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Un «thriller» alucinógeno

La Razón
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Es curioso que la teoría de juegos que hizo famoso a John Forbes Nash se llame el «equilibrio de Nash», siendo el economista y matemático una persona cuyo equilibrio psíquico era a menudo bastante precario, hasta el punto de que estuvo ingresado en una clínica psiquiátrica. La película dirigida por Ron Howard e interpretada por Russell Crowe, «Una mente maravillosa» (2001), es un fascinante «biopic» del matemático planteado como un enrevesado puzle mental, que juega con su inestabilidad, sus delirios paranoicos y su genialidad como memorizador de números, creyendo ser reclutado por la CIA para el reconocimiento de repeticiones de patrones en los periódicos al servicio del espionaje estadounidense en plena Guerra Fría.

El filme se mueve con pericia entre lo real y lo imaginario, su relación con su mujer, con la que vivió hasta el día de su accidente automovilístico, alternando sus indudables logros en el campo de la matemática, la teoría de juegos y la economía, por el que recibió el Nobel en 1994, y una trama de espionaje que convierte la película de Ron Howard en un «thriller» científico alucinógeno. Su desarreglo mental, su creencia en marcianos y en conspiraciones soviéticas, es resuelto con una imaginaria trama de espionaje, dejando a un lado sus relaciones homoeróticas con algunos compañeros. «Una mente maravillosa» (2001) ganó cuatro Oscar, incluido el de mejor interpretación a Jennifer Connelly, película, dirección y guión para Ron Howard, pero la brillante interpretación del actor neozelandés fue injustamente relegada. Crowe une a su presencia física portentosa una capacidad para mostrar los sentimientos en una línea más contenida que su modelo Marlon Brando. Es de justicia reconocer su excepcional trayectoria interpretativa en la línea de la escuela naturalista anglosajona. Como John Nash, el actor pone el acento en un estado de nerviosismo realmente desasosegante, capaz de transmitir con el rostro y la expresión corporal el drama profundo que aqueja a este genio desequilibrado y mostrar el trastorno esquizofrénico que padecía el matemático. Sin duda, una de las mejores interpretaciones de su larga carrera.

Lo mismo cabría decir del director Ron Howard, especializado en dramas realizados con grandes presupuestos y factura cinematográfica impecable, aunque su filmografía sea bastante irregular. Sin embargo, su colaboración con Russell Crowe en «Cinderella Man» (2005) y «Una mente maravillosa» pueden calificarse como dos de sus obras maestras, a las que habría que añadir «Apollo 13» (1995) y «El desafío. Frost contra Nixon» (2008).