Cataluña

Sin legitimidad para seguir el «proceso»

Mas debería asumir su responsabilidad y seguir los pasos de Salmond en Escocia tras el descalabro

La Razón
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Los territorios no tienen derechos. Las Naciones Unidas sólo han reconocido el derecho de autodeterminación para antiguas colonias o a pueblos sujetos a una dominación extranjera. Y es aquí justamente donde encuentran el resquicio las comunidades que se atribuyen la categoría de «pueblo» o «nación». En el caso occidental, de Estados democráticos y consolidados, está ocurriendo en tres lugares llamativos: Quebec, Escocia y Cataluña. La comparación es sugerente. La primera es una región canadiense de tradición y lengua francesas, con una organización nacionalista, el Partido Quebequés, obsesionado por la inmersión cultural y por marcar el «hecho diferencial» respecto de la población anglosajona. Pero el nacionalismo no surgió hasta mediados del siglo XX, impulsado por De Gaulle. En Escocia, el sentimiento nacionalista ha existido siempre. No en vano se unieron a Inglaterra en 1707 sin que el pueblo escocés lo deseara, y con una votación parlamentaria marcada por los sobornos. A pesar del Acta de Unión, los jacobitas, o escoceses independentistas, se levantaron en armas en varias ocasiones en el siglo XVIII. Fue la construcción del Imperio británico lo que les unió a Inglaterra en el XIX.

En Cataluña, el nacionalismo es mucho más reciente, desde su evolución desde el federalismo a finales del XIX hasta el independentismo de principios del XX, cuya acción más seria fue el golpe de Estado de octubre de 1934. En Escocia se hizo un referéndum sobre la independencia en 2014, jugándosela el Gobierno británico, que pensaba en un «no» rotundo, pero en el que al final tuvo que implicar a los líderes de todos los partidos para asegurar la continuidad escocesa en la Union Jack. Se salvó por un 55% a 45%; cantidades muy similares a las catalanas. Salmond, jefe del Gobierno escocés, anunció su dimisión. Quebec lleva dos referendos de independencia fracasados. En mayo de 1980 se preguntó por primera vez si querían ser independientes, pero sólo votó «sí» el 40,5%. La pregunta se volvió a plantear en 1995, y los secesionistas llegaron al 49,42%. Ante esta situación, el Tribunal Supremo del Canadá se pronunció en agosto de 1998 rechazando la adecuación de un proyecto unilateral de secesión de una de sus provincias respecto a su Constitución y al Derecho Internacional. En 2014, la primera ministra de Quebec, la nacionalista Marois intentó burlar esta sentencia presentando las elecciones como un plebiscito secesionista. Fracasó y dimitió.

Esto es parecido al caso español, en el que el Tribunal Constitucional indicó que una comunidad autónoma no podía unilateralmente convocar un referéndum de autodeterminación. Las últimas elecciones, como en Quebec, fueron tomadas como un plebiscito. El independentismo fracasó. Pero aquí acaban las similitudes: no hay dimisiones ni asunción de responsabilidad.