Irán

El ascenso de Irán agita Oriente Medio

El puzle regional
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La proximidad de un acuerdo nuclear y la implicación de la república islámica en la guerra de Siria e Irak enajenan a los aliados tradicionales de Estados Unidos en la región.

Irán ha pasado de ser una potencia marginal a tener un papel decisivo en los asuntos de la región. Su abierta participación en la guerra siria y ahora cada vez más involucrado en la lucha contra el Estado Islámico en Irak pone de relieve el liderazgo del régimen de los ayatolás en la zona. El aumento de la influencia iraní en Oriente Medio no habría sido posible sin el consentimiento –aunque discreto– de Estados Unidos, que no quiere perder su oportunidad de oro para arrancarle a la república islámica un acuerdo que frene su controvertido programa nuclear.

Irán es el único país árabe que mantiene tropas terrestres en Siria e Irak. La Guardia Revolucionaria junto con la leal milicia chií libanesa Hizbulá han estado participando en la guerra de Damasco contra los rebeldes sirios y ahora apoyan al régimen de Bachar Al Asad para contrarrestar el auge de los yihadistas. En Irak, la presencia militar de Irán es mucho más fuerte. Las milicias chiíes en Irak, con fuerte influencia iraní, están a la vanguardia en la guerra contra el Estado Islámico. Grupos armados chiíes, que permanecían inactivos desde la invasión de EE UU en 2003, se han reactivado de nuevo y han constituido la vanguardia de las operaciones del Ejército iraquí en Biyi, Samarra y ahora Tikrit, donde se ha activado un operativo para recuperar el control de esta ciudad que se encuentra en manos de los islamistas. Teherán apadrina toda una nebulosa de milicias que tomaron las armas hace una década como Asaib al Haq o la Liga de los Virtuosos, una escisión del Ejército del Mahdi, o las Brigadas de Badr, brazo militar del Consejo Supremo para la Revolución Islámica, y que ahora han desplegado a sus combatientes en Samarra y Bagdad, en un esfuerzo para detener el avance del EI. Además, el dinero iraní ha ido a parar a Erbil para renovar el obsoleto arsenal militar de los peshmerga, las fuerzas kurdas que juegan un papel clave en la guerra contra el Daesh o el Estado Islámico.

Cuando a mediados de enero un dron israelí atacó con misiles un convoy de Hizbulá en la zona de Quneitra, en los altos del Golán, y mató a seis combatientes del grupo, entre ellos se encontraba un mando de la Guardia Revolucionaria de Irán. Tras darse a conocer la noticia no hubo reacciones sobre la implicación de las fuerzas iraníes en Siria. Israel defendió que el ataque se debió a que el cabecilla del grupo, Yihad Mugniyah, hijo del poderoso jefe militar de Hizbulá, Imad Mugniyah –muerto hace siete años en un atentado en Damasco–, planeaba ataques en suelo israelí. Sin embargo, Tel Aviv no mencionó nada sobre la muerte de un mando militar iraní. Tampoco hubo reacciones por parte de la Administración norteamericana.

En la actual ofensiva en Tikrit, el régimen de los ayatolás lidera las operaciones militares. Sin la más mínima discreción, un comandante iraní de la Guardia Revolucionaria está liderando la campaña militar en la provincia de Saladino para liberar la ciudad natal de Sadam Husein. Se trata del general Qasim Suleimani, jefe de la temida fuerza de élite Quds, encargada de las operaciones en el extranjero de la Guardia Revolucionaria. Este cuerpo militar creado tras la revolución islámica de 1979 es ahora el brazo ejecutor de facto del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei.

El general Suleimani se ha convertido en una especie de jefe de la diplomacia iraní, encargado de los asuntos de seguridad militar en el exterior. Su reciente aparición en lo alto de la colina de Albu Rayash, a 55 kilómetros al este de Tikrit, dirigiendo las operaciones militares del Ejército iraquí, no ha sido la única. Al general iraní se le ha visto en varias ocasiones en las líneas del frente o asesorando a las fuerzas iraquíes en la defensa de la capital, así como movilizando, a las milicias proiraníes de Irak. También en Siria, Suleimani y la Guardia Revolucionaria han facilitado armas y financiación al Gobierno de Asad.

Estados Unidos, a través de su secretario de Estado, John Kerry, reconoció hace unos días estar al tanto de los actividades militares de Irán en suelo iraquí. No obstante, Kerry recalcó que no hay coordinación alguna entre Washington y Teherán. El hecho de que Washington esté actuando con transigencia hacia Irán se debe a que ha llegado un momento crucial en las negociaciones nucleares y sería un error presionar a Teherán en otros asuntos. Todas las expectativas están puestas en la próxima cita el 31 de marzo en Bruselas en la que Irán y el grupo 5+1 (EE UU, China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania) deberán cerrar un acuerdo político y negociar los detalles técnicos antes del 1 de julio. El pacto debe garantizar el carácter pacífico y civil del programa nuclear iraní, a cambio del levantamiento de las sanciones internacionales contra Teherán.

Que se cierre un pacto con Irán ha alarmado a las potencias árabes suníes, en especial las monarquías del Golfo, enemigos acérrimos de la república islámica. Por ese motivo, el jefe de la diplomacia estadounidense ha viajado este jueves a Riad a para rebajar tensiones. Tras reunirse con el rey saudí Salman bin Abdelaziz, Kerry aseguró que la política de su país hacia los países del Golfo no cambiará si se alcanza un acuerdo nuclear con Irán. El jefe de la diplomacia estadounidense insisten que la comunidad internacional no va a hacer la vista gorda en cuanto a «las otras actividades (de Irán) que llaman a perturbar la estabilidad en Siria y Yemen, incluido su apoyo al terrorismo». El ministro saudí de Exteriores, Saud al Faisal, le trasladó su preocupación sobre el polémico programa nuclear iraní así como «su injerencia en la región».