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«Hay que poner en contacto a la empresa con la Universidad»

De izquierda a derecha, José Luis Casado y Manuel Alonso. Sentados, Ignacio Blanco y Carlos Díez
De izquierda a derecha, José Luis Casado y Manuel Alonso. Sentados, Ignacio Blanco y Carlos Díezlarazon

Los expertos reclaman una reforma integral del modelo. Adaptar los estudios al mercado laboral y situar la empleabilidad del titulado en el centro de la gestión, las claves del cambio

¿Son las universidades y escuelas de negocios un impulso para el I+D+i de España? ¿Existe comunicación suficiente entre los centros y las empresas? ¿Forman las universidades los profesionales que el mercado demanda? A estas cuestiones, y a muchas más, dieron respuesta los expertos reunidos por el diario LA RAZÓN con motivo de la mesa redonda organizada en su sede bajo el título: «La Universidad española y una sociedad innovadora». El evento, que contó con la presencia de destacados representantes del mundo educativo, como Manuel Alonso Puig, presidente de Schiller International University; Ignacio Blanco Alfonso, director del Centro de Orientación e Información de Empleo de la Universidad CEU San Pablo; José Luis Casado, director del Departamento de Carreras Profesionales de ESIC, y Carlos Díez de la Lastra, director general de Les Roches Marbella, sirvió para analizar el papel de estos centros en el desarrollo económico del país, así como para desgranar los vicios que, con el paso de los años, ha ido adquiriendo el sistema universitario español.

El papel de la Universidad en la sociedad actual está en entredicho. Durante años, estas instituciones han vivido de espaldas a la realidad empresarial, lo que ha generado una brecha entre lo que los alumnos estudian en sus carreras y los requerimientos que las compañías demandan después en el mercado laboral. «La Universidad debería preguntarse cuál es su papel. En mi opinión son dos: formar bien a los muchachos y buscarles un buen empleo», aseguró Manuel Alonso. Sin embargo, es complicado procurar un buen trabajo a los titulados si sus conocimientos no se ajustan a las necesidades que en ese momento demandan las compañías. Por este motivo, Ignacio Blanco incidió en la necesidad de abrir un canal de comunicación directo entre educadores y empresarios. «Es necesario poner en contacto el mundo de la empresa con la Universidad. Si no se escucha a los empresarios, estaremos formando profesionales a espaldas de la realidad», subrayó el responsable del Centro de Orientación e Información de Empleo de la Universidad CEU San Pablo.

Una empleabilidad a la que hicieron referencia en numerosas ocasiones durante sus intervenciones los participantes en el debate y que todos coincidieron en señalar como clave para las futuras promociones. «Nuestro principal objetivo es la empleabilidad», destacó el presidente de Schiller International University, quien puso de relieve las exigencia de la regulación norteamericana, que obliga a que un mínimo del 75% de los estudiantes encuentre empleo relacionado con sus estudios durante los seis meses siguientes a su graduación. «De no ser así, el Estado podría quitarnos la licencia», advirtió Alonso. En el caso de Schiller, esta empleabilidad es del 100%.

Desde la Universidad CEU San Pablo, y aunque su tasa de éxito laboral sea del 91%, se mostraron contrarios a «usar la vara de medir de la empleabilidad». «Nuestra realidad no es la misma que la de instituciones públicas como la Universidad Complutense de Madrid», recordó Blanco. «No podemos olvidar la gran función social que desempeña la Universidad pública para la gente que no puede acceder a los estudios privados», añadió. Prueba de ello es el último informe del Observatorio de Innovación en el Empleo (OIE), que concluye que el 81% de los alumnos de centros públicos tienen bajas expectativas de acabar ejerciendo la profesión en la que se están formando, frente al 71% de los centro privados.

Reforma del sistema

Estructuras burocráticas monolíticas. Planes de estudios obsoletos. Profesionales endogámicos. Catedráticos que se rodean de personas nombradas a dedo y que limitan la entrada de talento. La sociedad reclama, a juicio de los ponentes, una manera diferente de enseñar, para lo que es necesario una reforma del modelo universitario de nuestro país. «Tenemos que dejar a un lado la complacencia con nuestro sistema educativo», reclamó el director general de Les Roches Marbella, una de las escuelas de alta dirección de hoteles más prestigiosas del mundo, quien diagnosticó la endogamia y el inmovilismo como los grandes males del sistema. «Nuestro sistema educativo superior no está al nivel de lo que representa España. Es imposible desarrollar programas que demande la sociedad si la propia Universidad es endogámica y los que deciden esos cambios están dentro», indicó. Esta complacencia está jugando en contra de los propios estudiantes, que cuando ven finalizados sus estudios se encuentran con una competencia feroz en el mercado laboral para la que no siempre están preparados. Para evitar este desfase, Díez apostó por la internacionalización de los títulos y la rotación de los estudiantes por distintos países. «Nuestros alumnos rotan entre Jordania, Suiza, China, España... Y es fundamental porque, cada vez más, las multinacionales van a reclutar con el plan de internacionalización en la mano», apuntó.

Un diagnóstico compartido por José Luis Casado, para quien «la legislación ha generado un sistema tan rígido en las universidades que al final se ha producido una desconexión con la realidad». El responsable del Departamento de Carreras Profesionales de ESIC incidió en el sobredimensionamiento del mapa universitario español, y reclamó una mayor flexibilización de la regulación. «Si tu quieres cambiar en una universidad pública un plan académico porque consideras que ya no responde a la realidad, tienes un problema. La Universidad se ha convertido en un dinosaurio por culpa de la excesiva regulación», afirmó.

Ante esta realidad, los ponentes apostaron por una transformación que acerque a nuestro sistema universitario al modelo que desarrollan países como Reino Unido o EE UU. «El sistema británico y el estadounidense son tremendamente exigentes en los temas financieros y de empleabilidad, pero son muy flexibles en los aspectos académicos», apuntó Alonso. Y es que el modelo anglosajón, según explicaron, da un gran margen de libertad a los centros para disponer de los créditos, lo que les permite cambiar programas o introducir nuevas asignaturas o incluso de titulaciones demandadas por las empresas.

Del mismo modo que no es casualidad, como dijo el filósofo Ortega y Gasset, que un genio como Leonardo da Vinci surgiera en el Renacimiento italiano, tampoco es casual que las grandes revoluciones tecnológicas de nuestra era hayan tenido su origen en EE UU y, más concretamente, en Sillicon Valley. Crear un ecosistema propicio para el emprendimiento y el desarrollo de los futuros profesionales conectado con la Universidad es clave y constituye una de las asignaturas pendientes del sistema educativo de nuestro país. «La Universidad no sólo debe formar profesionales y generar conocimiento, también debe ser un impulso para el I+D+i del país», concluyó Casado.