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España también innova

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Mark Zuckerberg o Steve Jobs no tienen apellido español, ni nuestro país alberga ningún pequeño Silicon Valley. Sin embargo, las apuestas por la innovación que han realizado sectores como el automovilístico, el agroalimentario o el biotecnológico los han convertido en referentes mundiales. La i minúsucla (I+D+i) es uno de los pilares básicos para la competitividad de un país. Y en el mapa de España se resaltan ciertos puntos interesantes, tanto desde una óptica geográfica como desde una visión sectorial.

La innovación española se desarrolla, fundamentalmente, en Madrid, Cataluña, País Vasco y Comunidad Valenciana, pero también existen regiones más pequeñas con una frenética actividad, como Navarra, Galicia o La Rioja. El gasto en este capítulo realizado en España en 2013 fue de unos 13.000 millones de euros, lo que supone un descenso próximo al 3% respecto al del año anterior.

Mientras Madrid y Cataluña continúan ejecutando casi la mitad del gasto (el 26,4 y el 22,8% del total, respectivamente), el País Vasco redujo su contribución al 10,2, y la Comunidad Valenciana y Andalucía subieron dos décimas cada una –hasta el 7,7% y el 11,3%, respectivamente–.

Los sectores con mayor porcentaje de empresas innovadoras son los del petróleo, la farmacia y los productos informáticos y electrónicos. Pero, en términos absolutos, «donde más se invierte en innovación es en automoción». Aun así, Áureo Díaz-Carrasco, director ejecutivo de la Federación Española de Centros Tecnológicos (Fedit), asegura que «podemos presumir de ser más avanzados y diferentes en los sectores agroalimentario y biotecnológico».

Principales polos

España es el segundo mayor fabricante de automóviles de Europa y el octavo a nivel mundial, y lidera el ranking de los fabricantes europeos de vehículos industriales. No sólo es que las primeras marcas de automoción estén establecidas en nuestro país, sino que los vehículos de motor acapararon en 2014 el 13% del gasto en innovación tecnológica. Existen 17 plantas de fabricación instaladas en territorio español y 1.000 empresas fabricantes de componentes y equipos integran la cadena de suministro a la industria. En líneas generales, este sector representa el 10% del PIB y el 16% de las exportaciones españolas. Además, las plantas de producción se encuentran entre las más automatizadas de Europa, cuentan con 90.000 trabajadores en fábricas y 19.000 robots. Y es que 34 centros tecnológicos desarrollan actividades relacionadas con la fabricación de vehículos en España.

Díaz-Carrasco admite que se trata, quizás, de uno de los sectores más importantes que tenemos, y recuerda que las compañías multinacionales de la automoción se decantaron por nuestro país para desarrollar componentes. «La competitividad que fomentaron las grandes empresas ha creado un ecosistema muy potente para desarrollar servicios de automoción». El director ejecutivo de Fedit señala a Castilla y León, Galicia, Aragón y la Comunidad Valenciana como los cuatro grandes polos de la innovación en automoción, debido a que las grandes empresas se hallan allí.

Si bien es cierto que el sector automovilístico resulta de los más pujantes, es del agroalimentario del que más podemos presumir, porque la innovación en esta industria es intrínseca en España. «El sector agroalimentario español es un ejemplo en otros muchos países», como en China o Egipto, en cuanto a la calidad de los alimentos o al tratamiento de las materias primas. Díaz-Carrasco revela que tenemos un conjunto de empresas innovadoras en esta industria muy importante, e indica que en la Comunidad Valenciana, Galicia, País Vasco, Andalucía y Navarra se encuentran las iniciativas más significativas. Gracias a esta apuesta, el año pasado las exportaciones españolas de alimentos y bebidas alcanzaron los 24.018 millones de euros, un 5,9% más que en 2013.

El sector biotecnológico constituye el tercer foco de innovación más efervescente, aunque es cierto que depende del empuje de las farmacéuticas, que son las que alientan los proyectos. Según el INE, el 73,1% de las empresas innovadoras entre 2011 y 2013 correspondía al ámbito de la farmacia. Díaz-Carrasco mantiene que en España tenemos investigadores de mucho calado en el campo de la innovación en biotecnología.

Más allá de modelos de éxito en el sector biotecnológico o en el desarrollo de software para juegos, el caso Inditex resulta mundialmente reconocido como ejemplo de innovación en logística y marketing, que le ha hecho posicionarse como líder global. Díaz-Carrasco reitera que, pese a que en sectores como en el de la automoción, la energía o el manufacturero las innovaciones también existan, no somos tan diferentes del resto de países como en el agroalimentario, «donde se innova mucho y bien».

Mala cooperación

Lejos de San Francisco, en algunas ciudades españolas existen concentraciones de empresas innovadoras. No obstante, no hay una comunión entre la universidad, los organismos de investigación, los emprendedores y las compañías maduras, como sí ocurre en Silicon Valley, la meca de la innovación. El problema es que, al ser una competencia autonómica, cada comunidad desarrolla su propia política de I+D.

Mariano Rajoy aprovechó su intervención en el «South Summit» para asegurar que España tiene «todo» para convertirse en un «gran cosmos» de innovación, talento y desarrollo e ilusión emprendedora. En cambio, Díaz-Carrasco apunta que «no tenemos un gran foco nacional de innovación porque no hay cooperación entre las distintas comunidades autónomas para obtener polos de referencia». La competencia entre las regiones y la ausencia de un plan de innovación estatal impiden un desarrollo más puntero. En España conviven cerca de un centenar de parques tecnológicos y, en general, se coopera mal.

