Papel

El poder, según Carlo Ancelotti

Carlo Ancelotti, hoy en conferencia de prensa
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El técnico reivindica su relación y su forma de llevar el vestuario antes del partido de San Mamés.

«Somos democráticos», dijo ayer Ancelotti cuando le preguntaron qué pasaría si hinchas italianos pitasen el himno de su país: «No pasaría nada», continuó. Fue una definición de su forma de entender la autoridad, de la libertad de dejar hacer a los demás, de la forma, además, de manejar grupos. Hay muchas maneras de hacer eso pero casi todas se resumen en dos estilos contrarios: mano dura y rigidez o compadreo y liderazgo consensuado. Como resumió su compatriota Maquiavelo: si es mejor ser temido o ser amado. «En mi carrera de futbolista tuve ocasión de ver en acción a muchos grandes entrenadores cuyos enfoques eran, en ocasiones, diametralmente opuestos: a diferencia de Eriksson, que por la mañana siempre estaba dispuesto a estrechar la mano a todos antes de empezar el entrenamiento, Capello se mostraba brusco y no era muy proclive al trato dialéctico», cuenta Ancelotti en sus memorias técnicas. «Con todo, podemos decir que, en general, el éxito de un entrenador pasa por una buena (término que significa tantas cosas) relación con sus futbolistas».

Es decir, que el entrenador del Real Madrid está en el lado contrario a la mano dura. Pero después del empate contra el Villarreal y después de que el Barcelona esté a dos puntos con el partido del Camp Nou por disputar, se ha dejado entrever que los resultados del equipo en este invierno han sido, en parte, porque a los jugadores se les ha consentido demasiado por parte de su jefe dentro del vestuario.

Los futbolistas de élite son distintos al resto de las personas. A veces sus reacciones son incomprensibles, a veces no entienden que el bien individual sólo puede alcanzarse a través del bien común y desde muchos sectores que rodean al fútbol se pide mano firme con ellos: que se vigilen sus horas de salida y con quién van a cenar, que se vigile lo que sudan en los entrenamientos o cómo se concentran antes de los encuentros. Que el entrenador sea también un policía que cuida por el éxito. «Más que padre, me gustaría que me llamaran hermano», bromeó hace poco el entrenador cuando le preguntaron si el vestuario era una familia. Ahora se está probando si lo es y si esa relación superará este momento difícil. «Me siento respaldado por el club desde el primer día. Por otra parte, creo que tengo experiencia en que me pidan mano dura. Desde que empecé todos los años ha habido críticas por eso. Pero esta mano floja me ha permitido ganar tres ‘‘Champions’’», continuó ayer en la defensa más clara de su filosofía sobre el poder. No son muchas las ocasiones en las que Ancelotti saca pecho con su palmarés, difícilmente igualable. Suele ser prudente y mantener un perfil bajo. Ayer se defendió después de una semana en la que ha sido el asunto de conversación. Fue pitado por segunda vez en el encuentro del Villarreal y sabe que parte de la grada del Bernabéu corea que hay que poner más huevos y que no van a permitir más vacilaciones del equipo o de su entrenador.

Pero Ancelotti comenzó a entrenar en 1995. Va a hacer 20 años de carrera más los que sumó como futbolista, demasiado tiempo para cambiar ahora de forma de ejercer el poder: «La comunicación tiene un papel fundamental en la gestión del grupo», escribe en «Mi árbol de Navidad»: «Comunicar bien significa poner en común lo que es nuestro, transmitir contenidos, compartir». Y esa «comunicación horizontal permite establecer un diálogo informal en que es posible afrontar con mayor libertad incluso los temas más delicados». Lo que sería imposible si se es odiado.

Athletic: Iraizoz; De Marcos, Etxeita, Laporte, Balenziaga; Gurpegui, Rico; Iraola, Muniain, Williams; y Aduriz.

Real Madrid: Casillas; Carvajal, Pepe, Varane, Marcelo; Khedira, Kroos, Isco; Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo.

Árbitro: Undiano Mallenco (navarro).