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Feijóo, un «galleguista» español

Alberto Núñez Feijóo, candidado del PP a la Xunta de Galicia
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Serio, riguroso y con las cuentas claras. Es un líder solvente, buen conocedor de las administraciones estatal y autonómica.

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Serio, riguroso y con las cuentas claras. Es un líder solvente, buen conocedor de las administraciones estatal y autonómica. La vida política de Alberto Núñez Feijóo ha estado marcada entre Galicia y Madrid por dos de sus paisanos: José Manuel Romay Beccaría y Mariano Rajoy. El primero le introdujo en la Xunta de Galicia y, tras la victoria de José María Aznar, le trajo a Madrid para trabajar en el Ministerio de Sanidad, presidir el Insalud y la entonces entidad pública Correos y Telégrafos. En ambos organismos fraguó su fama de brillante gestor, dando un completo giro al Servicio Nacional de Salud y abriendo Correos a la libre competencia empresarial.

Nacido en la pequeña aldea orensana de Os Peares, fue un alumno aplicado de Derecho en Santiago de Compostela. Apegado a la tierra, reflexivo y con la «morriña» típica del gallego, es de los pocos verdaderos amigos de Mariano Rajoy, con quien estrechó lazos al perder Manuel Fraga el gobierno autonómico, pese a ganar las elecciones. En la pugna por el liderazgo regional, entre los de «la boina», (siempre dentro de Galicia), y los del «birrete», (más ilustrados y con puestos en Madrid), Feijóo fue decisivo y se alzó con la presidencia del partido. Era un hombre intermedio, muy cercano a Rajoy, a quien había apoyado sin fisuras. Así se convirtió en uno de los barones territoriales más influyentes y cercanos al presidente del Gobierno.

De fuertes raíces familiares, siempre evoca la figura de sus padres en sus cargos públicos. Es un soltero de oro, alérgico al matrimonio, pues dice con humor que es «poco democrático». Le gusta leer frente al mar a escritores emblemáticos del «Rexurdimento» gallego como Eduardo Pondal, Curros Enríquez y, sobre todo, Rosalía de Castro, cuyas obras se sabe de memoria. Pasear por la playa de Samil, navegar en bote por la ría de Vigo y comer un pulpo en Ons son sus placeres. Durante la renovación generacional, algunos le acusaron de «pijo». No se inmutó. «He vivido en un pueblo muy pequeño para ser estirado», asegura con sorna. De talante abierto, asistió a la boda de un amigo homosexual, el ex concejal de Cultura de Orense, sin que nadie «le tirase de las orejas», aunque causó algún revuelo en ciertos sectores del Partido Popular.

Él mismo se define como «galleguista, reformista y español». Lo ha demostrado. Le gusta conducir y ahora vuelve al volante de la Xunta de Galicia con los deberes bien hechos. Es un ejemplo a seguir, el mejor eslabón entre el Gobierno de la nación y el Estado autonómico.

Pilar Ferrer