lo que hace unos años eran poco más que lamentos ha comenzado a cobrar forma con la connivencia del gobierno municipal de Ada Colau. Al fin y al cabo, buena parte de su éxito electoral se debió precisamente a su cruzada contra los hoteles.

El periódico británico «The Independent» sitúa a Barcelona entre las ocho ciudades que más odia a los turistas. Las pintadas contra los visitantes comenzaron a aparecer en la ciudad, concretamente en las inmediaciones del Parc Güell; los vecinos empezaron a organizarse y las manifestaciones, a sucederse. Algunos hoteles recién estrenados, como la Casa del Sol en el barrio de Gracia, amanecieron en sus primeras semanas con los cristales destrozados a pedradas. Y, así, el turismo se ha convertido, de acuerdo con el barómetro municipal, en el principal problema de los vecinos, superando incluso al paro.

La alcaldesa disfrutó de un año de gracia, pero las miradas empiezan a volverse en su contra. Ni siquiera la moratoria hotelera que aprobó y que limita la construcción de nuevos hoteles a los barrios periféricos, ha tranquilizado los ánimos. Esta misma semana, el Ayuntamiento denunció que un directivo de la plataforma de alquileres turísticos Airbnb, la gran bestia negra de Colau, había alquilado una vivienda para después realquilarla a través del propio portal. Pero lo cierto es que, a pesar de las multas, la alcaldesa les acaba de imponer una sanción de 600.000 euros, la plataforma está en su máximo histórico con más de 8.000 pisos en oferta.

Un éxito de la regidora, pese a las reticencias iniciales, es que ha conseguido el consenso municipal en que el turismo debe ser regulado. El cómo es ya harina de otro costal. Y la sensación de que quizá ya es demasiado tarde, también.