José María Marco

«El Público»

La semana pasada tuvo lugar en el Teatro Real de Madrid el estreno mundial de «El Público», una nueva ópera basada en la obra de García Lorca de la que las páginas de LA RAZÓN han dado buena cuenta. «El Público» tiene una reputación no merecida de obra hermética, sólo para muy entendidos. Sin embargo, Lorca era un escritor bastante simple, ajeno a las sofisticaciones y a las sutilezas, más aficionado al efecto que a las complejidades expresivas. «El Público», que quedó inacabado, no escapa a esta realidad, si bien Gérard Mortier, el anterior director artístico del Real, que no atinaba con el busilis, se hallaba perplejo ante su significado. Al parecer, esa fue la razón por la que encargó a Mauricio Sotelo, uno de nuestros mejores compositores, que le escribiera una ópera, o un espectáculo musical sobre el texto. Sotelo le descifraría aquello que no alcanzaba a entender. El resultado es una obra infinitamente más complicada que la pieza de Lorca, con una combinación sutil y sofisticada de sonidos y músicas venidos de muy diversos horizontes –en particular del mundo flamenco– y una escenografía exuberante y profusa. Suele ocurrir con Lorca, al que, por razones ajenas a la literatura y al teatro, se toma por lo que no es. La tarde del estreno se pudo comprobar el resultado. Había público de pago y otro, numeroso, que el Real había invitado –como es su deber– para asistir a un estreno mundial. En el entreacto, buena parte del público de pago abandonó el recinto. Los invitados, en cambio, se quedaron y al final mostraron ruidosamente su entusiasmo. Se ve que el público, el público de verdad, tiene sus propias exigencias que el arte –en particular el Arte con muchas mayúsculas– no siempre sabe, por desgracia, satisfacer.