Díaz-Carrasco piensa que hay un exceso de parques, ya que prácticamente cada provincia tiene uno o varios, y que no todos pueden funcionar. Admite que los de Valencia, Vigo, Barcelona o Madrid son muy importantes, y que en el País Vasco también han trabajado muy bien este aspecto, pero no se diferencian entre sí, ni de los parques empresariales. «Son más una inversión inmobiliaria que un espacio donde fomentar el desarrollo tecnológico y la innovación».

De la mano

En San Francisco, el sector universitario, el empresarial y los organismos públicos caminan de la mano, en la misma dirección. «¡No podemos tener un Silicon Valley en cada autonomía!». El director ejecutivo de Fedit asegura que en España debería haber, como mucho, tres polos de innovación, y lamenta que cuando surge la decisión de instalar un proyecto de este tipo todas las comunidades quieran disfrutar del privilegio. «Lo que hacemos es atomizar las iniciativas, por lo que no conseguimos suficiente masa crítica para seguir adelante», apostilla.

Excepto los de Málaga –donde desde hace cuatro años se intentan fomentar los proyectos tecnológicos y de cooperación–, del País Vasco y de Cataluña, el resto de parques tecnológicos representan más operaciones inmobiliarias que líneas de trabajo para desarrollar iniciativas. En estos centros deben instalarse determinadas empresas y universidades para cooperar y desarrollar investigaciones comunes, porque si no, «al final tienes un maremágnum de empresas que no cooperan entre sí, de sectores distintos y sin demasiados puntos en común», advierte Díaz-Carrasco.

Pretender crear pequeños Silicon Valley es uno de los mayores errores cometidos a nivel autonómico y local durante los últimos años. Al menos, en opinión de Arístides Senra, director de Programas de Innovación y Emprendimiento de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Muchos centros empresariales que nacieron con el objetivo de ser «el próximo Silicon Valley» ahora están vacíos o a punto de desaparecer. Senra invita a pensar quién invertirá localmente en esos proyectos, qué empresas del entorno local podrán beneficiarse de esa cercanía geográfica y qué nivel de calidad de vida se ofrece para atraer el talento necesario.

Palanca para el crecimiento económico

La innovación supone un elemento crítico para el progreso económico y social, por lo que es necesario crear un entorno que la propicie, facilitar el uso de nuevas tecnologías, gestionar el talento humano y expandir una cultura emprendedora. Así, desde la Fundación Innovación Bankinter aseguran que se erigiría un sistema que garantice un crecimiento económico sostenible y estable.

En el Global Innovation Index, donde se analiza la innovación en el mundo, los recursos dedicados y los resultados obtenidos, también se estudia y demuestra la correlación positiva que existe entre la posición en el ranking global y el PIB por persona. Más allá de las excepciones, los países que ocupan los primeros puestos de la clasificación –los que más recursos dedican a la innovación y más resultados eficientes logran- son los que más renta per cápita muestran.

Los líderes de este ranking apuestan por sistemas de innovación que permitan nuevas inversiones, proyectos que atraigan talento humano y creación de infraestructuras que aseguren la generación de riqueza. Sin embargo, desde la Fundación Innovación Bankinter advierten de que el grupo que invierte menos del 10% de su PIB en innovación sólo consigue lo que en el índice llaman «logros de innovación», y no alcanza el sistema que consigue el aumento significativo de los beneficios económicos de innovar. España se encuentra muy cerca del grupo de los líderes, pero «nuestra valoración global no llega al 49,1 sobre 100, lo que claramente nos otorga un claro margen de mejora».

Apuesta insuficiente

Desde los aproximadamente 16.000 millones de euros que se invirtieron en nuestro país en innovación durante 2010, a los pocos más de 13.000 millones en 2013. A pesar de la caída en picado, España se sitúa en el puesto 27 del ranking de la innovación mundial, y ha avanzado cinco posiciones desde 2011 en la clasificación de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI). De este informe también se desprende que España ocupa, a nivel global, la posición 23 en cuanto a la calidad de su innovación.

Además de la reducción de la inversión pública, está disminuyendo la privada. Senra alerta del error que cometemos si sólo pensamos en las administraciones públicas, ya que el sector privado también debería ser un agente importante y no está reclamando su protagonismo en materia de innovación tecnológica.

Las empresas españolas, salvo en contadas excepciones, no apuestan por la innovación, porque estos procesos requieren una tolerancia al riesgo que muchos directivos no están preparados para asumir. Senra piensa que, quizás, no tenga sentido una estrategia nacional o regional de innovación y sí una más a nivel europeo, con acciones como el «Horizonte 2020».

El director de Programas de Innovación y Emprendimiento de la UPM remarca que a nivel universitario se hace muy buena investigación, aunque todo ese conocimiento no se termine de trasladar al mercado. Y es que, según algunos estudios, las universidades públicas generan el 15% del PIB. Senra pone de relieve el caso de tecnologías «made in Spain» adquiridas por empresas estadounidenses o israelíes para, posteriormente, venderlas de nuevo a las compañías españolas. Afirma que nuestro país marca tendencia a nivel de emprendimiento, y que el talento español no tiene nada que envidiar al de otras áreas geográficas con más fama –valga como ejemplo el éxito de BQ–. Pero considera que para que España pueda considerarse un país innovador «necesitamos que las empresas se atrevan a establecer relaciones estratégicas de largo plazo con los agentes generadores de conocimiento».