Elecciones andaluzas

Los andaluces están #ConSusana pero la obligan a forjar acuerdos

Susana Díaz vota en el colegio Alfares del barrio de Triana en Sevilla
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Díaz resiste los resultados de Griñán aunque el PSOE-A esperaba más

Los andaluces están #ConSusana, pero menos de lo que Díaz esperaba. Llegó con media sonrisa al filo de las 20:00 horas acompañada de su marido, José María Moriche, al espacio elegido por el PSOE-A para instalar su cuartel general en el que seguir los resultados electorales: el Palacio de Exposiciones y Congresos (Fibes) de Sevilla. La socialista era consciente de que sería, sin duda, uno de los focos de atención de la jornada y en esta ocasión no hubo fraseos para la prensa. De ella había sido la decisión de desarmar un Gobierno de coalición con IULV-CA para adelantar los comicios autonómicos y sobre ella había pivotado en esencia la campaña socialista.

En Fibes se encontraban ya compañeros de siglas como la presidenta del PSOE, Micaela Navarro; el presidente en funciones del Parlamento regional, Manuel Gracia, o la consejera de Hacienda, María Jesús Montero. Y junto a la candidata llegaron también el secretario de Organización, Juan Cornejo, y otros miembros de la Ejecutiva regional. Todos, a la espera de desbrozar la maleza de los sondeos a pie de urna, afirmaban estar «contentos», aunque sin indicios de la desbordante chulería que a veces desprenden las mayorías absolutas.

La alta participación auguraba desde primera hora de la tarde un resultado favorable para un partido que en 2012 obtuvo 47 diputados y fue derrotado por el PP en la comunidad en las municipales de mayo de 2011 o en las generales del 20 de noviembre. Y hubo victoria, alimentada por los fieles de la Andalucía interior, pero con idéntico resultado a la de la convocatoria previa: 47 escaños, en una Cámara conformada por 109, cuando el objetivo que se había marcado el partido pasaba por los 50 parlamentarios. Es más, la formación se ha dejado en estos tres años más de 125.000 votos por el camino.

Díaz asumió la jefatura de la Junta en septiembre de 2013 tras la dimisión como consecuencia del desgaste del «caso ERE» de José Antonio Griñán, quien había relevado a su vez en 2009 a Manuel Chaves, cuando éste abandonó San Telmo para marcharse a Madrid. Si Griñán apuró todo lo posible la llamada a las urnas, convencido de que separar las andaluzas de las generales era la única opción de remontar las encuestas que auguraban un descalabro en el último bastión socialista; Díaz las ha anticipado para intentar frenar el cambio de ciclo político que empujan las fuerzas emergentes como Podemos o Ciudadanos.

La dirigente socialista quería convertirse en la primera presidenta andaluza electa. Para lograrlo, ha pedido con tozudez en las dos semanas de carrera a la búsqueda del votante que la «ayudaran» a conformar un Ejecutivo «fuerte y estable» que le permitiera gestionar teniendo las manos libres. Pretendía abrir «los mejores años» de la comunidad, alcanzar la Andalucía prósperamente ilustrada, sin depender de nadie. Pero la estrategia personalista le ha salido bien sólo a medias. Ha logrado que el PSOE resista la embestida de los nuevos, pero ha abierto la puerta a la pluralidad. El escenario poselectoral que se dibuja tras el 22-M es de difícil gestión por la fragmentación y hará necesario acuerdos para asegurar la gobernanza de la región.

Díaz reforzó liderazgo orgánico en casa y resumió anoche su estado de ánimo en una palabra: «Gratitud». Interrumpida por los aplausos, sacó pecho por que el PSOE ha recuperado la condición de ser el partido más votado. Sobre su triunfo «histórico» e «indiscutible» volverán a planear, a buen seguro, machaconas explicaciones cautivas. En la memoria de las redes quedará el #YoConSusana.