Literatura

España

«El nombre de la rosa», el Eco de una gran obra

Una Abadía rodeada de misterio y un secreto que va dejando cadáveres. El «thriller» más erudito llega a Madrid dirigido por Garbi Losada

Juan José Ballesta (Adso) y Juan Fernández (Fray Guillermo), en la obra
Juan José Ballesta (Adso) y Juan Fernández (Fray Guillermo), en la obralarazon

Si hay una novela por excelencia que utilice el contexto histórico para desarrollar una trama, ésa es «El nombre de la rosa», del semiólogo italiano Umberto Eco. Fue de las primeras de una larga saga que dio en llamarse «novela histórica». Sin embargo, la famosa novela de Eco puede encajarse mejor dentro del género negro que en el histórico. Con la Edad Media como telón de fondo, presenta una original mezcla entre el relato detectivesco y la novela culta. La obra nunca ha sido adaptada al teatro, al menos profesionalmente. El enorme proyecto de condensar esas 700 páginas en una pieza de casi dos horas fue cosa de Garbi Losada, su directora y adaptadora junto a José Antonio Vitoria, o sea, la compañía Ados Teatroa: «Me gustó mucho la novela –explica– y siempre me pareció muy teatral: los monjes, la abadía, los ritos... Lo intentamos hace 8 o 9 años. Le mandamos un texto y no hubo respuesta, pero hace cuatro repetimos con algo más elaborado y esta vez dijeron que sí». Sin embargo, «para nosotros era demasiado y recurrimos a la coproducción con otras tres compañías». Ésta fue la génesis de un proyecto que, después de unas sesenta funciones por España –incluido el Festival de Cáceres–, llega ahora al teatro Nuevo Apolo de Madrid con Juan Fernández y Juan José Ballesta –para siempre «El Bola», que debuta en teatro– como Guillermo de Baskerville y Adso de Melk, respectivamente. Con ellos, Pedro Antonio Penco (que da vida a Remigio da Varagine), David Gutiérrez (Abad Abbone), Cipri Losada (Jorge de Burgos), Jorge Mazo (Malaquías de Hildesheim) y Koldo Losada (Salvatore), entre un total de 12 actores y 30 figurantes. No faltan personajes que los amantes de la novela recordarán, como Ubertino da Casale, Berengario, Bernardo de Gui o la joven mendiga objeto del deseo de Adso,interpretada por Inma Pedrosa.

En el invierno de 1327, el franciscano y su discípulo llegan a una abadía benedictina en los Alpes italianos famosa por su biblioteca. Guillermo debe organizar una reunión entre los delegados del Papa y los líderes de la orden franciscana en la que se discutirá sobre la supuesta herejía de la doctrina de la pobreza apostólica promovida por los espirituales. Dada su fama de perspicaz e inteligente, el abad aprovecha para encargarle investigar las extrañas muertes que se suceden.

El demonio de la risa

Ambos irán resolviendo un misterio que gira alrededor de un libro que se creía perdido: el segundo tomo de la «Poética» de Aristóteles, que versa sobre la comedia y es guardado por el ciego Jorge de Burgos. El libro habla de la risa y, según él, «la risa mata el miedo y, sin miedo, no hay temor de Dios». Para la directora, la obra «presenta un debate en torno a la pobreza de la Iglesia aún por resolver. Eco hace una pequeña trampa al hacer convivir dos momentos históricos, la Edad Media, en la que están anclados los monjes, y la modernidad encarnada por Guillermo de Baskerville. La confrontación de dos mundos, el fundamentalista que quiere guardar y proteger todo el conocimiento, al que nadie tiene acceso, contra la racionalidad renacentista y el deseo de saber. Un debate ideológico que enfrenta a los franciscanos y al Papa».

Las dificultades para adaptarla han sido grandes, sobre todo por las localizaciones. Según Losada, «ayuda mucho la novela porque está muy bien estructurada, con aspectos de «thriller». Película y obra están basadas en ese esqueleto, aunque eliminando muchos pasajes. Al final, lo resolvimos con un libro en arcos que se mueven y adquieren distintas formas para mostrar los diferentes espacios –claustro, celdas, biblioteca...–. Esto es un hallazgo que da muchas posibilidades. Convierte al libro en un personaje más y, al igual que en la novela, es el hilo conductor. Por otro lado –continúa Losada–, hemos cuidado aspectos como el vestuario, los efectos especiales o la luz para reconstruir el mundo mágico de la abadía. El público sabe lo que pasa, pero no cómo lo contamos».

Juan Fernández es Guillermo de Baskerville. Fue el último en incorporarse en sustitución de Karra Elejalde. «No me podía creer que me propusieran este personaje, el que más admiraba de la película –cuenta con entusiasmo–. Releí el texto para ver cómo enfrentarme a él y Eco lo pone fácil porque es muy descriptivo. Con ceñirse a lo que dice no necesita más adornos. Me gusta porque era un visionario adelantado a su época, más científico que religioso. Su curiosidad por saber el porqué de todo, su necesidad de conocimiento lo hace muy atractivo. Guillermo tiene la luz de la razón frente a la oscuridad y las tinieblas del fanatismo religioso. Contrapone el pensamiento nuevo a personas atrapadas en el tiempo, la regeneración del Renacimiento frente al mundo medieval». Él, maestro de Adso, de alguna manera también lo es de su compañero, Juan José Ballesta: «No soy buen pedagogo, sólo le aporto mi experiencia. Tiene un don natural. Le aconsejo la disciplina, que en teatro es fundamental, y saber escuchar y aprender de los compañeros. Yo aprendo de él, de su energía, de su frescura, de su ingenuidad ante la vida». Y concluye sobre los demás compañeros: «Hay un elenco excelente que con su trabajo de ficción hacen reconocibles en el escenario los personajes que quedaron en el imaginario de la gente».