Gobierno de España

Rajoy quiso creer en Soria a pesar de sus contradicciones

Le había dicho al presidente que todo era mentira y que se enteraba por la Prensa. La dirección del PP, desconcertada, concluye que «o está mintiendo o le están tendiendo una trampa».

Rajoy quiso creer en Soria a pesar de sus contradicciones
Rajoy quiso creer en Soria a pesar de sus contradiccioneslarazon

Le había dicho al presidente que todo era mentira y que se enteraba por la Prensa. La dirección del PP, desconcertada, concluye que «o está mintiendo o le están tendiendo una trampa». En el partido empiezan a dudar de que aguante en el cargo.

Los apoyos del ministro de Industria en funciones, José Manuel Soria, en la dirección popular se caen a medida que crece el desconcierto por la gestión que está haciendo de su aparición en los «papeles de Panamá» y de las informaciones que le relacionan con paraísos fiscales.

Ayer se conoció otra nota que dejaba en evidencia que durante sus sucesivas comparecencias había mantenido oculto que fue administrador junto a su hermano Luis de una sociedad en la isla de Jersey, paraíso fiscal en el canal de la Mancha. Soria estuvo ayer en contacto con el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy. Mientras que desde la cúpula popular precisaban: «No entendemos lo que está pasando. Suena fatal. Está todo muy complicado». Las contradicciones en las que está incurriendo en sus explicaciones públicas, desmentidas al día siguiente por nuevas informaciones, han llevado a que en la cúpula del PP concluyan que «o miente o le están tendiendo una trampa». Y a que cada vez sean más los que ven muy complicado que pueda aguantar en el cargo. En teoría, Soria ya cesó al frente de Industria en diciembre. Por tanto, su salida tendría un valor sobre todo gestual. Otra cosa es que se le aparte también de las listas, lo cual empiezan a no descartar tampoco en las filas populares. Una opción que dejan abierta, a la espera de ver cómo reacciona el ministro y de sus explicaciones en el Congreso.

Ésta es la revisión que hacen en la dirección, por debajo del discurso oficial de cierre de filas que estuvo vigente hasta ayer. Mientras que entre los cuadros medios y las bases el escepticismo es aún mucho mayor, como también es más fuerte la demanda de que se corte de raíz con una situación que está «quemando» al PP. Crece el malestar porque, una vez más, un escándalo dinamite la posibilidad de que el partido tome impulso político en un escenario que, en principio, se tornaba a su favor. Esta vez, por el fracaso de Pedro Sánchez en las negociaciones para formar gobierno.

La posición del presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, resultó ayer muy significativa en clave interna. Rajoy guardó silencio en público y evitó hacer ningún gesto que se interpretara como una señal de apoyo hacia uno de sus compañeros de Gabinete, con el que mantiene una estrecha relación personal. Por varias veces, durante una visita al yacimiento romano de Noheda, y luego, en la Diputación de Cuenca, se le preguntó. Y todas las veces evitó pronunciarse.

Cuando conoció que su nombre aparecía en los «papeles de Panamá», Soria empezó a dar sus primeras explicaciones al presidente del Gobierno en funciones. Le telefoneó inmediatamente, y han hablado en más ocasiones. El miércoles, por ejemplo, lo volvieron a hacer. La tesis que ha utilizado en su defensa ha sido siempre la misma, que todo era mentira y que se estaba enterando por los medios de comunicación de los documentos supuestamente firmados por él de la empresa británica UK Lines Limited, con la que ha negado tener cualquier vinculación. Así se lo declaró a Rajoy, y éste, hasta el miércoles, optó por creerse sus explicaciones sin discusión.

Al menos hasta el miércoles, antes de que se conociese que tenía una sociedad en Jersey hasta 2002, Rajoy se aferró al manual con el que cree que debe gestionar los casos de corrupción que afectan a dirigentes de su partido: hacer prevalecer la presunción de inocencia y no dejar de valorar el coste personal de una decisión «injusta». Es una apuesta arriesgada, porque puede dar una imagen de debilidad o de falta de contundencia. Y por eso incluso han colocado matices al discurso oficial algunas de las voces que se identifican con la nueva generación de dirigentes del PP.

Pero antes de las novedades de ayer la posición de Rajoy era clara. Mantenerse al lado de su ministro en funciones y creerse la palabra que le estaba dando. Con la confianza de que pudiera aportar pruebas en su comparecencia en el Congreso para desactivar la arremetida de la oposición.

Aunque Rajoy calló ayer, el discurso del partido giró notablemente. De dar por buenas sus explicaciones, a exigirle nuevas explicaciones, más claras y más contundentes.

La posición oficial del Gobierno y del PP fue la de remitirse a la comparecencia del ministro de Industria en funciones en el Congreso el próximo lunes. Ya no le defienden, sino que dejan sobre él la responsabilidad de ser capaz de defenderse y de aclarar qué hay detrás de las informaciones que dejan en mal lugar su palabra. «Es él quien está trabajando en ello. Es él quien debe dar cuenta de los hechos», advertían por la tarde en Génova.