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La guerra cultural del Estado Islámico

La guerra cultural del Estado Islámico
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El último blanco de sus ataques fue la ciudad de Nimrud, en el norte de Irak, fundada en el siglo XIII a. C. Cuna de la cultura asiria y una de las más destacadas de aquella época. El Ministerio de Antigüedades iraquí denunció que los combatientes radicales asaltaron Nimrud y destruyeron el sitio arqueológico de esta localidad empleando maquinaria pesada. Según fuentes citadas por la cadena de televisión Al Yazira, los yihadistas irrumpieron en Nimrud el jueves al mediodía con una excavadora y demolieron las conocidas como estatuas de Lamassu, que protegían las puertas de las ruinas del palacio de Ashurnasirpal II, del año 883 a. C.

Las estatuas, muchas de las cuales se conservan aún intactas en el Museo Británico de Londres, representan seres mitológicos con cuerpo de león, cabeza de hombre y grandes alas de pájaro. Pocas reliquias permanecían en Nimrud, que desde hace años está expuesto no sólo a la violencia de la guerra y los pillajes, sino a las condiciones climatológicas adversas, sin ninguna protección. Las piezas de mayor valor fueron sacadas de la ciudad hace tiempo y llevadas a los museos de la vecina Mosul y de la capital, Bagdad, así como fuera del país. Por el momento, es imposible valorar el alcance de los daños causados en Nimrud por el asalto del Estado Islámico porque los expertos no han podido acceder aún a este sitio arqueológico, que, además del palacio, contiene los restos de un templo y una ciudadela fortificada. El Gobierno de Bagdad, que no ha podido ofrecer más información sobre lo sucedido el jueves, aseguró que éste en un nuevo desafío de los radicales a «los sentimientos de la humanidad», que una vez más se ha estremecido ante las barbaridades cometidas por el grupo.

Aunque en este caso no ha corrido sangre humana, el último ataque brutal al patrimonio cultural iraquí ha levantado la indignación y las condenas de los expertos e instituciones internacionales, encabezados por la Unesco. El organismo de la ONU denunció este nuevo «crimen de guerra» perpetrado por los yihadistas en Irak y ha pedido la intervención tanto del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como de la Corte Penal Internacional de la Haya para que persiga estos crímenes. También el Gobierno iraquí pidió la intervención de la comunidad internacional para detener los ataques del EI contra la civilización de Mesopotamia y que el Consejo de Seguridad adopte medidas urgentes en este sentido. «No podemos permanecer en silencio. La destrucción deliberada del patrimonio cultural constituye un crimen de guerra», apeló la directora de la Unesco, Irina Bokova, haciendo un llamamiento a los líderes políticos y religiosos de la región para que rechacen la violencia y recalquen que estos actos no tienen absolutamente ninguna justificación política o religiosa.

El Estado Islámico suele amparar la destrucción de estatuas y otras obras de arte en uno de los dogmas del islam, que prohíbe la representación de los dioses al considerarla idolatría. Si bien las estatuas de Lamassu representan a dioses adorados en el Imperio asirio, los analistas consideran que los combatientes radicales llevan a cabo estos actos en el marco de su campaña de terror, con el fin de establecer su poder y demostrar al mundo de lo que son capaces. Hace tan sólo una semana, el grupo terrorista divulgó por internet un vídeo en el que mostraba como sus hombres golpeaban y destruían a martillazos estatuas asirias custodiadas en el museo de Mosul, ciudad que cayó en manos yihadistas el pasado verano. Los yihadistas también irrumpieron en la biblioteca y en la Universidad de Mosul y quemaron cientos de libros, antiguos y modernos considerados «pecaminosos».

La Unesco y los expertos advierten de que el EI no sólo actúa por motivos ideológicos, sino que también se están autofinanciando con el tráfico de antigüedades que consigue sacar de Irak, a través de Turquía y Jordania. Las piezas de pequeño o mediano tamaño que pueden ser transportadas son vendidas en el mercado negro, mientras que los monumentos de mayor tamaño son destruidos in situ. Por ello, desde la ONU recalcaron ayer una vez más la necesidad de monitorear también el tráfico ilegal de antigüedades desde Oriente Medio para bloquear una de las fuentes de financiación del grupo yihadista Estado Islámico.

El grupo controla prácticamente la totalidad de la provincia de Nínive, que en su día formó parte del Imperio asirio, a orillas del río Tigris. En el territorio bajo su yugo existen varios sitios arqueológicos destacados, como los de Nínive y Hatra, que ya han sido dañados por los yihadistas en los pasados meses. Nimrud fue capital del Imperio asirio aproximadamente en el 900 a. C., pero su fundación se remonta a hace 7.000 años y la ciudad es mencionada también en la Biblia con el nombre de Calah. Esta localidad fue descubierta por los británicos a mediados del S. XIX y por ello la mayor parte de las piezas arqueológicas claves encontradas en ella se encuentran en los museos de Reino Unido. Muchas piezas también se encontraban en el Museo de Mosul, que no había sido blanco de ataque hasta la semana pasada, a pesar de que la ciudad fue conquistada por los yihadistas del EI en junio de 2014.

Con estos ataques el Estado Islámico busca precisamente llamar la atención de la comunidad internacional, que poco ha podido hacer hasta el momento para detener las acciones vandálicas del grupo en Irak y en Siria.