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El cáncer de mama más antiguo

El director del Laboratorio de Antropología de la Universidad de Granada, Miguel Botella presenta el caso del cáncer de mama más antiguo que se conoce
El director del Laboratorio de Antropología de la Universidad de Granada, Miguel Botella presenta el caso del cáncer de mama más antiguo que se conocelarazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@546dec3d

Investigadores de Granada hallan una momia con metástasis que vivió hace 4.200 años (2200 a.C.) a orillas del Nilo .

Sólo el 15 por ciento de las mujeres a las que se les diagnostica cáncer de mama refieren dolor, por lo que las exploraciones, las visitas a los especialistas y las mamografías resultan claves para prevenir este tipo de tumor. Pero hace miles de años no había ninguna opción de prevenir una enfermedad entonces «desconocida». Pero existía. Dan buena prueba de ello diversos documentos históricos. Hasta la fecha el más antiguo es el Papiro de Edwin Smith, que data del 1600 a. C. Era la descripción escrita del cáncer más antigua que se conociese. Y es «era», porque ayer un equipo multidisciplinar de investigación, en el que han participado las universidades de Granada y de Jaén, anunció que en la Necróplis de Qubbet e-Hawa, situada frente a Asuán, ha hallado los restos del cáncer de mama más antiguo del que se tiene constancia, desbancando al Papiro Smith. En concreto, han descubierto el esqueleto de una mujer cuyos restos datan del 2200 a.C. Es decir, una mujer que vivió hace 4.200 años y a la que este mal se le fue extendiendo por todo el cuerpo, sin que entonces hubiera tratamiento alguno y ni siquiera se soñara con ello.

El hallazgo es impresionante», reconocía ayer a LA RAZÓN Miguel Botella, director del Laboratorio de Antropología de la Universidad de Granada. Este antropólogo, que aún mantenía la sonrisa y su sorpresa por el descubrimiento fue precisamente quien en la colina del viento encontró el esqueleto: «Las excavaciones empezaron en 2008. Este año estuve del 16 de enero al 16 de febrero, aunque la campaña fue de 16 de enero al 4 de marzo. La mujer con cáncer la encontré el 10 de febrero». Una fecha que este antropólogo no puede olvidar. «El cuerpo estaba completo en un ataúd. La mujer había sido momificada, pero los insectos se comieron su carne, por lo que lo que hallamos fue su esqueleto, pero entero».

Un esqueleto que tiene miles de marcas por la metástasis. Y es que, aunque la mujer egipcia tuviera cáncer de mama, el tumor, como explica el antropólogo, «se le había extendido por todo el cuerpo, ya que se observa metástasis desde la parte alta del cráneo hasta el hueso del dedo gordo del pie, aunque más en la cadera y en las vértebras. Y tanto por la extensión como por la gravedad, las muestras indican que tuvo cáncer de mama durante mucho tiempo».

Pero ¿cómo pueden saber que es cáncer de mama y no un tumor de páncreas? «Porque básicamente presenta una destrucción como apolillada con bordes difusos no regulares, y en otros cánceres es redondo», precisa Botella.

Otro detalle interesante es su altura: 1,62 centímetros, que aunque a priori pueda parecer una gran altura si uno se remonta a hace 4.200 años, lo cierto es que «para ser mujer tenía una talla media o ligeramente inferior a la estatura de esa época. Y es que la altura ha cambiado poco, un centímetro o centímetro y medio desde entonces hasta la fecha».

Pero la momia hallada no sólo tenía un cáncer de mama que le pasó al hueso, sino que esta mujer que tenía entre 30 y 40 años de edad «dada la pubis y la soldadura de los huesos largos, padecía también una osteoporosis enorme». Un mal que permite dibujarnos más detalles de ella. Y es que «estuvo inmóvil durante mucho tiempo», lo que revelaba un delicado estado de salud debido a la metástasis, pero a pesar de presentar «unos huesos frágiles ninguno está roto. De modo que estuvo quieta y la sociedad la cuidó», tal y como apunta Botella, que aunque no quiere a priori afirmar con rotundidad si era una mujer de alta cuna dada su especialidad, sí afirma que no sería una persona humilde, ya que era una tumba de gobernadores donde «ponen adobe y van metiendo a toda la familia». Unas tumbas espectaculares excavadas en la roca con «salas de 200 metros cuadrados», precisa.

Esta investigación, «demuestra que los habitantes del Antiguo Egipto vivían mucho peor de lo que nos podrían indicar sus grandes monumentos, y padecían numerosas enfermedades infecciosas que mermaban su esperanza de vida», añadió.

No en vano, el equipo de antropólogos que ha participado en esta excavación, ha identificado en las momias de la Necrópolis muchas enfermedades infecciosas, como brucelosis o fiebre de Malta, así como marcas de violencia, otro tipo de tumores, enfermedades degenerativas (artrosis) y anquilosis de miembros. De ahí que la mitad de la población egipcia muriese antes de cumplir los cinco años, tal y como recordó el antropólogo.

La tumba QH33 de la Necrópolis de la colina del viento fue descubierta en el siglo XIX y excavada desde entonces en no pocas ocasiones, pero los restos hallados por los investigadores del equipo que dirige el doctor en Historia Antigua Alejandro Jiménez, de la Universidad de Jaén, son completamente novedosos y han sido investigados por primera vez.

En definitiva, todo un hallazgo porque esta evidencia encontrada tiene 600 años menos que la del Papiro Smith. «Además, esta enfermedad aparece descrita en el conocido Pario, pero hasta ahora no se ha podido disponer de la evidencia. Nuestro hallazgo nos ha permitido disponer de ella en forma del esqueleto completo de una mujer, de época aún más antigua, que ahora estudiaremos minuciosamente». Un hito que a partir de ahora formará parte de la cronología del cáncer, con otras fechas que estudian los médicos e historiadores especializados en el campo de la Medicina, como la Teoría Humoral de Hipócrates, que atribuyó el exceso de bilis negra al cáncer y fue el primero en emplear términos como «carcinoma»; o Galén, un médico que, según los datos de la web de la Universidad de Emori, creía que era factible curar el cáncer en etapas tempranas y que los tumores desarrollados deberían ser eliminados; o Pablo de Engina, el autor de «Epítome de la Medicina», que dio en el clavo al pensar que el cáncer de mama era uno de los más comunes y que recomendaba su extirpación.

El tumor, en clave histórica

En definitiva, los primeros pasos del conocimiento y de la lucha contra el cáncer que han permitido que –aunque una de cada ocho mujeres presentará cáncer de mama a lo largo de su viva–, la supervivencia haya mejorado notablemente en los últimos 15 años hasta alcanzar una supervivencia global a los cinco años del diagnóstico de este tumor del 82,8 por ciento en España, por encima de la media europea y similar a la de aquellos países que cuentan con las mejores cifras de supervivencia, según los datos de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). Pero hoy, como seguramente seguirá siéndolo en el futuro, el diagnóstico precoz (gracias a los programas de cribado con mamografías) es la mejor arma para luchar contra este tumor. Algo que hace 4.200 años, cuando vivía llena de dolores la mujer egipcia encontrada a orillas del Nilo, era completamente impensable.